Los agujeros negros del 11-M (XII): El testigo desprotegido

Por Fernando Múgica (EL MUNDO, 27/02/05):

Francisco Javier Lavandera se enteró en el verano de 2001 de que un grupo de delincuentes asturianos ofrecía a la venta una gran cantidad de explosivos.Querían también encontrar a alguien que supiera montar bombas con teléfonos móviles. Lavandera, tras comprobar que hablaban en serio, contó lo que sabía a la Policía Nacional y a la Guardia Civil. No le hicieron ningún caso a pesar de que insistió en muchas ocasiones. La publicación en EL MUNDO del contenido de una cinta, grabada por un agente de la Guardia Civil en 2001, con sus denuncias, provocó que el juez Juan del Olmo le declarara testigo protegido. Ahora, ha dejado de serlo en medio de la polémica de las acusaciones que hace contra él Nayo, un fugitivo de la Justicia. Insiste en que confía en las investigaciones del juez y en su imparcialidad para que se esclarezca toda la verdad.

No nos vamos a engañar. No va de santo ni es el hombre con el que sueñan todas las madres para futuro yerno. Francisco Javier Lavandera es un joven asturiano al que la vida le ha pasado por encima. Ha tenido que sobrevivir en un mundo bastante salvaje, el de la noche de gijón, lleno de maleantes, prostitutas y policías corruptos.

Las circunstancias le llevaron a aceptar un puesto de trabajo como portero del club Horóscopo. Sus cinco años en las fuerzas especiales del Ejército, su complexión atlética y su sangre fría le dieron la fama justa que necesita alguien que tiene que sacar del local a unos cuantos amigos gigantes muy pasados de copas.O que tiene que enfrentarse a un sórdido gañán que amenaza a las chicas con un cuchillo jamonero en la mano.

Por si fuera poco, nunca ha ocultado su amor por las armas. Es socio del club de tiro. Tiene dos carabinas del 22, dos escopetas de tiro al plato y a principios de mes se ha comprado una pistola HK de 9 milímetros homologada para el tiro olímpico. Por supuesto, todo legal, en regla y con papeles. La verdad es que si a alguien se le ha ocurrido ir a por él yo le aconsejaría que tomara precauciones porque -puedo dar fe de ello- a 25 metros es capaz de acertar en el centro de una diana realmente pequeña.

Puestas las cosas en claro también es imprescindible reseñar que Fran no ha sido acusado nunca por la Justicia de ningún delito. Es más, cuando se enteró de que unos delincuentes le ofrecían un negocio de venta de explosivos y que buscaban a alguien que fabricara bombas con teléfonos móviles, se apresuró a contárselo a las fuerzas del orden. Y no una, sino cinco, seis y hasta siete veces a lo largo de varios meses.

MAS DENUNCIAS

No ha sido el único delito que ha denunciado. Colaboró con la Justicia -sin recibir ninguna compensación a cambio-, para desenmascarar a otros delincuentes, lo que ha supuesto el desmantelamiento de varias peligrosas bandas extranjeras en Asturias. El juez del 11-M, Juan del Olmo, lo sabe y por eso, entre otras cosas, le declaró testigo protegido cuando este periódico desveló una cinta en la que el agente de Información de la Guardia Civil Jesús Campillo había grabado la denuncia de Lavandera contra Antonio Toro y José Emilio Suárez Trashorras, dos de los implicados en los atentados.

Ha soportado dos agotadores meses de calvario en los que ha tenido que dormir cada noche en un hotel distinto después de haber recorrido centenares de kilómetros, siempre rodeado de un impenetrable cinturón de escolta formado por policías especializados.

En el transcurso de este tiempo apenas si le han permitido visitar a su hijo de dos años y medio. No ha podido hacer nada para evitar el suicidio de su mujer, Lorena, una bailarina de streaptease que utilizaba para su espectáculo las serpientes que el propio Fran se encargaba de cuidar.

Ahora el juez le ha hecho firmar un papel por el que deja de ser testigo protegido. En el escrito -publicado por un periódico antes de que le comunicaran la noticia- se alega que ha hecho un gasto superfluo e innecesario al comprarse una pistola y que no ha aceptado el trabajo que le ofrecían.

«La mayor parte del dinero de la pistola me lo prestó mi hermano.Yo no sé lo que le habrán contado al juez pero el trabajo que me ofrecían era el de vigilante jurado uniformado en el aeropuerto de Bilbao. Les dije que si estaban locos. Sólo les faltaba ponerme una diana en la frente. Bueno, la Dirección General de la Guardia Civil ya me la puso en su día cuando desveló mi identidad. Es algo inexplicable de lo que alguien debiera hacerse responsable».

