Lo demandó el deber

Los miembros de las Fuerzas Armadas celebramos hoy, 2 de noviembre, el Día de los Caídos por la Patria. En todos los rincones de nuestra geografía, el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire realizarán actos de homenaje en recuerdo a todos los que, cumpliendo el juramento empeñado, entregaron su vida por España.

Cumplirán así lo dispuesto en las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas: «Los miembros de las Fuerzas Armadas se sentirán herederos y depositarios de la tradición militar española. El homenaje a los héroes que la forjaron y a todos los que entregaron su vida por España es un deber de gratitud y un motivo de estímulo para la continuación de su obra».

El juramento a la Bandera es uno de los actos más solemnes para un soldado porque nos compromete de por vida llegando, si preciso fuera, hasta el último sacrificio.

Nuestra historia está repleta de ejemplos donde los militares españoles antepusieron su amor a España a cualquier otra consideración, contribuyendo con ello a que hoy, orgullosos de nuestro pasado, seamos una gran Nación. Hace unas semanas, al repasar los expedientes instruidos con ocasión de acciones destacadas en operaciones en los últimos años, pude constatar que el mismo espíritu de los españoles que tantas páginas gloriosas han escrito sigue vivo hoy en nuestras Fuerzas Armadas.

Sin embargo, el juramento a la Bandera no está reservado para grandes ocasiones. Las Fuerzas Armadas españolas trabajan a diario en defensa de nuestra seguridad e independencia. Hoy 3.000 hombres y mujeres están desplegados en 16 países en misiones de diferente índole. Además, en España, las Fuerzas Armadas desarrollan sus cometidos de vigilancia y defensa de nuestros espacios de soberanía y se preparan para asegurar que, cuando se requiera, estaremos en condición de reaccionar de forma eficaz.

Está claro que Europa vive un periodo de paz sin precedentes en nuestra historia y que, como decía nuestra ministra de Defensa hace unos días, los últimos 40 años han sido los mejores de la historia de España. No obstante, se da la paradoja de que el número y la variedad de riesgos y amenazas, y con ello la incertidumbre, han aumentado de forma exponencial.

Por consiguiente, además de contar con el personal, el equipamiento, los procedimientos y el adiestramiento necesarios, tenemos que contar con planes para enfrentarnos a todas las contingencias posibles que se derivan de un entorno estratégico en profunda y vertiginosa evolución.

Al igual que hacen nuestros aliados, desarrollamos planes para la defensa de infraestructuras críticas, actuaciones en caso de catástrofes o situaciones de crisis, reacción ante amenazas externas, lucha contra el terrorismo o defensa colectiva en el marco de la Alianza Atlántica, por citar solo algunos. Naturalmente, estos planes tienen muy presente que las Fuerzas Armadas son una de las herramientas al servicio de la Nación española y que corresponde al Poder Ejecutivo decidir sobre su empleo en tiempo y forma.

Llegados a este punto, no puedo referirme únicamente a las amenazas genéricas que compartimos con nuestros aliados. También debo tener en cuenta el acuerdo adoptado por el Senado del pasado 27 de octubre, que constataba «la extraordinaria gravedad en el incumplimiento de las obligaciones constitucionales y la realización de actuaciones gravemente contrarias al interés general por parte de las Instituciones de la Generalitat de Cataluña».

Debo hacerlo, cuando parece que poco a poco las aguas vuelven a su cauce y los poderes que conforman nuestro Estado de Derecho –Legislativo, Ejecutivo y Judicial– lideran la respuesta ante el que probablemente sea el mayor desafío de nuestra democracia. Y lo hago recordando el juramento que renové el pasado 28 de marzo al asumir mi cargo como Jefe del Estado Mayor de la Defensa cuando, además de lealtad a Su Majestad el Rey, reafirmé mi compromiso de guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado.

Lo hice desde la tranquilidad, la total confianza en nuestras instituciones y, sobre todo, desde la seguridad de que las Fuerzas Armadas son conscientes y conocedoras de la misión que España les ha encomendado y desde la disciplina y el sentimiento del deber que nos caracteriza a todos como individuos y a todos como Institución.

La historia demuestra que, llegado el caso, los españoles, y con ellos sus Fuerzas Armadas, sabemos defender nuestra Nación. Por ello, que nadie lo dude: siempre estamos preparados para, cuando se nos reclama, responder, como ha señalado nuestra ministra, «con la responsabilidad debida y exigida, con la razón, la ley y el amor a nuestro país. Por España y por los españoles».

Acabo como empecé, recordando con admiración a los soldados de todos los tiempos, encuadrados en los Ejércitos de España, que un día lucharon con valor, sirvieron con lealtad y murieron con honor. Descansen en paz con la seguridad de que, aquellos que les seguimos, sabremos, si llegara el caso, seguir su ejemplo.

Fernando Alejandre Martínez, General del Ejército y Jefe del Estado Mayor de la Defensa.

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