Por Koichiro Matsuura, Director General de la UNESCO (ABC, 06/08/06):
EL desarrollo social y económico en nuestro universo moderno, industrializado y mundializado es imposible sin una mano de obra competente y formada. Las inversiones de capital y la ayuda al desarrollo serán más fructíferas si las poblaciones locales poseen los conocimientos necesarios para aprovecharlas. El primer paso para crear esas capacidades humanas es la educación.
En el año 2000, los Gobiernos del mundo entero se comprometieron a conseguir para 2015 que todos los hombres, mujeres y niños del planeta pudiesen acceder a la educación. Desde entonces, han ingresado en las escuelas primarias del África Subsahariana y del Asia Meridional y Occidental unos 20 millones de nuevos alumnos. Además, 47 países han logrado la universalización de enseñanza primaria, mientras que el número de alumnos matriculados en centros de enseñanza secundaria ha progresado a un ritmo cuatro veces más rápido que el de los escolarizados en primaria. Por otra parte, un estudio del gasto público en educación de 110 países ha puesto de manifiesto que en 70 de ellos experimentó un aumento sustancial.
No obstante, todavía hay sin escolarizar más de 100 millones de niños en edad de cursar la enseñanza primaria. La mayoría de ellos viven en África y un 55 por ciento de ellos son niñas. Además, sigue sumida en el analfabetismo cerca de una quinta parte de la población adulta mundial, esto es unos 771 millones de seres humanos, de los cuales dos tercios son mujeres. Para lograr que la educación para todos sea una realidad, es necesario que la firme voluntad política y los recursos humanos y financieros de la comunidad mundial contribuyan a esta empresa. La reunión que han celebrado en San Petersburgo los países miembros del G-8 en el mes de julio ofreció la posibilidad de acelerar la dinámica en pro de la educación. En efecto, son estos países los que financian principalmente la ayuda internacional a la educación para todos y ésta no se podrá lograr sin su concurso. El año pasado, en la reunión del G-8 celebrada en Gleneagles (Reino Unido) se prometió que se incrementaría anualmente la ayuda al desarrollo hasta alcanzar en 2010 la suma de 50.000 millones de dólares. También se indicó que por lo menos la mitad de esa ayuda se destinaría a África. No se ha determinado con precisión qué parte se va a asignar a la educación, pero se supone que ésta debería recibir una porción sustancial.
Si se quieren alcanzar los objetivos de la educación para todos de aquí a 2015, sería menester que la ayuda a la educación básica pase de los 4.400 millones de dólares que alcanzó en 2004 a 12.000 millones anuales. Asimismo, es necesario que se dé prioridad a los países que más la necesitan, ya que hoy en día los 52 países menos adelantados del planeta sólo reciben un tercio de la ayuda total a la educación, mientras que los dos tercios restantes van a parar a países de ingresos medios con índices de escolarización en primaria relativamente elevados.
La UNESCO, junto con los demás organismos de las Naciones Unidas, la sociedad civil y los gobiernos, debe proponer orientaciones claras sobre la mejor forma de utilizar la ayuda financiera.
Se debe conceder una prioridad máxima a los docentes. De aquí a 2015 se necesitarán 18 millones más en todo el mundo. También será preciso que estén mejor formados. En efecto, hoy en día es frecuente que los maestros de muchos de los países más pobres apenas hayan cursado algo más que el ciclo de la enseñanza primaria. La alfabetización de los adultos y el aprendizaje a lo largo de toda la vida son también fundamentales. Los adultos alfabetizados se ganan mejor la vida, tienen familias menos numerosas y en mejor estado de salud, y se preocupan más por enviar a sus hijos a la escuela, en particular a las niñas.
Para que los gobiernos puedan planificar a largo plazo la educación, la ayuda debe ser más previsible. En el pasado, ésta ha experimentado variaciones importantes de un año a otro. Sin embargo, el gasto en educación es recurrente ya que es preciso abonar los sueldos a los maestros regularmente, construir escuelas y mantenerlas en buen estado, suministrar libros de texto y material pedagógico a alumnos y maestros, y proporcionar incentivos materiales a las familias pobres para que envíen a sus hijos a la escuela.
En muchas partes, la escolarización se ha impulsado de forma decisiva gracias a la supresión del pago de derechos de matrícula, la oferta de comidas gratuitas en las escuelas y las subvenciones para compensar las pérdidas de ingresos de las familias al enviar a la escuela a los niños que trabajan. Cuando Kenya suprimió los derechos de escolaridad en 2003, el número de alumnos en primaria aumentó en 1.200.000. Tan sólo un año después, 84 por ciento de los niños en edad de cursar este ciclo de enseñanza estaban escolarizados.
Lograr la educación para todos es un proceso complejo y prolongado, que exige un compromiso a largo plazo. Los 12.000 millones de dólares anuales que la educación necesita no suponen un gasto desmesurado, cuando se sabe cuán grandes son los beneficios que puede aportar esta inversión a las naciones, las comunidades y las personas.