ERAN PARA ETA

Nadie entiende cómo hubiera podido ejercer su trabajo siendo testigo protegido. ¿Se imaginan? Un vigilante jurado en Sondica y a su alrededor, en cada jornada laboral, 15 policías camuflados encargados de su protección. Y todo ello en el corazón de Euskadi.

No hay que olvidar que en la cinta con la denuncia, Lavandera expresa su convicción de que los explosivos que ponían en venta en 2001 Toro y Trashorras terminarían en manos de ETA.

Aún hoy sigue teniendo las ideas muy claras. «El atentado del 11-M no se fraguó ni en desiertos ni en montañas. Se fraguó en los puticlubs de Gijón».

Sabe que la banda de Avilés pudo funcionar con total impunidad, al menos durante tres años, gracias a la permisividad de policías.Gente que ha formado sólidos cortafuegos que impiden avanzar hacia la verdad.

A Lavandera no es fácil pillarle en un renuncio. Siempre repite la misma historia y no se sale ni un ápice de las afirmaciones que quedaron grabadas en la cinta de Campillo.

«Yo sólo sé que les dije cómo se llamaban los delincuentes, la ciudad en la que vivían, las matrículas de sus coches, los números de sus teléfonos móviles, los días de la semana en los que paraban en el local de alterne, la cantidad de explosivos que vendían y el detalle importante de que trataban de fabricar bombas con móviles. Y la realidad es que no me hicieron ningún caso. Se lo conté una y otra vez, a la Policía Nacional y a la Guardia Civil. Y no hicieron nada.»

DENUNCIA INUTIL

«¿De qué sirvió mi denuncia? De nada. Las 192 víctimas están ahí y sólo sé que tengo un futuro incierto, que he perdido mi trabajo, que mi mujer está muerta y que me han hundido la vida.Y todo ello por tratar de impedir la masacre. Yo ya no creo en nada ni en nadie. Pienso que el único que quiere saber la verdad sobre el 11-M es el juez Juan del Olmo. Otra cosa es que pueda llegar a saberla algún día».

Hay dos cosas en las que insiste machaconamente. Los hombres -Antonio Toro y Emilio Suárez Trashorras- cuyas actividades denunció estaban protegidos por las Fuerzas de Seguridad y los explosivos que vendían en el momento en que hizo las denuncias estaban destinados a ETA.

«Yo siempre estuve seguro de que les vendían explosivos a ETA.Era el terrorismo que había entonces y esta gente estaba buscando terroristas para encajarles su mercancía».

CORRUPCION POLICIAL

«Yo les dije tanto a la policía como a la Guardia Civil que los individuos que denuncié buscaban a alguien que supiera fabricar bombas con móviles y resulta que es la misma época en la que ETA estaba intentando fabricar ese tipo de artefactos, sin éxito.Les fallaba el sistema. Dicen que había una operación del Estado para poder infiltrar explosivos a ETA. No sé si será cierto pero lo que sí puedo asegurar es que era exagerada la alegría y la desfachatez que se permitían Toro y Trashorras en sus actividades delictivas. Era un escándalo el dinero que manejaban sin que nadie les dijera nada. Ahora dicen que por qué me lo contaron a mí. Pero ¡si ofrecían explosivos a todo el mundo! En el club, los encargados, las chicas, todos sabían que ofertaban explosivos».

«Es como lo del callejón» -el hecho de que ETA robara un coche donde vivía Trashorras para cometer un atentado en Santander-.«No se cree nadie que fuera producto del azar por muchos informes que presenten. No hace falta ser policía. Le dices lo del robo del coche en el callejón de Trashorras al analfabeto más grande del mundo y te dice ¡pero bueno...! Es que no se puede creer nadie que fuera una casualidad».

«Algunos piensan que yo tengo más datos de los que he dicho sobre el 11-M, pero no es cierto. Otra cosa es lo de la corrupción policial. Yo le conté al juez con pelos y señales todo lo que sabía. Entonces, en el año 2001, estaba convencido de que aquellos explosivos eran para ETA. Ahora sigo pensando lo mismo».

«Ahora sale Nayo un delincuente prófugo, buscado por la Justicia a decir que yo era el intermediario entre ETA y la banda de Avilés, a través de un guardia civil. Se me caen los huevos al suelo de escuchar tantas bobadas. Cómo se comprende que si eso fuera cierto yo hubiera ido a contárselo a la Guardia Civil. En qué cabeza cabe. La realidad es que son intentos burdos de desprestigiarme para que la cinta y las denuncias que yo hice pierdan valor de cara a la opinión pública».

«Te soy sincero. A mí esa batalla de la opinión pública me da lo mismo. Yo ya la tengo perdida. No como de ella. A mí lo que realmente me importa es lo que opine el juez. Yo sigo manteniendo una relación magnífica con él. Después de dejar de ser testigo protegido, cosa que estaba deseando para poder hacer una vida normal, he hablado con él por teléfono y me ha atendido a pesar de que sé que está de luna de miel. No voy a decirte lo que hablamos porque me ha pedido que sea discreto pero sí puedo decirte que esas denuncias no le han sorprendido porque ya las conocía. Todo lo que puedo comentarte es que después de hablar con él estoy más tranquilo que nunca».

