Lo que nos separa de nuestros vecinos

Habrá quien recurra al tópico de que «España es diferente» para justificar las funestas predicciones del Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea, que indican que mientras la gran mayoría de nuestros socios comunitarios comienzan a dejar atrás la fase más dura de la crisis, la economía española sigue en caída libre.

La cuestión no es si España es o no diferente, sino por qué lo es. Está claro que España es diferente porque tenemos un Gobierno que va contracorriente, que sube impuestos cuando todos los rebajan, que genera nuevos y mayores problemas para los españoles en vez de buscar soluciones para crear empleo, y que se zafa de sus deberes con falsedades sobre el papel del Estado, volcando la responsabilidad sobre las comunidades autónomas, maniatadas competencialmente para poner freno al descalabro económico que estamos sufriendo.

España es diferente porque su presidente es diferente, porque actúa sin guión, porque alimenta la incertidumbre a cada paso que da, porque no sabe qué necesita España, ni mucho menos cómo lograrlo. Somos un barco a la deriva en la inmensidad de la marejada económica en la que ya navegan con rumbo firme los países de nuestro entorno. Antonio Machado dijo que «en política sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire, jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela». Por ello, el proyecto socialista de Zapatero, si es que lo hay, está llamado al fracaso. Y todo, porque el señor Zapatero no gobierna para satisfacer las necesidades de los ciudadanos, sino en función de sus intereses políticos. Sin una acción responsable, ordenada y rigurosa del Estado es imposible que salgamos de la crisis. Sin políticas de Estado no hay recuperación posible. Desde antes que Adam Smith formulara los más básicos principios del capitalismo, la confianza tenía un papel fundamental para la buena marcha de cualquier economía de mercado. Sin embargo, la soberana lección de improvisación que cada día nos ofrece el presidente del Gobierno, ahuyenta la confianza y, con ella, las posibilidades de crear empleo y crecimiento económico.

Lo contrario. Así se resume la política del señor Rodríguez Zapatero, sordo y ciego ante las voces y señales que marcan el camino de la recuperación, e indolente a los problemas de la sociedad que gobierna. Reputados expertos internacionales, alguno como Edward Prescott, laureado con el Premio Nobel de Economía, señalan a España como el ejemplo de lo que no debe hacerse frente a la crisis, en contraposición a países como Alemania y Francia, que marcan el camino de la recuperación.

En tanto que España sigue dependiendo de la inspiración de su presidente, en un ejercicio de iluminación divina, nuestros vecinos son el ejemplo claro de la salida de la recesión económica. Se recuperan porque sus gobiernos han implicado a toda la sociedad en la reparación de sus mercados y no se han dedicado, como nuestro presidente, a dinamitar el diálogo social. Han generado confianza entre sus ciudadanos, entre los empresarios, entre los gobiernos territoriales. Han impulsado las inversiones en tecnología, en educación, en infraestructuras. Han apostado por las regiones y las entidades locales y han establecido reducciones fiscales a la clase media, sobre todo para las rentas menos altas. En España, muy al contrario, la confianza se evapora y la incertidumbre crece en todas las áreas fundamentales para nuestro desarrollo, basta con observar lo que está pasando con la política hídrica.

La demostración de que no sólo no hacemos lo mismo que esos países, sino todo lo contrario, es el Proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2010. Las cuentas, con grandes recortes en I+D+i y una subida de impuestos indiscriminada, van a retraer de manera decisiva el consumo, lo que va a obstaculizar cualquier posible intento de recuperación.

Unos Presupuestos así disuaden la actividad económica y empresarial y, como consecuencia, impiden la creación de empleo, que es, o debería ser, el objetivo fundamental. El presidente del Gobierno no nos puede hablar de recuperación económica con un 20% de paro. Que ridícula se recuerda ahora la promesa de pleno empleo que hace año y medio nos hizo. Tenemos más de cuatro millones de personas sin trabajo y él sigue sonriendo. Simplemente, intolerable.

Nuestros vecinos europeos, con su ejemplo, nos muestran soluciones, pero nuestro Gobierno sigue enrocado en la ineficacia y el gasto desenfrenado, lejos de la austeridad y la coherencia que la situación demanda. España, ¿es diferente? Lamentablemente, con este Gobierno, sí. Triste ejemplo para la próxima presidencia de la Unión Europea.

Ramón Luis Valcárcel, presidente de la Región de Murcia.