Los afromexicanos, invisibilizados por 200 años, demandan ser tomados en cuenta

Espectadores en Cuajinicuilapa, Guerrero, estado con una de las poblaciones de afrodescendientes más grandes de México, en un evento de recibimiento al presidente Andrés Manuel López Obrador, el 14 de marzo de 2020. (Facebook de Hector Astudillo, gobernador del estado) (Cortesía Hector Astudillo)
Espectadores en Cuajinicuilapa, Guerrero, estado con una de las poblaciones de afrodescendientes más grandes de México, en un evento de recibimiento al presidente Andrés Manuel López Obrador, el 14 de marzo de 2020. (Facebook de Hector Astudillo, gobernador del estado) (Cortesía Hector Astudillo)

Hace unos días llegó al edificio donde vivo una encuestadora del Censo de Población y Vivienda 2020 en México y le pedí que me contara como una afrodescendiente. Era la primera vez en más de 200 años de México independiente que se incluía en un censo de este tipo a la gente que se reconoce como afromexicana, afrodescendiente o negra.

La reacción de mi familia fue de sorpresa: “No, nosotros no somos negros”, se escuchó en la casa. Y aunque no soy de piel oscura, mi cabello es inconfundiblemente afro, al igual que el de mis ancestros.

Mi bisabuelo, Santiago Sanders, era un afroamericano originario de Laredo, Texas, y su padre era de Baltimore, Maryland. En la foto de su boda se le puede ver usando un elegante traje negro con guantes blancos, sus ojos grandes, su nariz recta, sus labios gruesos, su piel oscura y el esfuerzo de relamer sus rizos.

Del lado materno mi abuela Vicenta Robles, originaria de la costa de Oaxaca, tenía el cabello rizado y la piel blanca. Solo dos de sus siete hijas y cinco de sus más de 40 nietos heredamos su tipo de pelo. Cuando la gente veía a mis padres, a mis hermanos —ninguno de cabello rizado— y luego a mí, mostraban un gesto de que algo no estaba bien, que era un accidente de la genética.

Crecer en un país clasista donde las raíces afro no son reconocidas y muchos menos un motivo de orgullo, tener el cabello rizado que visibiliza mi afrodescendencia, es algo que te acompaña toda la vida.

La población de África en México llegó con la conquista española. Algunos llegaron como siervos y la gran mayoría fueron esclavos sometidos a labores en cañaverales y minas. En un censo del Siglo XVI, se daba cuenta a la corona española de la presencia de 40,000 negros esclavos y en los años por venir llegarían entre 250,000 y 500,000 africanos debido al contrabando. Se creó un sistema de castas donde negros, mulatos y zambos se encontraban en el extremo más afectado en la escala social.

Con el movimiento de Independencia muchos insurgentes fueron despojados de su identidad afro. En el libro Vicente Guerrero: insurgente, militar y presidente afromexicano, la autora María Dolores Ballesteros explica cómo Guerrero, el primer presidente afrodescendiente en México y quien abolió la esclavitud, fue “blanqueado” en los retratos de la época para ocultar su rasgos negros.

En 2015, 1.38 millones de mexicanos se identificaron como afrodescendientes o afromexicanos, según la Encuesta Intercensal 2015. La cifra representa 1.2% del total de la población nacional y la mayoría se concentra en municipios de los estados de Guerrero —con casi 7% de su población—, Oaxaca y Veracruz. Pero hay motivos para pensar que somos más. Fue apenas en 2019 que el Congreso reformó la Constitución para incluir un apartado al artículo 2, donde reconoce los derechos de los afromexicanos. La forma en que ocurrió pasó casi desapercibida en la agenda nacional y fue tema de reclamo por el movimiento afrodescendiente en una sesión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos al Estado mexicano, donde se discutió el criterio racial para el Censo 2020.

Aquí en México, tener la piel más oscura implica mayor rezago educativo, se reduce el acceso a actividades mejor calificadas y la mejoría en la situación económica es menor comparado con las personas de piel más clara, según la percepción de movilidad social por autoreconocimiento de color de piel en el Módulo de Movilidad Social Intergeneracional 2017 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.

El rezago social y educativo en este sector es mayor al de la media nacional. En 6.9% de los afrodescendientes se registra analfabetismo, mientras que en el país es de 5.5%. Solo 66.5% de los afrodescendientes en México tiene agua entubada, mientras 74.1% del resto de los mexicanos cuenta con este servicio.

Tanya Duarte, directora del proyecto Afrodescencia en México, se autodefine como mexicana y negra. Tiene que viajar en las carreteras del país con el pasaporte en el bolso porque los agentes de migración la han detenido y obligado a cantar el himno nacional. Hace un par de años me explicó la importancia de saber cuántos negros y afrodescendientes hay en México y en qué condiciones viven para poder diseñar y aplicar políticas públicas que les ayuden a derribar los muros de la discriminación y la marginación.

Otra impulsora del movimiento afrodescendiente es Raquel Santiago, periodista originaria de Acapulco, Guerrero. Cuando la conocí, en 2001, me habló del movimiento de afrodescendientes y las acciones por generar una consciencia de orgullo afro en México, quitar los estigmas hacia las personas negras y mostrar perfiles de éxito en un país con profundas conductas racistas.

La visibilización de los afrodescendientes en el Censo 2020 es gracias al movimiento de organizaciones como Afrodescendencias en México, Copera, Asociación de Mujeres de la Costa de Oaxaca, México Negro, Mano Amiga de la Costa Chica y muchos otros mexicanos. No es una concesión del Estado ni una ocurrencia, es una deuda pendiente con millones de mexicanos, despojados de su herencia y tradiciones porque su presencia quedó velada en una idea de mestizaje donde la gente es blanca o morena, y donde “hay que mejorar la raza”.

México le debe a los afrodescendientes más de lo que imagina. Hoy buscamos fortalecer el orgullo de ser negros o con rasgos afro en un país que nos ha opacado desde su fundación, que quiso imponer la idea de un mestizaje que nos desvanece de la historia.

Nadia Sanders es periodista de investigación en México. Ha cubierto temas de seguridad, discriminación y derechos humanos.

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