Los actores extrarregionales en América Latina (I): China

En los últimos, años el tirón del prolongado y sostenido crecimiento económico de la República Popular China ha impulsado de una forma considerable las exportaciones latinoamericanas de productos primarios (hidrocarburos, minerales, alimentos, etc.) a sus mercados y, con ellas, el crecimiento de buena parte de las economías de la región. Este hecho se ha visto confirmado, más recientemente, por la visita del presidente chino, Hu Jintao, y la de otros altos cargos del gobierno de Pekín, a varios países de América Latina. Al mismo tiempo, pero en la dirección contraria, hemos visto a numerosos mandatarios latinoamericanos, de todas las latitudes y de todas las tendencias políticas, peregrinando a la capital de China y a sus principales ciudades, en un intento de consolidar las oportunidades de negocio surgidas en los últimos años, buscando asegurar nuevas inversiones para sus respectivos países y con el ánimo manifiesto de potenciar las relaciones diplomáticas bilaterales. Estos numerosos viajes de ida y vuelta confirman un mutuo y, relativamente, flamante descubrimiento, que habla de un interés creciente de los unos por los otros, y viceversa, en un movimiento que indudablemente va en aumento y, a veces, a una velocidad insospechada.

Este interés mutuo ha generado elevadas expectativas por ambas partes, algunas viables y otras totalmente desproporcionadas o desmedidas, que en caso de no cumplirse en un porcentaje significativo podrían terminar provocando agudas frustraciones, especialmente del lado latinoamericano. De algún modo, toda esta situación ha generado una abundante bibliografía en torno a las relaciones sino-latinoamericanas, que son a la vez una muestra y una evidencia del gran interés de analistas y académicos internacionales por estas cuestiones. Junto a ello no hay que olvidar que Argentina, Brasil, Chile, Perú y Venezuela han reconocido a China como un mercado atrayente, mientras China le otorgó a la mayoría de ellos la consideración de “destino turístico”, lo que ha servido para eliminar restricciones para las visitas que los cada vez más numerosos viajeros chinos puedan realizar a buena parte de los paraísos turísticos latinoamericanos. También, habría que agregar que la mirada latinoamericana no sólo se dirige hacia China, sino también a otros países de Asia, comenzando por la India, el otro gran coloso asiático, sin olvidar a Vietnam, Indonesia, Tailandia, Malasia y Singapur, por citar sólo unos pocos ejemplos. Por eso, uno de los objetivos de este trabajo es tratar de identificar cuáles son las principales características del masivo desembarco chino en América Latina y de las expectativas cruzadas de chinos y latinoamericanos ante este movimiento.

De una parte están las expectativas de China en América Latina. Al hablar de ellas no se debe olvidar que América Latina sólo es la cuarta prioridad en materia de política exterior china. En primer lugar tenemos a los países de la cuenca del Pacífico (especialmente EEUU y el sudeste asiático), seguidos de Europa y África. De ahí que resulte muy conveniente preguntarse ¿qué espera China de América Latina? En torno a este interrogante hay numerosas cuestiones y problemas, que podrían sintetizarse en las siguientes: (1) garantizarse fuentes de aprovisionamiento continuo y regular de materias primas; (2) el reconocimiento de la República Popular China por aquellos países que todavía no lo han hecho y el aislamiento internacional de Taiwán; (3) la presencia de China en América Latina implica, de alguna manera, un desafío a los EEUU, cuestionados en su propio “patio trasero”; por eso es importante tener presente cómo influye esta cuestión sobre los tiempos y los modos del “desembarco” chino en la región latinoamericana; (4) la expansión china choca permanentemente con los cambios políticos que están ocurriendo en América Latina, y si bien el pragmatismo ha caracterizado las relaciones diplomáticas bilaterales de los chinos con los distintos países americanos en las décadas pasadas, el problema de fondo que se presenta actualmente es cómo ven el giro a la izquierda que teóricamente está teniendo lugar en América Latina y cómo actúan frente al mismo; y (5) la cooperación en materia de Defensa. Por último, tenemos la tan mentada cuestión de la triangulación entre España, China y América Latina, sobre la cual los chinos tienen una mirada más bien escéptica.

Simultánea e inversamente están aquellas cuestiones vinculadas a las expectativas que tienen los latinoamericanos respecto a China, lo que explica una larga serie de visitas de mandatarios latinoamericanos a Beijing. ¿Qué espera América Latina de China? Es evidente en este punto que hay que comenzar por lo más elemental, marcando la dificultad de generalizar sobre la región, ya que los puntos positivos y negativos de la relación con China varían de país a país. Es obvio que todos quieren aprovechar en su beneficio las enormes oportunidades económicas que se están produciendo en Asia, comenzando, aunque no terminando, en China, lo que de alguna manera implica no quedarse al margen de los grandes cambios que están ocurriendo en el mundo. De alguna manera, esto significa optar entre la adaptación más o menos forzada, más o menos voluntaria, a la globalización o sólo mantener una apuesta por aprovechar coyunturalmente el tirón de la presencia y de la demanda chinas en la región.

En líneas generales se puede decir que nos encontramos frente a los siguientes problemas y cuestiones: (1) la necesidad de poder disponer de mercados internacionales dinámicos y pujantes para las exportaciones de los productos propios; (2) la competencia china con las manufacturas locales, que en algunas circunstancias adquiere una gran dureza; (3) la inversión extranjera directa (IED) de capitales chinos en algunos países concretos y en determinados sectores estratégicos de la región –energía, agricultura extensiva de exportación, minería, etc.–; (4) contrarrestar la presencia e influencia política y económica de los EEUU, e inclusive de la UE en América Latina; y (5) finalmente, hay algunas relaciones bilaterales que, en función del desarrollo político reciente de la región, merecerían alguna reflexión. Se trata de las relaciones entre Cuba y China y Venezuela y China. En este último caso, las expectativas venezolanas pasan por el aporte que puede hacer la República Popular al proceso nacional de rearme y por la posibilidad de que sea China quien permita construir y poner en órbita el satélite Simón Bolívar, el primer satélite con que contaría la república bolivariana.

Leer artículo completo (PDF).

Carlos Malamud, Investigador principal de América Latina, Real Instituto Elcano.