Cuando el mercader veneciano Marco Polo recorrió la Ruta de la Seda en el siglo XIII, se encontró no solo con pueblos poco familiares, sino también con nuevas (para él) formas de finanzas. En China, lo sorprendió enterarse de que Kublai Kahn había introducido el papel moneda. Era más liviano, más fácil de transferir y de almacenar y más valioso que las monedas de metal apiñadas en su bolso. Al regresar a Venecia, Marco Polo les enseñó a sus colegas mercaderes cómo usar la innovación de Khan. Aunque algunos rechazaron la moneda plana y plegable, con el argumento de que no era oro ni nunca lo sería, el papel moneda cambiaría al mundo.
Al igual que los mercaderes testarudos del siglo XIII, muchos hoy se niegan a aceptar la forma más novedosa de moneda: las criptomonedas. La Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC) recientemente presentó demandas legales contra Binance y Coinbase, las dos bolsas de criptomonedas más grandes del mundo, acusándolas de operar como bolsas no registradas. Durante años, Coinbase, una compañía pública con una amplia base de clientes en Estados Unidos, les había venido pidiendo a los reguladores norteamericanos reglas razonables, sin ningún resultado.
Por el contrario, a las agencias gubernamentales les ha resultado difícil definir a las criptomonedas y, en muchos casos, han ofrecido opiniones encontradas. Para la SEC, las criptomonedas son un activo que se comporta como un título, mientras que para la Comisión de Negociación de Futuros de Productos Básicos (CFTC), son una materia prima. El Servicio de Ingresos Internos (IRS), por su parte, las trata como una propiedad. Al igual que la fábula de los ciegos y el elefante, cada uno de ellos ve solo un aspecto y cree que es el todo. Esta aparente falta de entendimiento impide una regulación efectiva.
Seamos claros: las criptomonedas no son dinero digital. Todas las monedas fiduciarias en metal y papel se han digitalizado desde hace cincuenta años -su cuenta bancaria es un activo digital-. Las criptomonedas, por su parte, monetizan el derecho exclusivo de enviar datos mediante una nueva tecnología contable llamada cadena de bloques. Cuando se transfiere un Avax o un Ethereum a otra persona, se envía el derecho a transferir datos de un lado a otro, y esta transacción se registra en la cadena de bloques sin la necesidad de un banco o de un estado. Los contadores, también llamados mineros, llevan los libros a cambio de criptomonedas.
Reconocer este dinero y esta contabilidad radicalmente nuevos es el primer paso para regular los mercados de criptomonedas. Pero como la SEC, la CFTC, el IRS e instituciones similares en otros países están diseñados para el papel moneda y sus versiones digitales, tienen dificultades para ajustarse a las realidades de las economías de datos. Sin un cambio profundo en la manera de pensar las finanzas, ninguna regulación será adecuada para este fin.
Muchos responsables de políticas también creen, erróneamente, que las criptomonedas son un vehículo especulativo. Pero eso ignora la innovación revolucionaria de la cadena de bloques: les permite a los actores económicos crear sus propias monedas y hacer transacciones con un costo mínimo. Gobiernos, empresas e individuos ya están cambiando criptomonedas por bienes, servicios y otras (cripto)monedas en más de 45.000 mercados, operados por 524 plataformas de intercambio centralizadas.
Los reguladores deben entender cuatro cosas sobre las criptomonedas. Primero, no son una alternativa para el dólar, el euro u otras monedas fiduciarias. De hecho, mi investigación ha demostrado que las criptomonedas contribuyen a la dolarización. Segundo, los intercambios de criptomonedas socavan las cadenas de bloques al usar su propia contabilidad centralizada: más del 90% de los Bitcoin comercializados en 2021 se mantuvo como activos en custodia en las bolsas. Eso significa que, si los mercados estallan, los clientes pierden su dinero. Tercero, muchas cadenas de bloques descentralizadas se basan en servicios económicos centralizados, como la contabilidad del comercio de materias primas; las criptomonedas son una innovación que crea orden, no caos. Por último, hay varias formas de lógica fiscal que ya están imbuidas en las economías de criptomonedas, lo que las torna más adecuadas para una regulación de lo que muchos piensan.
En cuanto a cómo regular la industria, una moneda digital de banco central (CBDC) es crucial, porque les ofrecería a los gobiernos un instrumento financiero cuya velocidad de transacción se asemeja a la de las criptomonedas. Actualmente, las monedas estables están más allá del alcance de los bancos centrales, e imitan a las monedas fiduciarias como el dólar sin los costos políticos y económicos de mantenerlas. Asimismo, sería más fácil regular las bolsas siguiendo el valor de una criptomoneda una vez que se pueda expresar y negociar con referencia a una CBDC.
Por sobre todo las cosas, los reguladores deben garantizar un campo de juego nivelado. Eso significa impedir que las plataformas de intercambio emitan sus propias monedas de datos o activos cripto comercializables; de lo contrario, estarán compitiendo en sus propias plataformas. A las bolsas de criptomonedas también se les debería exigir que mantengan todos los activos en custodia fuera del alcance de sus propios operadores o dueños -una simple medida regulatoria que habría protegido las inversiones de los clientes luego del colapso de FTX-. Por último, las autoridades fiscales podrían usar una CBDC para localizar más operaciones imponibles y también proponer un nuevo impuesto para los ingresos por criptomonedas, aumentando así la recaudación.
Por ahora, los responsables de las políticas siguen actuando como aquellos mercaderes venecianos obstinados. El problema no son las criptomonedas, sino su regulación. Es hora de aceptar que las criptomonedas están aquí para quedarse y de implementar las reglas correctas para gobernarlas.
Koray Caliskan, Associate Professor of Strategic Design and Management at The New School, is the author of Data Money: Inside Cryptocurrencies, Their Markets, Communities, and Blockchains (Columbia University Press, 2023).