Llegaron tarde

Llegaron tarde

«En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario». Lo dijo George Orwell, pero podía haberlo dicho Lucía Barrera, una empleada de limpieza que fue torturada psicológicamente por decir la verdad. Una sencilla verdad, que hizo temblar a los poderosos: ¡Nada más y nada menos que al F.B.I.! Parece ficción, pero es realidad. David contra Goliath, versión siglo XX.

Sucedió en 1989, en El Salvador. Lucía fue testigo del asesinato de un grupo de sacerdotes, que la habían acogido junto a su marido y su hija, cuando necesitaron ayuda para sobrevivir, por culpa de la guerra. Uno de aquellos sacerdotes era Ignacio Ellacuría, español, quien había sido estrecho colaborador y consejero de Monseñor Romero, también asesinado poco antes y canonizado en 2018 por el Papa Francisco.

Las circunstancias en las que vivían no eran fáciles: una sociedad en guerra. Y en todas las guerras, la verdad es una de las primeras víctimas. Quien hace la guerra, siempre trata de justificarse con mentiras, para ocultar los verdaderos motivos de su violencia. La mentira y la guerra van de la mano, del mismo modo que la verdad, la justicia y la paz se besan.

Si aquellos sacerdotes se hubieran callado, les habría ido mejor. Pero hablaron con valentía y dijeron las verdades incómodas del Evangelio, como por ejemplo «la verdad os hará libres». Y no se conformaron con hablar, puesto que el Evangelio no es una teoría para predicar, sino para vivir. Por eso, Ignacio Ellacuría proponía poco antes de ser asesinado: «Hagamos todo lo posible para que la libertad prevalezca sobre la opresión, la justicia sobre la injusticia y el amor sobre el odio». Una propuesta arriesgada, en un contexto en el que los poderosos desean dominar a los débiles y cerrarles la boca. Les acusaron de revolucionarios y lo eran. Les acusaron de comunistas y no lo eran. Como ahora, algunos acusan al Papa Francisco por defender a los más pobres. «Será fácil, porque no tienen armas», dijo uno de los soldados encargados de matarles.

La buena noticia es que ahora se estrena la película Llegaron de noche, dirigida por Imanol Uribe –ganador de la Concha de Plata en el Festival de San Sebastián– y producida por Tornasol y Bowfinger, dos productoras españolas responsables de títulos tan exitosos como El secreto de tus ojos, El reino, El hijo de la novia, Padre no hay más que uno, A todo tren, destino Asturias... y tantas más. Es buena noticia que estas dos productoras, lideradas por Gerardo Herrero y Maria Luisa Gutiérrez, y que representan a tantos buenos profesionales del cine español, hayan apostado por esta historia, con el apoyo de RTVE. Gracias.

También es buena noticia que la película retrate a estos sacerdotes y a otras personas de fe, sin caricaturizarles. Es triste admitir que no estamos acostumbrados a un tratamiento respetuoso hacia el clero ni hacia los cristianos, en las películas. Gracias. Tampoco se les presenta como superhéroes, pues no lo eran. Tuvieron miedo y rezaron el Padrenuestro, antes de morir. «Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Una condición indispensable para declarar a alguien como mártir es que haya muerto amando, perdonando a sus verdugos, como Jesús en la Cruz. El Papa Francisco, jesuita como ellos, habló de «martirio» en el aniversario de su muerte, sin que ello suponga una canonización oficial.

La película pasa de puntillas sobre las circunstancias políticas, militares y religiosas del momento y se centra en algo mucho más perenne y actual: la defensa de la verdad y la justicia, en su sentido más profundo. El reconocimiento de que la realidad es como es y ninguna cantidad de mentiras pueden cambiarla.

Benedicto XVI diagnosticó valientemente la amenaza actual de una «dictadura del relativismo, que no reconoce nada como definitivo», cuyo principio fundamental es que no existe la verdad, sino que esta puede moldearse al gusto de cualquiera, por conveniencia personal, por suma de votos o por los dictados cambiantes de los poderosos o de las modas. La película Llegaron de noche muestra lo contrario: que la verdad se conoce o se ignora, se anuncia o se oculta, se recuerda o se olvida, pero no puede cambiarse. La película tiene muchos otros valores positivos, pero aunque solo fuera por esta defensa sencilla y valiente del valor inmutable de la verdad, merece la pena. Bravo y gracias.

Juan Manuel Cotelo es productor de cine.

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