POLEMICA ESTERIL

«Yo no he hecho nada malo, no se me acusa de nada y el resto es una pura campaña de alguien que quiere desprestigiarme. Pero la cinta no la puede ya borrar nadie y ahí esta bien claro lo que yo denuncié y eso ya nadie lo podrá evitar aunque me quiten de en medio».

«A pesar de todo lo que me ha pasado, yo no odio a nadie. Ni siquiera a Campillo» -el guardia civil que le grabó la cinta en la que denunciaba a los vendedores de explosivos-. «A veces le llamo para saber cómo está. La verdad es que a causa de la grabación ilegal me ha hundido la vida. Pero también pienso que, a causa de esa grabación, podemos estar más cerca de la verdad, y eso me parece muy bien. Campillo me ha desmostrado que es un hombre de honor. Supongo que ahora también a él intentarán desprestigiarlo».

«Yo admiro a la gente que es capaz de decir la verdad, de sostenerla aunque le perjudique», relata Lavandera con convencimiento.

«En un interrogatorio, en la Comandancia, los mandos defendían que yo no había sido capaz de reconocer a Emilio Suárez Trashorras en unas fotografías cuando denuncié los hechos. Campillo se enfrentó a sus mandos y dijo que eso no era cierto y que yo lo había reconocido.Hay que conocer la rígida estructura militar de la Guardia Civil para comprender los cojones que le echó. Lo que no entiendo es por qué mentían en mi contra los mandos en una investigación oficial».

«Cuando detuvieron a Toro, Trashorras, Nayo y otros por la operación Pípol, yo creí que lo habían hecho por lo que había denunciado.Luego me enteré de que no. Se rumoreaba que habían hecho un trato con la Policía para acusarles de lo de la droga y pasar por alto lo de los explosivos».

«Yo me quedé de piedra cuando vino a verme un día el electricista del club, un tal Manuel. Me dice que, 'joder', que 'vaya chivato que eres ' o algo así. 'Porque tú has delatado a los de la Pípol'.Yo le dije '¡coño ! ¿y tú como lo sabes?' Y el me dice 'es que ayer cené con el jefe de Policía de Gijón y me lo contó'. Era alucinante».

Fran asegura que se podía haber capturado a los delincuentes con las manos en la masa con gran facilidad. El se ofreció como cebo para hacerse pasar por un falso comprador. Pero fue la propia Guardia Civil la que le dijo que eso era ilegal y que le podían detener y meterle en la cárcel. «Campillo me aconsejó que me distanciara de ellos y eso es lo que hice».

Lavandera reconoce, sin embargo, que no llegó a apartarse del todo del Horóscopo hasta enero de 2004.

«Seguí trabajando como portero de una forma intermitente. Iba sobre todo los jueves, viernes y sábados. Cuando podía trabajaba en otros oficios, pero la necesidad económica me obligaba muchas veces a volver con el rabo entre las piernas. De todas formas, yo tenía claro que mi futuro estaba lejos de allí. Ahorré dinero y me saqué con esfuerzo el título de vigilante jurado. Ultimamente estaba trabajando en ello hasta que al salir lo de la cinta he tenido que dejarlo». Cuando le preguntas si el peligro puede venir de las Fuerzas de Seguridad le nace una risa nerviosa.Los propios guardaespaldas le comentaron que después de sus careos con miembros de la policía y la Guardia Civil ante el juez se habían reducido los riesgos.

Dicho en cristiano, la mayor preocupación en los primeros días de su cinturón de seguridad era que vinieran a matarlo «alguien de los suyos», o sea policías o guardias civiles.

PELIGRO DE MUERTE

En este sentido hay que precisar que no es cierto que fueran policías nacionales los que le trasladaron a Madrid cuando le declararon testigo protegido. El juez Juan Del Olmo ordenó que lo custodiaran agentes de la Policía Municipal.

«Fueron ellos quienes me ocultaron y los que me llevaron a Madrid.Es evidente que el juez no se fiaba, en aquel momento, ni de la Policía ni de la Guardia Civil».

Llegados a este punto de la conversación el tema deriva, casi inevitablemente, hacia la muerte de su esposa.

«No hicieron nada por salvar a mi mujer. No entiendo que una persona esté en el agua y que se tarde 45 minutos en llamar a Salvamento. Yo no me creo para nada, como han dicho oficialmente, que la policía actuó impecablemente. Es que si me lo creo soy tonto del culo».

