Lo que (no) se quiere recuperar de la Segunda República

La Segunda República española fue proclamada, en medio de una gran esperanza y expectación, el 14 de abril de 1931. El poeta Antonio Machado describió cómo él y un grupo de allegados ondearon la bandera republicana en el Ayuntamiento de Segovia: «Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra República de la mano. La naturaleza y la Historia parecían fundirse en una clara leyenda anticipada o en un romance infantil». Pero muy pronto, sólo dos años después de proclamarse, la República comenzó a desmoronarse. ¿De quién era la culpa?

Hoy, tanto tiempo después, resulta trágico constatar que la manipulación y distorsión de la historia de la Segunda República que se empezó a hacer bajo el régimen de Franco todavía continúa. El pasado año, con mucha propaganda, el Ministerio de Cultura fue anfitrión de una serie de congresos en los que eruditos extranjeros y españoles presentaron sus puntos de vista sobre aquel periodo. Sin embargo -como a menudo ocurre cuando los intereses políticos dictan la Historia-, no hubo acuerdo sobre lo que verdaderamente sucedió entonces.

El principal intento de manipulación estuvo en las palabras de José Luis Rodríguez Zapatero al afirmar que su Gobierno es el heredero directo de la Segunda República. Ésta fue una afirmación maravillosamente romántica, pero simplemente descubría el hecho de que el presidente había leído poco sobre la República. ¿Trataba de decir que el actual régimen democrático de España es heredero de la República burguesa de 1931 o de la República centrista de tres años después o de la República revolucionaria de 1936? ¿Trataba de decir que el Partido socialista de hoy es el heredero directo del Partido socialista de 1934, que se las arregló más que cualquier otro grupo político en la Cortes para minar y destruir la República? Se analice como se analice esta afirmación, uno se asombra de que alguien pueda hacer tal paralelismo.

La afirmación de continuidad con la República descansa, por supuesto, en la presunción de que ésta era una buena cosa, una niña bonita que no erraba y preservaba todas las reglas de la democracia, pero que posteriormente fue violada y asesinada por una derecha brutal que todavía está activa en España y ha adoptado la forma de la oposición democrática oficial. Muchos otros han proclamado la afirmación de continuidad, como el dueño del grupo capitalista Prisa, quien ha afirmado que esta misma derecha está incitando al «guerracivilismo». Así las cosas, la proximidad de las elecciones municipales del próximo mayo hace inevitables las comparaciones con aquellas elecciones que hicieron posible el nacimiento de la República en la primavera de 1931.

Acabo de leer algunos estudios sobre los orígenes de la Guerra Civil española y me ha parecido extraño que en los últimos 30 años los historiadores españoles hayan evitado en general estudiar la República. En cambio, han concentrado su atención en el régimen de Franco y lo que hizo para destruir España. Ha habido, según un reconocido historiador español socialista, «un desplazamiento de interés en las nuevas generaciones de historiadores desde la búsqueda de las causas del fracaso de la República, que tanto intrigó a los mayores, hacia la naturaleza, el funcionamiento y la larga duración de la dictadura, que ha permitido abordar con un rigor hasta ahora desconocido la magnitud de la violencia y represión sobre las que se edificó el régimen de Franco».

Es fácil adivinar las consecuencias de este énfasis. En la última generación, a todos se les ha hablado de los crímenes de Franco, como si antes del caudillo no se hubiesen cometido crímenes. Franco es representado como la bestia que destruyó la felicidad y la democracia que había florecido en España antes del 18 de julio de 1936. La República, según esta interpretación, era un paraíso de democracia, una víctima inocente de fascistas que aún hoy -en 2007- están planeando destruir el régimen progresista de España.

¿Es posible que los investigadores progresistas de los últimos años hayan evitado estudiar la República para no descubrir que fue el Partido Socialista el que la destruyó, mucho antes de que Franco lo hiciera? Las conclusiones del último estudio de un eminente historiador norteamericano, hechas públicas en 2006, manifiestan inequívocamente que, como resultado de las elecciones de 1933, en la República, «la izquierda se burló sistemáticamente de la legalidad, reduciendo finalmente el orden legal al caos y preparando el escenario para una guerra civil». Efectivamente, desde aquella fecha, las dos mitades de la izquierda minaron la República con el objetivo de alcanzar una «conquista de poder», como ellos lo llamaban. La izquierda moderada buscaba subvertir el orden legal mediante la manipulación política, mientras que la izquierda revolucionaria atacaba al Estado con violencia e incendios.

