La adolescencia es un periodo clave en el desarrollo. Entre otras cosas porque es muy probable que, durante esta etapa, la mayoría de los adolescentes tengan que tomar decisiones sobre el consumo de alcohol, tabaco o cannabis mientras comparten momentos de ocio con sus amistades.
Si observamos los datos más recientes de la prevalencia de consumo de sustancias en España encontramos que el alcohol y el cannabis son, respectivamente, las sustancias legal e ilegal más consumidas por los adolescentes. En los últimos 30 días, el 53,6 % consumió alcohol y el 14,9 % consumió cannabis. Una práctica usual es el consumo concomitante de ambas sustancias, encontrándose prevalencias del 54 % en el último año y del 8,75 % en el último mes.
La literatura científica muestra que esta práctica se relaciona con una mayor frecuencia y cantidad de consumo de ambas sustancias que cuando se consumen solas, así como con una mayor probabilidad de conducir bajo el efecto de las drogas, de realizar conductas sexuales de riesgo o de presentar problemas de salud mental a largo plazo.
No obstante, aunque hay circunstancias que los adultos no podemos controlar, sí podemos actuar frente a estas situaciones. Los padres podemos tomar decisiones y educar a los hijos en ciertas habilidades que les ayuden a mantenerse alejados de las drogas y aprender conductas saludables.
Nuestra forma de comunicarnos, nuestras opiniones, el cariño que mostramos, las normas que establecemos y, sobre todo, nuestro modelo de comportamiento les ayudarán a reducir la probabilidad de que consuman alcohol, tabaco u otras drogas ilegales o, por el contrario, contribuirán a una mayor probabilidad de que las consuman.
El contexto es fundamental: menos conflicto, menos consumo
Para entender este fenómeno es necesario considerar el contexto de la persona. La familia es el entorno primigenio en el que aprendemos valores y desarrollamos el sentido de pertenencia. Esto hace que los padres puedan ejercer una gran influencia sobre sus hijos durante las diversas etapas del desarrollo. De hecho, la asociación entre el consumo de sustancias en la adolescencia y la relación con la familia está bien establecida por la literatura científica.
Una mayor presencia de conflicto en la familia predice un consumo más prolongado y problemático. Por lo contrario, el apoyo y una buena comunicación se relacionan con menor riesgo de consumo.
Otro factor familiar ampliamente estudiado son las normas respecto al propio consumo. Hay consenso en que cuando los adolescentes no tienen normas claras o perciben que sus padres aprueban el consumo, su frecuencia de uso de sustancias es mayor.
Actualmente resulta de interés el consumo conjunto de alcohol y cannabis en la adolescencia. Parece que esta práctica es más frecuente en chicos, pero no existen estudios previos que examinen su relación con el funcionamiento familiar en función del sexo. Este análisis resultaría interesante, pues, en función de los roles de género socialmente establecidos, los padres podrían fomentar comportamientos diferentes en sus hijos que en sus hijas. Y los adolescentes, según su sexo, podrían interpretar el contexto familiar de manera diferente.
Recientemente se ha publicado un artículo que pretende abordar estas cuestiones. El objetivo fue examinar la relación entre la comunicación, el apoyo, la presencia de conflicto en la familia y el establecimiento de reglas y consecuencias, con el consumo de alcohol y cannabis de una muestra de adolescentes españoles. Las diferencias se examinaron en función de sexo y en el marco temporal del último mes.
Según este estudio, el 23,9 % de los chicos y el 29,2 % de las chicas había consumido alcohol en los últimos 30 días, mientras que el 9,9 % de los chicos y el 7,6 % de las chicas consumió alcohol y cannabis de forma conjunta. Las chicas indicaron la presencia de una mejor comunicación y más apoyo social en sus familias que los chicos.
Consecuencias coherentes por saltarse las normas
¿Cuáles fueron los resultados encontrados sobre la relación de las variables familiares con el consumo de estas dos sustancias? Los adolescentes no consumidores presentaron un mejor funcionamiento familiar, una mejor comunicación y apoyo social, menor presencia de conflicto y la presencia coherente de consecuencias por saltarse las normas.
Además, se encontraron algunas diferencias en función del sexo. Los chicos con mayor conflicto familiar tuvieron una mayor probabilidad de ser consumidores tanto de alcohol, como de alcohol y cannabis conjuntamente. Respecto a las chicas, una mejor comunicación familiar y una aplicación de consecuencias coherentes por saltarse las normas estuvo asociada a una menor probabilidad de consumo.
Al fin y al cabo, la familia es una pieza clave también en otros problemas durante la adolescencia, como la conducta suicida. Por lo tanto, al igual que existe la responsabilidad de atender y cuidar el desarrollo de los niños y adolescentes, resulta clave tener en cuenta a la familia en la elaboración de estrategias tanto de prevención como de intervención en el consumo de sustancias y otras iniciativas que aborden su bienestar.
Ni muy rígidos ni muy laxos
Pero volvamos a la pregunta que da título a este texto: ¿qué puede hacer la familia para prevenir el consumo de drogas durante la adolescencia? Un ambiente familiar donde se fomente una comunicación clara y honesta, los padres se muestren disponibles como fuente de apoyo, existan normas claras y los conflictos se resuelvan con cariño y respeto disminuye la probabilidad de consumo, enseñando asimismo al adolescente un repertorio de habilidades que le acompañará a lo largo de su vida.
Es poco probable que los adultos seamos un modelo perfecto de conducta. Pero sí conviene saber que no supervisar qué están haciendo nuestros hijos, la ausencia de normas claras en el funcionamiento familiar o la imposición de disciplina muy rígida o muy laxa incrementa la probabilidad de tener problemas de conducta y, por ende, de consumo de drogas.
Ya lo dijo Benjamin Franklin hace muchos años: unos gramos de prevención valen más que un kilo de curación.
Dalila Eslava, estudiante de doctorado en el departamento de Psicología, Universidad de Oviedo; Carmela Martínez Vispo, profesora del departamento de Psicología Clínica y Psicobiología, Universidad de Santiago de Compostela; Susana Al-Halabí, profesora del departamento de Psicología, Universidad de Oviedo y Víctor José Villanueva Blasco, director del Máster Universitario en Prevención en Drogodependencias y Otras Conductas Adictivas, Universidad Internacional de Valencia.