Lo que Pedro Sánchez no le dijo a Joe Biden acerca del independentismo

Todos hemos visto a Pedro Sánchez correteando tras el presidente estadounidense Joe Biden para hacerse la foto en la cumbre de la OTAN inaugurada el 14 de junio. Pero cabe preguntarse qué habría dicho Biden si Sánchez le hubiera podido contar en su crujiente inglés a qué se está dedicando estas últimas semanas.

Es probable que en un primer momento el pope del progresismo yanqui ni siquiera lograra entender lo de los indultos a los cabecillas independentistas. Y explicar lo de la financiación del separatismo catalán por parte de todos los presidentes de la democracia española no habría contribuido a que Biden lograra desentrañar la compleja trama de corrupción política derivada del café para todos de la Constitución del 78.

Para ponérselo más fácil al líder del mundo libre, Pedro Sánchez hubiera tenido que buscar un símil con la política de Estados Unidos. El equivalente del enjuague sanchista del independentismo catalán sería una alianza unilateral de Biden con el partido secesionista Yes California, desviando fondos públicos para apoyar la separación del estado de California de la Unión. Estado cuyo nuevo estatus de nación sería sufragado con el dinero de todos los contribuyentes.

Al escuchar esto, el POTUS americano se quedaría cuajado. La mera posibilidad de que el presidente de Estados Unidos pacte con partidos nacionalistas o filoterroristas mantenidos con dinero público es una distopía que supera la imaginación de los escritores de ciencia ficción más avezados. Biden sabe que si osara hacer algo semejante, estaría fuera de la Casa Blanca (y dentro de la cárcel) en un par de horas.

¿Por qué el Calexit de Estados Unidos no llegará nunca a nada? Pues muy sencillo. En primer lugar, la Constitución estadounidense impide que las asociaciones políticas que atentan contra la unidad de la nación lleguen a tener un estatus oficial de partidos nacionales. Al no recibir un solo dólar de financiación pública, estos intentos de montar proyectos nacionalistas (como el mencionado de California, o los de Texas) se quedan en pequeñas asociaciones locales (la cuenta de Yes California en Twitter tiene 19.300 seguidores) que dependen de la financiación privada y que apenas reciben cobertura por parte de los medios de comunicación.

Huelga decir que ninguno de los dos grandes partidos nacionales (el Republicano y el Demócrata) pacta jamás nada con estas asociaciones liliputienses.

Pero, ojo, que entre el nacionalismo californiano y el catalán hay más conexión de la que pudiera parecer a primera vista. En septiembre de 2017, el partido Yes California tuiteó: “Del mismo modo que Catalonia no pide permiso a Madrid, nosotros no vamos a pedir a Washington que nos conceda la libertad, sino que haremos una Declaración Unilateral de Independencia”.

Los secesionistas californianos tenían la mirada puesta en Cataluña, pero buena parte de su energía procedía del poderoso sentimiento contrario a Trump, pese a que cuatro millones de californianos le votaron en las generales de 2016. Si en España el nacionalismo es un tema que copa los telediarios desde hace cuatro décadas, en Estados Unidos buena parte de la audiencia televisiva apenas sabe lo que significa la palabra nacionalismo, que escuchan en la información internacional como algo relacionado con Europa, pero que no va con ellos.

Por eso a ese Biden perseguido sin misericordia en Bruselas por Pedro Sánchez le hubiera costado creer que en España existen líderes de izquierdas que aseguran, como hizo Irene Montero en julio de 2017 en el programa Al rojo vivo, que “la mayor parte de España considera a Cataluña una nación”.

O, como hizo Beatriz Talegón en noviembre de 2017, que “Cataluña tiene mayor cultura democrática que el resto del país”.

Para explicarle esto al bueno de Biden habría que trazarle otro símil para hacerle imaginar a la neoyorquina Alexandria Ocasio-Cortez asegurando que casi todo Estados Unidos considera a California una nación independiente o que los californianos tienen mayor cultura democrática que los de ningún otro estado de Estados Unidos.

Y al oírlo es probable que el presidente hubiera murmurado algún reniego incrédulo bajo la mascarilla en su atribulada carrera por los pasillos de la OTAN. Porque sabría que la carrera de su colega Ocasio en el Partido Demócrata se habría terminado al instante tras proferir estas palabras.

En toda la historia de Estados Unidos jamás un Gobierno, de izquierdas o de derechas, ha financiado con dinero público el proyecto secesionista de un estado de la Unión. Tampoco un presidente estadounidense ha favorecido nunca descaradamente a un estado para apoyarle en su tentativa de independizarse del país, canalizando fondos federales o de organizaciones supranacionales para ayudar a llevar esa secesión a cabo. Ni la izquierda nacional estadounidense ha capitalizado jamás en beneficio propio los movimientos secesionistas que pudieran brotar en algún estado.

Así que casi es mejor que Sánchez no haya logrado superar los 29 segundos de charla con Biden. Porque como hubiera logrado despertarle la curiosidad y Biden gugleara “Spain” y se enterara de la que hay aquí liada ahora mismo, es probable que la próxima vez le recibiera como Jean-Claude Juncker a Viktor Orbán en la cumbre europea de Lituania, con una sonora colleja en señal de su desprecio más absoluto.

Gabriela Bustelo es escritora y periodista.

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