En junio de 1933, el líder socialista Largo Caballero afirmaba que «en España, afortunadamente, no existe peligro de fascismo». Pero el empleo de la violencia de la izquierda revolucionaria contra los falangistas en realidad aceleró su crecimiento. Los líderes fascistas fueron a Italia en busca de apoyo, de la misma manera que los comunistas irían mas tarde a la Unión Soviética con el mismo propósito. La mayor contribución a la socavación de la República fue el Octubre Rojo, en 1934, que preparó el camino a la futura violencia y demostró al ejército que podría desempeñar un papel represivo. Como ha concluido el destacado historiador norteamericano Malefakis, «la revolución de octubre es el origen inmediato de la Guerra Civil». Hubo una polarización total, en la que desempeñaron un papel crucial los socialistas, quienes se dedicaron a apoderarse del control de la República, con medios antidemocráticos si era necesario.

¿Y qué hay de los errores de la República? Una nueva y excelente tesis sobre la represión de Franco en el área de Madrid de un estudioso británico, Julius Ruiz, ofrece copiosos hechos y análisis sobre la represión militar que ejerció el nuevo régimen de Franco después de 1939. Al mismo tiempo, el autor lamenta que no pueda dar detalles sobre lo que pasó antes de ese periodo, porque «la represión republicana todavía aguarda a su historiador». ¿Por qué los eruditos españoles (con la única excepción de un escritor que no es profesor universitario y que ha sido deliberadamente marginado por los historiadores del establishment) no han estudiado la represión? ¿Hay alguna barrera ideológica que les prohíbe hacerlo?

El hecho de que la represión franquista fuera sangrienta, y la opresión larga, nos ha alentado a olvidar que hubo otros españoles que sufrieron bajo la República, y que miles murieron a manos suyas porque no consiguió controlar la situación en España. Nos hemos acostumbrado a las terribles cifras de asesinatos por el terrorismo de ETA -casi un millar de muertos desde 1975-. que representan una espantosa tragedia extendida a lo largo de los 30 años de la democracia española. No obstante, la cifra es realmente pequeña si la comparamos con lo que sucedió bajo la Segunda República, en especial después de 1934. En total, hubo más de 2.400 muertos en los cinco años de aquel régimen, una cifra que excede el número de víctimas de cualquier otro país europeo en esa etapa en que la democracia estaba luchando para sobrevivir en todas partes del continente.

Mientras rememoramos los prometedores años del nacimiento de la Segunda República, también vale la pena que recordemos que tenemos el deber de estudiarla y analizarla sin los prejuicios ideológicos que todavía persisten en la historiografía oficial en España. Fue un gran experimento que se colapsó, y el colapso vino provocado no sólo por el Alzamiento del 18 de julio, sino también -bastante antes de esta fecha- por los intereses políticos que nunca aceptaron las reglas de la democracia.

Hace algunas semanas, un consejero de la Generalitat de Cataluña anunció la provisión de fondos para la identificación y nuevo enterramiento de todas las personas que fueron asesinadas por las fuerzas franquistas durante la Guerra. Sin embargo, no está previsto que se haga lo mismo para el igualmente gran número de personas asesinadas por la izquierda y los elementos anarquistas. Su explicación fue que las víctimas de Franco tenían una posición moral y ética, mientras que los asesinados bajo la República eran «rebeldes» y no tenían categoría ética.

El ejemplo demuestra que lo que aparece ahora en la superficie sobre el debate de la Guerra Civil es una franca polarización de ideología, que sigue siendo igual de corrosiva que en la generación anterior. Y la polarización surge a causa de una deliberada negativa a estudiar con imparcialidad los acontecimientos de las primeras décadas del siglo XX.

Henry Kamen, historiador. Acaba de publicar The Disinherited: The Exiles who Created Spanish Culture.