Lo que debe hacer la UE, ahora

La votación brexit del Reino Unido es, sin duda, el mayor desastre que ha golpeado a la Unión Europea. Ahora, la UE debe actuar con rapidez si desea sobrevivir – además, sin relegar la tarea de dar fin al caos posterior al referéndum que se suscitó en los mercados.

David Cameron, el primer ministro británico,  después de haber perdido el referéndum, hizo lo obvio al presentar su renuncia. Sin embargo, el otro perdedor es la Comisión Europea, cuyo presidente, Jean-Claude Juncker, hizo poco por cambiar el resultado de la votación brexit. Este puesto no había sido ocupado por un líder que tuviese algo de visión o influencia política desde que fue ocupado por Jacques Delors, presidente de la Comisión durante el período de los años 1985 al 1995. Juncker, al igual que Cameron, debe aceptar la responsabilidad que tiene y renunciar. La UE nuevamente necesita un líder fuerte. Hay muchos buenos candidatos, pero personalmente recomiendo al ex primer ministro de Suecia Carl Bildt.

Antes de que se asiente el polvo levantado de manera posterior al referéndum, la UE debería establecer un ultimátum con principios claros y onerosos para la salida del Reino Unido – deberán ser principios claros para minimizar el costo, y severos para disuadir a los populistas en otros Estados miembros que desean convocar,  también, a referéndums de salida. Con sensatez, los líderes de la Comisión Europea ya han avanzado en esta dirección anulando las concesiones hechas por la UE en favor del Reino Unido en el mes de febrero y declarando que no “habrá una renegociación”.

El Consejo Europeo, por su parte, ya ha solicitado una cumbre inmediata. Después de fracasar durante seis años en lo que se refiere a resolver la crisis financiera griega, la UE finalmente parece entender que su supervivencia depende de una acción rápida y decidida.

Sin embargo, la UE debe ir más allá de sólo realizar el control de daños causados por el brexit. Durante las últimas cuatro décadas, el problema fundamental de Europa ha sido que este continente ha mostrado complacencia frente al bajo crecimiento económico, mismo que ha sido causado por regulaciones e impuestos excesivos. Europa no puede permitirse esa paralización. Tiene que empezar, ahora, a llevar a cabo reformas fundamentales: cortar los beneficios sociales injustificados; liberalizar los servicios, los mercados laborales y los mercados digitales; reducir los impuestos laborales; desregular la industria; mejorar la educación; y, promover la investigación y el desarrollo.

Las normas actuales de la UE son claras al estipular las responsabilidades de las instituciones de la UE y de los gobiernos nacionales, respectivamente. El problema es que la mayoría de los gobiernos europeos (especialmente los gobiernos conservadores británicos) tienden a usar a la UE como chivo expiatorio para ocultar su propia miopía política. No es de extrañar que la UE se haya tornado tan impopular. Teniendo en cuenta que ya recibe la culpa, ahora la Comisión Europea debe conceder el poder para actuar políticamente. La UE tiene razones sólidas que plantear a su favor, pero necesita líderes honestos que transmitan su mensaje a las personas.

Los populistas europeos apuntan al mal manejo de los temas migratorios para justificar su planteamiento. Así que, para empezar, la UE debe establecer una política migratoria ordenada con cuotas y criterios, tal como Australia y Canadá lo hicieron de manera exitosa, y debe imponer un control adecuado sobre sus fronteras exteriores. La agencia de control de fronteras de la UE, Frontex, necesita un mandato más fuerte y más recursos para cumplir este papel crucial.

Avanzando aún más, la UE debería instituir una política exterior y de defensa conjunta para abordar las causas subyacentes de la crisis migratoria – concretamente, los conflictos en Libia y Siria. Durante un cuarto de siglo, Europa se ha beneficiado de la paz posterior a la Guerra Fría y de manera irresponsable ha permitido que el gasto promedio de defensa de los Estados miembros se deslice a un magro 1,4% del PIB. Se debe aumentar este gasto a por lo menos el 2% del PIB, nivel al que cada miembro de la OTAN se ha prometido. Hoy en día, sólo cinco países de la UE tienen gastos de defensa en ese nivel.

De manera justificada, el presidente estadounidense Barack Obama ha llamado a los europeos “viajeros colados”. El candidato presidencial republicano Donald Trump, yendo mucho más allá, cuestiona abiertamente a la OTAN y los gastos militares estadounidenses en el extranjero. En un futuro próximo, Europa ya no podrá confiar en EE.UU. para que la defienda y debe prepararse para un escenario en el que se vea obligada a valerse por sí misma.

El principio de la democracia representativa se encuentra en el corazón de la identidad europea; irónicamente, solamente Suiza, que no es miembro de la UE, tiene un historial sólido de referéndums. Una de las consecuencias positivas de la escuálida campaña brexit es que demostró que los referéndums y plebiscitos son demagógicos, no son verdaderamente democráticos. Los miembros de la UE deben reconocer los riesgos de la llamada democracia directa y endurecer los criterios para la aprobación de referéndums. Como mínimo, se debe requerir que los referéndums logren una súper mayoría con un alto porcentaje de participación de  votantes.

Lo mejor que se puede decir sobre brexit es que finalmente puede haber puesto fin a la complacencia europea. Vamos a saber con seguridad si Europa opta por salvarse a sí misma, y cuándo decide hacerlo.

Anders Åslund is a senior fellow at the Atlantic Council in Washington, DC, and the author, most recently, of Ukraine: What Went Wrong and How to Fix It. Traducción del inglés de Rocío L. Barrientos.

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