«La gente de Gijón dice que fue ridículo. Cuatro policías mirando cómo se ahogaba y no fueron capaces ni de mojarse los zapatos.Es absurdo estar allí y decirle a un surfista, oiga, por favor, ayude a esa señora. Está claro que ella sólo quería llamar la atención. Cuando uno se quiere suicidar lo hace y no llama a todo el mundo pidiendo socorro. Quería que la salvaran. Lo más triste es que ni siquiera se puede considerar una víctima del terrorismo. No era nadie. Se ha muerto y ya está. El 11-M tuvo 192 víctimas. Para mí, Lorena es la víctima 193».

«Desde que salió a la luz el tema de la cinta estaba obsesionada conque no iba a volver a verme más. Creía que si yo faltaba no iba a tener dinero suficiente como para mantener a sus hijos».

«Tenía dos hijas en Brasil que ahora se están muriendo de hambre.Dos chicas de siete y cinco años. Se veía desamparada. Seguramente bebió esa noche más de la cuenta. Hizo una tontería que pagó muy cara. Cuando yo la llamé no pude convencerla, Yo oía a través del teléfono el ruido de las olas...».

«En el club en el que trabajaba como recepcionista se portaron muy mal con ella. Cuando se supo lo de la cinta, el dueño la echó a la calle. Y luego se ha atrevido a decir que la ayudó...¡Es basura! Yo ya se lo había advertido a Lorena. 'El día que te metas con esa gente estás muerta o en la cárcel'. Eso es lo más rastrero que hay. Luego, cuando vio lo que se le venía encima la volvió a admitir. Pero mi mujer ya quedó con el miedo por la incertidumbre sobre su futuro».

«Dicen que estábamos separados. Pero no es cierto. Vivíamos en pisos separados por el horario nocturno de su trabajo. No era compatible con el horario normal de un niño. Pero nos llevábamos de lo mejor. Teníamos una tarjeta de crédito con una cuenta común.El sábado anterior a su muerte estuvimos juntos. Sólo repetía que me quería».

«Y luego esas cosas en la prensa. Todos creen que soy un confidente que estoy relacionado con el mundo del hampa. Y ya ve. Yo me limité a advertir a las Fuerzas de Seguridad de lo que maquinaban unos delincuentes, sin, por supuesto, cobrar nada a cambio. El juez Del Olmo ya me advirtió que no hiciera caso de lo que se publica en los periódicos. Han llegado a decir que mi mujer estaba embarazada de tres meses. También publicaron que habían hablado con mi padre y que éste les aseguró que yo ya estaba más tranquilo.Es curioso porque mi padre murió hace tres años y medio».

«No pude ni ir al entierro de Lorena, que por cierto pagó el Estado. Tuvieron que hacer una colecta entre todos los escoltas para que yo mandara un ramo de flores».

«Yo ahora tengo que luchar por mi hijo. Tiene dos años y medio.Mi madre lo ha tenido a su cargo estos meses. La pobre tiene 73 años y pesa poco más de 30 kilos. No sé de donde saca las fuerzas. Ahí está luchando. Cuando ella falte no sé cómo lo haré pero voy a labrarme un porvenir de una forma o de otra».

MUERTAS DE HAMBRE

«Necesito ayuda para las otras dos hijas de mi mujer. ¿Qué porvenir pueden tener estas niñas? Si no lo remedia nadie, probablemente venir a España para trabajar de putas. O quedarse embarazadas con 12 años o con 13, como le pasó a su madre. Me veo impotente.No tengo medios, no tengo nada. Me gustaría hacerme cargo de ellas y poder sacarlas adelante. Son hijas de mi mujer y además son personas».

«Es curioso que digan que yo he trapicheado con droga o con armas.Si fuera así habría manejado dinero y todo el mundo sabe que nunca he tenido un duro. También dicen que soy agente secreto.¡Bobadas! Ojalá lo hubiera sido. Ahora tendría un empleo para toda la vida. La realidad es más prosaica. Yo en lo que he trabajado toda mi vida, además de en el Horóscopo ha sido en la construcción y en las asfalteras. Si hubiera ganado dinero con las drogas o las armas o si hubiera sido agente secreto ¿me hubiera roto la espalda en una carretera a 400 grados, de siete de la mañana a once de la noche echando asfalto para ganarme un jornal?».

«A la opinión pública se le puede poner en contra mía pero al juez, afortunadamente no. Hará caso de las pruebas, gracias a Dios. Supongo que a los que me acusan ahora les llamará el juez para tomarles declaración. Ahí se demostrará que todo es falso.Tendrán que afrontar lo que han dicho». Francisco Javier Lavandera afirma que no es un delincuente y que no lo ha sido nunca. «Tendrían que recompensarme por lo que denuncié. El 11-M se hubiera podido evitar si me hubieran hecho caso. Si alguien falló no fui yo.Ahora que cada cual asuma su responsabilidad.»