Lo menos malo de Trump

Con una notable excepción, los pronunciamientos de Trump en política exterior vienen a añadirse a un conjunto coherente que muchos encontrarán atractivo. La excepción, naturalmente, es México; esto es, la suma total de lo que Trump ha dicho sobre él y sobre los mexicanos a ambos lados de la frontera. La cooperación con Canadá y con México es el axioma fundamental de la política exterior estadounidense por demasiadas razones para enumerarlas aquí, pero de hecho sólo una debería bastar: mientras Rusia y China deben competir estratégicamente con varios de sus vecinos, los de EE.UU. no constituyen, sencillamente, un problema estratégico y Canadá, por el contrario, es un aliado clave.

Simplemente una completa disculpa y una retractación generalizada servirán, y si son suficientemente persuasivas, Trump podría incluso obtener el voto de muchos mexicano-estadounidenses cuyos distritos escolares locales están abrumadoramente llenos de inmigrantes que no hablan inglés, en situación ilegal o no, y que se encontrarán compitiendo con extranjeros en situación ilegal por trabajos de nivel inicial. Pero, prescindiendo de tales cálculos electorales, Trump debe enmendar el daño causado para estar preparado para ser un candidato a la presidencia de Estados Unidos, de modo que lo que sigue implica que lo hará y cuanto antes mejor. Ninguna disculpa o retractación de las decla-raciones radicales de Trump sobre la retirada estadounidense de Afganistán, Iraq y Siria. Las tropas estadounidenses han mantenido con éxito la paz en numerosos países y en Alemania y Japón hicieron más que eso, ayudando a afianzar el establecimiento de la democracia y el Estado de derecho. Pero siempre y en todas partes hubo una premisa fundamental: la aceptación ideológica de la presencia estadounidense, y de todo lo que implicaba, por la gran mayoría de la población local. Esta condición está totalmente ausente en Afganistán, Iraq y Siria, donde cada viernes un incontable número de predicadores truena contra Estados Unidos y sus supuestas conspiraciones contra el islam, empezando por la promoción de la igualdad en el caso de las mujeres.

Bastantes de sus seguidores desean convertir los sentimientos en acción para volver cualquier presencia estadounidense simplemente ineficaz. A pesar de muchos años de combates, muchas víctimas y billones de dólares gastados, los talibanes están ganando terreno en Afganistán y los vencedores en Iraq y Siria son milicias chiíes antiestadounidenses y militantes suníes de Al Qaeda. Hace tiempo que la retirada completa de las tropas estadounidenses debiera haberse producido, aunque permanecieran las bases aéreas y una presencia naval.

La posición de Trump sobre la Rusia de Putin es otro ejemplo de testarudo realismo. A pesar de la toma de Crimea y la agresión en curso contra Ucrania, nuestros aliados de la OTAN no han estado dispuestos a desplegar tropas en número apreciable para tranquilizar a los estados bálticos y a Polonia. Mil soldados en Estonia o cinco mil en Polonia no son un contingente disuasorio como habrían sido, por ejemplo, 200.000 soldados (aún más permanecen inactivos en cuarteles franceses, alemanes e italianos). Tampoco son un cable detonador, como habrían sido en la era nuclear; son meramente provocativos. En estas circunstancias, la opción mejor es estar de acuerdo sobre la exclusión de Ucrania de la UE y de la OTAN a cambio de una retirada total rusa, la renuncia a todas las reivindicaciones territoriales rusas y la eliminación de todas las sanciones. La audaz afirmación de Trump de que podría concluir el mejor acuerdo no carece de poder de convicción; Putin ha resistido persistentemente los mojigatos acuerdos rápidamente alcanzados con sus homólogos al estilo empresarial.

La renuncia a una lucha sin esperanzas en el patio delantero de Rusia y a más aventuras inútiles en tierras islámicas permitiría una adecuada concentración de fuerzas estadounidenses, la atención diplomática y de los servicios de inteligencia, así como de la diplomacia estadounidense en la contención de China, junto con el aliado Japón, el valiente Vietnam y otros vecinos de China amenazados por su expansionismo territorial. Desde Japón, Trump ha exigido elocuentemente lo que la Administración Obama ha pedido ineficazmente: compartir más las “tareas pesadas”; es decir, una mayor ayuda japonesa a aliados más pobres además de mayores fondos para las propias fuerzas militares de Japón. (Pero los funcionarios de Obama han sido funestamente ambiguos, tanto queriendo como deplorando las iniciativas del primer ministro Abe de reforzar Japón.) Trump, por supuesto, ha añadido intenciones proteccionistas hacia China, pero las actuales medidas antidumping serán sin duda suficientes. En conjunto, las ideas de Trump en política exterior son coherentes y ofrecen una alternativa al más de lo mismo que muchos votantes pueden encontrar atractiva.

Edward N. Luttwak, Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington.

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