Literatura o pirotecnia

Hace ya tiempo que el Hay Festival se puso en marcha, y ha ido cambiando de escenario. Tuve que preguntar a varias personas para saber de qué se trataba: no podía creerme que fuera un festival dedicado a la literatura. Finalmente, fue un consuelo ver que no era la única despistada alrededor de la Alhambra del 4 al 6 de abril.

Sí, en efecto, es un festival dedicado a la literatura, con muchos actos y muchos autores invitados, muchas ponencias (generalmente conversaciones entre tal y cual). Y un elemento sorprendente que todavía hoy me intriga: en el Hay Festival se paga entrada. No me lo podía creer: ¡un lugar en el que la gente no solo hace el esfuerzo de desplazarse hasta allí, algunos desde bastante lejos, y de pasarse hora u hora y media escuchando atentamente lo que dicen los ilustrados a quienes nadie entiende, intentando que no se les cierren los ojos cuando el discurso provoca una somnolencia ineludible, sino que además ha pagado cinco euros! Como si se tratara de un espectáculo, un concierto de rock, una película, un acontecimiento deportivo... Parece ser que es la última moda en cultura. Lo escuché con recelo: la verdad, no me imagino esto en Catalunya. Si en las presentaciones de libros hay que sobornar a familia y amigos para lograr un poco de quórum, ¿quién vendría, si tuvieran que rascarse el bolsillo?

Por supuesto, no es extraño que Umberto Eco desbordara las expectativas de los propios organizadores, pero no solo los nombres internacionalmente requeterreconocidos llenaban los espacios de debate. El encuentro entre autores árabes fue uno de los puntos fuertes del programa. Para Radwa Ashur, la ubicación en ese festival resultó idónea, dado que fue ella quien escribió la trilogía sobre Granada mucho antes de pisar la ciudad. Elias Khouri, Hoda Barakat o Murid Burguti tuvieron un público numeroso, pese a ser nombres que no corren con la facilidad de un Eco.

Otra cosa sorprendente del Hay Festival es que no se sabe exactamente sobre qué temá- tica versa. Tras preguntar a organizadores y trabajadores, acabé deduciendo que se trataba de un encuentro de autores de diferente tipo y que en principio es itinerante, aunque ya hablan de repetirlo en el entorno excepcional de la Alhambra, y con una periodicidad que no sigue ninguna pauta previsible. Eso sí, suelen ser tres o cuatro días con un elevado número de actos, no muy largos y con un respeto por la puntualidad poco habitual. Con ponencias muy heterogéneas, por cierto, autores de tradición árabe, autores anglosajones y autores españoles.

Pero no todo en el Hay es literatura, y Tariq Ramadan, por ejemplo, llenó su auditorio con un público que debió de ser muy distinto del que tuvo Eco. Algunos actos giraban en torno a los periodistas, y otros no tenían ninguna relación con las letras: Boris Sapssky, entre otros. Sabina, quizá a caballo de la música y la poesía, dicen sus incondicionales. Otros tocaban temas con un cariz más social, religioso, histórico, gastronómico.

Teniendo en cuenta que las cifras hablan de unos 10.000 asistentes, deberíamos creer que estamos en la era de la literatura. ¡Que todo el mundo empiece a organizar actos de este tipo y que pidan mucho más dinero! Un pequeño recorrido por los distintos coloquios dejó ver que, paradójicamente, los parlamentos sobre literatura fueron más bien pocos. Fue una constante a lo largo de los tres días. Entiendo que quieran huir de la erudición y de las interminables sesiones soporíferas de tipo teórico, que no sirven más que para matar el gusanillo de encontrar sentido en las palabras más allá de ellas mismas, por el placer de la lectura como se dice. De acuerdo, pero el peso de elementos extraliterarios fue excesivo.

Si no, que se lo cuenten a Juan Goytisolo: el guía que debía darle el pie para desplegar todo su discurso no hacía otra cosa que hablar del mundo árabe, que está bien, pero yo me moría por decir aquello de "ahora no toca". Me pregunto si Goytisolo no es en realidad un autor de frontera del que todo el mundo quiere apropiarse y que no es de nadie; quizá lo suyo es la literatura árabe de expresión castellana o quizá literatura castellana con un fuerte componente temático de influencia arabois- lámica, aunque otros lo consideran más catalán que otra cosa. Sea como sea, su ponencia terminó versando sobre el poco cuidado con que se habla del mundo árabe en los medios de comunicación, de los problemas de los propios paí- ses árabes en general, de Marruecos, de Turquía, de Oriente Medio, etcétera. Incluso explicó el chiste más corto del mundo ("la unidad árabe"), que la audiencia no supo entender: nadie se rió. Solo cuando el tiempo ya se agotaba, Jerónimo Páez se dirigió a Goytisolo para decirle: "Bueno, para terminar, hablemos de su obra". Evidentemente, para acabar, hablemos de literatura y no solo de los temas abordados hasta entonces.

En realidad, esto es el reflejo de lo que verdaderamente pasa más allá del Hay Festival: al final, cuando nos sobran unos minutos inservibles que tenemos que rellenar, cuando no queda nada por decir, es solo entonces cuando nos interesa hablar de literatura. El resto: espectáculo pirotécnico a su alrededor que nunca entra en el tema de lleno. Y que cada vez entra menos.

Najat El Hachmi, escritora.