Lo que decidimos los socialistas

En los próximos días, los militantes del PSOE estamos llamados a decidir sobre nuestra Secretaría General. Lo hacemos en unas circunstancias excepcionales. Por un lado, preocupados por lo que está sucediendo en Europa. En Grecia, Italia, Holanda o Francia, las formaciones socialistas son muy minoritarias o están disueltas en alguna alianza progresista. Por otro lado, en el terreno doméstico, el PSOE se muestra incapaz de conectar con grupos sociales que son muy representativos de los valores de progreso (jóvenes, personas con estudios superiores o clases urbanas).

Es cierto que las primarias, al tener ingredientes presidencialistas, pueden acabar en un simple debate de personas. Pero nuestras circunstancias excepcionales exigen de una deliberación más allá de los personalismos y los lugares comunes. Con las tres candidaturas, los socialistas estamos decidiendo sobre tres cuestiones fundamentales.

La primera de ellas es la forma de hacer política. Muchos analistas y representantes políticos todavía no entienden cómo debemos dirigirnos a una sociedad que está mucho más informada y formada que hace unas décadas. Si los que nos escuchan saben más, la consecuencia debería ser una mayor exigencia sobre nosotros mismos. Por ello, cada vez que utilizamos un argumento simplista, una parte de la ciudadanía duda de nosotros y nos resta credibilidad.

Algo de esto hay detrás del “no es no”. Cuando se reflexiona sobre ello, vemos que, dado nuestro modelo de investidura y la fragmentación actual del parlamento, la única posibilidad que existe para que el PSOE pudiese votar que no y hubiese un gobierno en este país es que el PP obtuviese por sí mismo 176 escaños. O dicho de otra forma, la principal consecuencia del “no es no” es votar tantas veces como sean necesarias hasta que el PP obtenga una mayoría cómoda. De hecho, las encuestas de septiembre de 2016 apuntaban esta tendencia. Todas las estimaciones del PSOE estaban entre el 21 y el 22%, el mismo resultado o por debajo del que obtuvimos en las elecciones de junio. En cambio, el PP mostraba un ligero ascenso, situándose en algunas estimaciones en el 35%. La ciudadanía es mucho más inteligente de lo que presuponemos. Si los políticos no éramos capaces de desbloquear la situación, lo habría hecho ella con su voto. La principal consecuencia del “no es no” habría sido un Partido Popular más fuerte y un Partido Socialista más jibarizado.

Algunos podrían contestar que esto no cierto, que unas nuevas elecciones habrían generado una nueva mayoría progresista en el Congreso. No hay ningún dato que avale esta afirmación. Otra posible contestación es que existen mayorías alternativas en el actual parlamento. En el debate de presupuestos, el PP aún no ha alcanzado los 176 escaños. Al margen que bastante tenemos los socialistas con decidir qué hacemos con nuestros 84 diputados, como para decir al resto de grupos parlamentarios qué deben hacer con los suyos. En política, el respeto a los demás es fundamental.

La segunda cuestión en juego es qué entendemos por democracia. Gran parte del debate se ha centrado en la dimisión del anterior Secretario General bajo el argumento de que su legitimidad de origen nació del voto de la militancia. De ahí la controversia en torno al papel desempeñado por el Comité Federal. Esta materia exige abrir una reflexión sobre cómo funcionan los sistemas democráticos. En democracia, tan importante es el origen del poder (las urnas), como el control del poder y la división del poder. Los padres de la democracia norteamericana siempre tuvieron miedo a que aquel que tuviese el poder, pudiese abusar de él. Por ello diseñaron un sistema de pesos y contrapesos que limitara el ejercicio del poder.

Vayamos con un ejemplo. En el XXVIII Congreso del PSOE, Felipe González dimitió porque sus tesis de abandono del marxismo fueron rechazadas. ¿Esto significa que el secretario general fue derrocado por un golpe de estado? ¿Desde cuándo una votación de un órgano de representación es un ejercicio de autoritarismo?

Cargar de emotividad los hechos no nos da más la razón, solo hace la narración más impactante. Pero si de verdad nos preocupa la democracia dentro de nuestro partido, debemos abrir un debate riguroso. Ser Secretario General del PSOE siempre será difícil porque algunos entendemos que en esta tarea hay que ganarse la confianza todos los días. Algunos dicen que esto es ser cuestionado. Pero en democracia, el que tiene el poder siempre será cuestionado por los medios de comunicación y por la ciudadanía. Es esto lo que nos hace más democráticos.

La tercera materia sobre la que decidimos en el PSOE es qué entendemos por socialismo en el siglo XXI. Más allá de eslóganes fáciles como situar al partido en la izquierda, debemos llenar de verdadero contenido esta cuestión. ¿Es lo mismo hacer socialdemocracia en una sociedad de 8.000 dólares de renta per cápita que en una de 30.000? ¿Cómo se gana competitividad en economías abiertas y dentro de una unión monetaria? ¿Es posible desarrollar un proyecto progresista en sociedades cada vez más fragmentadas y polarizadas en sus demandas? ¿Cómo va a evolucionar la idea de ciudadanía en los próximos años? ¿Podemos mejorar la capacidad redistributiva de nuestro estado del bienestar? ¿Cómo vamos a enfrentarnos a la desigualdad territorial? Son cuestiones serias que exigen de algo más que un eslogan.

En definitiva, los socialistas somos herederos del legado que nos han dejado compañeros como Fernando de los Ríos, Julián Besteiro, Indalecio Prieto o Ernest Lluch. No es fácil estar a la altura de tantos y tantos militantes socialistas que hicieron de nuestros valores no solo el principio rector de sus vidas, sino que lo hicieron desde el rigor y la exigencia. Por ello vamos a tener que dar lo mejor de nosotros mismos. La rigurosidad de nuestros argumentos nos permitirá conectar con una nueva sociedad que espera mucho más de los socialistas. Si en este debate de primarias reducimos todo a la comunicación, nos estaremos equivocando. Se puede tener un relato, pero eso no significa ni que sea cierto ni que obtengamos las respuestas correctas. Nadie fue derrocado, sino que dimitió; no hubo un golpe de estado, sino que los miembros del Comité Federal votaron; y la socialdemocracia del siglo XXI exige de algo más que “situar al PSOE en la izquierda”, porque nunca se movió de ese espacio ideológico. De aquí la transcendencia de lo que decidimos: si nos sumamos a la posverdad o empezamos a decir la verdad a la gente.

Ignacio Urquizu es diputado del PSOE en el Congreso por la provincia de Teruel y profesor de Sociología (en excedencia) de la Universidad Complutense de Madrid.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *