Lo que nos dicen las nominaciones al Oscar 2020 sobre los hombres blancos

Joaquin Phoenix en una escena de la película "Joker". (Niko Tavernise/Warner Bros. Pictures via AP)
Joaquin Phoenix en una escena de la película "Joker". (Niko Tavernise/Warner Bros. Pictures via AP)

Ha pasado mucho tiempo desde que perdí la confianza en los Premios de la Academia para determinar a las mejores películas y actuaciones del año anterior. Pero, a pesar de sus considerables limitaciones, las nominaciones al Oscar 2020 publicadas el lunes tienen mucho que decir sobre uno de los temas más importantes y explosivos que enfrentamos hoy en día: los hombres blancos.

Seis de las nueve películas nominadas a mejor película —“1917”, “Ford v Ferrari”, “The Irishman”, “Joker”, “Jojo Rabbit” y “Once Upon a Time in Hollywood”— son casi exclusivamente sobre hombres, y una séptima, “A marriage story”, se ocupa sustancialmente de la masculinidad. Que las preferencias de los votantes de la Academia sean tan limitadas —especialmente en un año con muchas otras alternativas— es una pena para ellos y para su industria, ya que las nominaciones al Oscar pueden ayudar a los actores a obtener papeles en el futuro y a los directores a obtener la financiación y distribución para sus próximos proyectos. Pero dado el poder que ejercen los hombres y el daño que pueden hacer, resolver la masculinidad es un esfuerzo artístico digno.

El hecho de que “Joker”, la película inconsistente y superficialmente seria de Todd Phillips sobre la transformación del enfermo mental Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) de víctima a villano, obtuvo más nominaciones que cualquier otra película lanzada en 2019, es una tontería, especialmente en un año en que existe la radical historia de superhéroes “Watchmen, de HBO. Pero el hecho de que haya funcionado tan bien ilustra una tensión persistente en la forma en que hablamos de los hombres blancos con problemas, aquellos que desatan su ira en arranques de violencia. ¿Qué sucede cuando el deseo de diagnosticar la ira y la violencia en nombre de la prevención crea una empatía inapropiada hacia aquellos que violentan para remodelar el mundo de acuerdo con sus propios deseos? Durante toda la película, “Joker” se tambalea en esa cuerda floja. El hecho de que Phillips no haya logrado andar mejor ese camino es su fracaso como director; el que no hayamos descubierto cómo hablar sobre hombres blancos violentos de una manera más clara es una medida de nuestro fracaso como sociedad.

Entender qué es lo que hace que los hombres hagan cosas malas es, al mismo tiempo, emocionalmente desgastador y algo importante que debemos lograr si queremos que todos los demás estén más seguros. También es solo la mitad de la conversación. Es por eso que “1917”, “Ford v Ferrari” y “The Irishmen”, todas las películas sobre hombres que intentan ser buenos —aunque en algunos casos fracasen— son mucho más interesantes que “Joker”.

“Ford v Ferrari”, como “Joker”, presenta a un hombre marginal que cree que un sistema corrupto lo trata injustamente e ignora sus ideales. Sin embargo, a diferencia de “Joker”, “Ford v Ferrari” coloca al piloto de prueba Ken Miles (Christian Bale) en conversaciones con el conductor y desarrollador de automóviles Carroll Shelby (Matt Damon), un experto en la industria de las carreras. La película resultante es un debate sobre el compromiso y la pureza, y un argumento sobre cómo el estira y afloja entre ellos es necesario para alcanzar la grandeza. “Ford v Ferrari” es simultáneamente una gloriosa fantasía masculina sobre autos sexies y un argumento sólido y comprensivo a favor del crecimiento.

De la misma manera, “The Irishman” presenta el lento pero devastador caso de cómo lo que queda después de que termina el arranque de violencia es, simplemente, la nada. El asesino a sueldo de la mafia Frank Sheeran (Robert De Niro) marca su identidad a partir de sus relaciones con hombres poderosos de la mafia y el líder sindical Jimmy Hoffa (Al Pacino). Pero aunque a Frank no parece importarle mucho la mayoría de las personas que asesina, queda devastado cuando la persona que más ama, su hija Peggy (Anna Paquin), decide retirarse de su vida como una declaración en contra de su profesión.

La película transcurre como si el director Martin Scorsese quisiera subrayar este punto para todos los fanáticos que buscaban la violencia en la cinta: este camino no termina con el personaje principal convirtiéndose en una especie de supervillano glamoroso, sino como un anciano discapacitado y abandonado, que espera en la fila de un banco para ver a una hija que se niega a hablar con él.

El joven héroe de la comedia sobre el Holocausto de Taika Waititi nominada a la mejor película, “Jojo Rabbit”, sufre tragedias mayores, incluyendo la pérdida de su madre a manos de verdugos nazis. Pero al menos se beneficia de un despertar moral anterior al de Sheeran, rechazando el hitlerismo cuando todavía tiene tiempo de crecer para ser un buen hombre.

Y Lance Corporal Schofield, interpretado con una maravillosa sensibilidad y estoicismo por George MacKay en “1917”, nos muestra cómo se ve un buen hombre en acción. Enviado en una misión suicida para evitar que las tropas inglesas caigan en una trampa alemana, Schofield y un compañero son el inverso de la autocompasión de Fleck y la decisión de Sheeran de externalizar su moralidad. La idea del deber está tan fuera de moda tanto en el arte como en la política que Schofield y “1917” logran que parezca fresca al mismo tiempo que demuestran lo que cuesta cumplir un ideal.

Sería bueno que los votantes de la Academia y las personas que hacen las películas estuvieran tan interesados ​​en la vida interior de las mujeres, las personas de color y las personas que no son estadounidenses o británicas como con los hombres blancos. Quizás la única forma de que eso suceda es que las personas que tradicionalmente han estado en los márgenes tengan la capacidad de causar tantos problemas como los hombres blancos, quienes a menudo terminan en el centro de la historia. Hasta entonces, la Academia podría nominar películas que al menos muestren cierto escepticismo sobre los hombres, en lugar de dar por sentado su heroísmo y moralidad.

Alyssa Rosenberg writes about the intersection of culture and politics for The Washington Post's Opinions section. Before coming to The Post in 2014, Alyssa was the culture editor at ThinkProgress, the television columnist at Women and Hollywood, a columnist for the XX Factor at Slate and a correspondent for The Atlantic.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *