Llamada general a la imaginación

Los militantes alardean de sus heridas o se las vendan, se consuelan o se congratulan. Pero, visto desde el extranjero y a distancia, la interpretación que se puede hacer de las elecciones generales del 28 de abril es completamente distinta. En mi opinión, agárrense, es positiva. Desde luego, España se muestra fragmentada, ¿pero qué nación no lo está? Desde luego, el socialismo arcaico ha salido mejor parado que los liberales y los conservadores, pero en toda Europa las desigualdades sociales favorecen a la izquierda. Desde luego, una nueva derecha populista entra en el Parlamento, pero sigue siendo insignificante en comparación con el resto de Europa, y siempre es mejor que los contestatarios estén incluidos en el sistema democrático, y no en la calle. Aún más importante, todos los partidos que se van a sentar en el Parlamento son europeos; ninguno aspira a abandonar la Unión.

Además, Europa dicta reglas generales de buen comportamiento cívico, económico y de respeto a los derechos humanos que prohíben todos los excesos demagógicos. Del mismo modo, ningún partido de los que han entrado en el Parlamento pone directamente en tela de juicio la Constitución, lo que refuerza la democracia y la unidad del país. Que yo sepa, los vascos y los catalanes no han boicoteado estas elecciones generales, de modo que siguen siendo ciudadanos españoles. En resumidas cuentas, España acaba de escapar a esos demonios históricos que no mueren nunca: la tentación de la revolución, de la secesión, de la violencia y del fascismo. En cuanto al fracaso del Partido Popular, al que España debe lo esencial de su modernización, desgraciadamente entra dentro de lo normal; el pueblo es ingrato y en eso se reconocen las democracias. El pueblo también busca sin cesar novedades, lo que, en todas partes, conduce a la alternancia de gobiernos. Yo añadiría una nueva dimensión, para ilustrar los resultados: los programas y las ideologías son ahora menos decisivos que las apariciones mediáticas, el carisma de los líderes y la manipulación de las redes sociales. Es inútil quejarse. Es nuestra época la que habla, y no hay que echar de menos el tiempo de las grandes ideologías dominantes, que fue también el de las grandes catástrofes del siglo XX.

Llamada general a la imaginaciónEn conjunto, no veo esta elección como una tragedia para España, sino como una invitación acuciante, nacional, dirigida a los gobiernos y a las oposiciones, para que refuercen los dos pilares del sentido común y la paz civil ya citados: Europa y la Constitución. Una y otra permanecerán firmemente ancladas si los dirigentes y todos los que moldean la opinión pública -intelectuales, medios de comunicación, políticos, etcétera- proponen soluciones legítimas y realistas a las dos heridas de la sociedad española: el independentismo y las desigualdades sociales. Por lo que respecta a Cataluña, me parece que la lección del Brexit debería calmar las pasiones locales. Una Cataluña independiente perdería su lugar en Europa, igual que los británicos, que, sin duda, lamentan su locura pasajera. Cataluña es europea porque es española; a los catalanes nacionalistas les cuesta confesarlo, de modo, que hay que recordarlo por ellos.

Al no tener nada especialmente nuevo que añadir sobre este extraño y arcaico asunto catalán, me extenderé más sobre la cuestión de las desigualdades. Esta despedaza a todas las sociedades occidentales, y con razón. En todas partes en Europa y en Estados Unidos, el crecimiento económico refuerza a una nueva clase de superricos y ya no beneficia a las clases medias ni a la movilidad social como antes. Las causas son idénticas en todas partes; la innovación técnica y el aumento de la productividad y la globalización, benefician a la pequeña minoría que se ha enganchado a la innovación y a la globalización. De modo que, para el futuro, conviene aumentar el nivel educativo en el conjunto de la nación, especialmente escolarizando a los niños muy pequeños. Esta escolarización ampliará la base social de reclutamiento de las nuevas élites.

También conviene recrear los sistemas de solidaridad social más eficaces y que inciten a trabajar. El pasado 18 de enero ya mencioné en esta misma crónica semanal de ABC «la renta mínima universal garantizada», también denominada «impuesto negativo sobre la renta», que es un instrumento de solidaridad sin efectos económicos adversos, el más eficaz de que disponen los economistas en su buzón de sugerencias. Ahora se ha puesto en práctica, de forma experimental, en Canadá y en Finlandia. Creo que el primer partido político que lo formule de manera precisa en España, con un diagnóstico y una solución a las desigualdades, obtendrá una ventaja sobre todos sus rivales. Para el Partido Popular quizá sea un camino que le permita volver por sus fueros. Se habrán dado cuenta de que, por mi parte, al no ser español de derecho, pues según parece, mis antepasados partieron en 1492, sino de corazón, adivino en estas últimas elecciones una ocasión fantástica de oportunidades y creatividad.

Guy Sorman

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