Logros y retos del mercado de trabajo

Según los datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA), la economía española creó 525.100 empleos en 2015, lo que supone un crecimiento del 3 por ciento, que triplica el ritmo de creación de empleo en la zona euro. La tasa de paro, que se aproximó al 27 por ciento durante la crisis, ya se sitúa por debajo del 21 por ciento de la población activa, de forma que nuestra economía ha registrado en los últimos tres años la mayor rebaja de la tasa de paro en la UE. Según la EPA, la reducción anual del número de parados se aproxima a las 700.000 personas, un máximo histórico.

Este comportamiento favorable del mercado de trabajo ha venido impulsado por una economía que creció un 3,2 por ciento en 2015, frente al 1,5 por ciento previsto para la zona euro. Los vientos de cola derivados de unos menores precios del petróleo, un entorno de bajos tipos de interés y una depreciación del tipo de cambio, han sido factores relevantes para evitar una mayor ralentización de la economía de la zona euro. No obstante, el crecimiento diferencial de la economía española en este contexto tiene sus fundamentos en una marcada agenda de reformas estructurales que ha sentado las bases de un crecimiento más equilibrado y sostenible.

Un ejemplo claro de cómo las reformas estructurales han mejorado el comportamiento de la economía y la capacidad de creación de empleo se puede observar en el mercado de trabajo. Los análisis realizados antes de la reforma del mercado de trabajo mostraban que España necesitaba crecer a tasas cercanas al 2 por ciento para crear empleo neto. Actualmente, el umbral de creación de empleo se sitúa en el entorno del 0,7 por ciento, de forma que con esa tasa de crecimiento anual la economía española crea empleo neto.

Estos son avances claros cuyo rumbo hay que mantener si se quiere conseguir la cota de los 20 millones de personas trabajando en España y reducir a un dígito la tasa de paro. Cuando se alcancen estos objetivos podremos dar por superada la crisis. No hay autocomplacencia en el Gobierno al respecto, pero tampoco se puede admitir que se ignore el giro que se ha dado al mercado de trabajo. Con el argumento de la precariedad como arma arrojadiza política, se falsea la realidad de cientos de miles de personas que antes estaban en el paro y ahora tienen un trabajo.

¿Es suficiente? No ¿Es mejorable? Sí. Un debate sobre el mercado laboral que pretenda avanzar en la solución de los problemas debe partir de su reconocimiento. Las elevadas tasas de temporalidad y el paro de larga duración son en estos momentos las dos cuestiones que deberían centrar las propuestas en el mercado laboral, pero sin perder la perspectiva y lo que se ha avanzado. Un mercado laboral en el que el 75 por ciento de los trabajadores tienen un contrato fijo no es un mercado laboral precario.

La temporalidad en España ha descendido a niveles del 25 por ciento desde el 35 por ciento alcanzado en los años previos a la crisis. Es un nivel elevado en comparación con la media de la zona euro, pero hay que tener en cuenta la estructura productiva en España, con un sector turístico muy concentrado en los meses centrales del año. Hay que seguir rebajando la temporalidad porque un porcentaje excesivo perjudica la confianza en el futuro de las familias y reduce la productividad por una menor inversión en formación. Hay que eliminar las causas que frenan la contratación indefinida de las empresas, en el sentido marcado por la reforma laboral. Derogarla sería un error.

El paro de larga duración es el segundo principal problema de nuestro mercado de trabajo y donde es prioritario abordar todo lo relativo a políticas activas. La mejora de la situación económica ha permitido, no obstante, que el número de personas que llevan entre uno y dos años sin empleo acumule casi dos años y medio de descensos anuales superiores al 20 por ciento. A finales de 2015 el número de personas que llevaban entre uno y dos años desempleadas se ha reducido a la mitad respecto al máximo alcanzado a principios de 2013.

Por su parte, el paro de muy larga duración, personas que llevan paradas más de dos años, ha tardado más en comenzar a descender, si bien a finales del pasado año se reducía a un ritmo superior al 12 por ciento. Se trata de una senda favorable, pero que no debe hacernos olvidar que todavía hay más dos millones de desempleados de muy larga duración cuya esperanza depende de que seamos capaces de que la economía y el mercado de trabajo funcionen a pleno rendimiento.

Es esencial perseverar en los esfuerzos para seguir mejorando el funcionamiento del mercado de trabajo y, en especial, la modernización de las políticas activas de empleo con el fin de conseguir que estos colectivos se suban también al tren de la recuperación. La experiencia en Europa demuestra que la reducción del desempleo estructural exige profundizar en la mejora del funcionamiento de los servicios de colocación, impulsar la formación y su adaptación a los nuevos sectores productivos, incrementar la movilidad laboral y fortalecer el emprendimiento y la innovación. Estos debates son los que merecen la pena y los que, estoy convencido, quieren oír los españoles.

Íñigo Fernández de Mesa, secretario de Economía y Apoyo a la Empresa.

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