Por Alfonso S. Palomares, periodista (EL PERIÓDICO, 04/05/06):
En forma real o metafórica al referirse a la barbarie y al terror en las distintas geografías de Oriente Próximo muchos escritores, italianos sobre todo, emplean la palabra altar. Para ser más exactos debe escribirse y decirse altares, en plural, porque la violencia con diferentes rostros se desborda por todos los países de la zona. Ya se sabe que el altar es el escenario del sacrificio. Es una tierra de portentos milagrosos, de divinidades absolutas que se proyectan en revelaciones a través de los versículos bíblicos y en los suras coránicos. Muchos de esos mensajes son de compasión, solidaridad y amor hacia el prójimo. Pero, a lo largo de los siglos, en la práctica histórica de poder, los hombres organizados en torno a las distintas creencias se basaron en sus escrituras sagradas para calentar la guerra. Ahora sucede lo mismo, solo que con más vehemencia, si cabe. Esa zona está acumulando más odio que en ningún momento de la historia. Lo dicen las encuestas y los sondeos realizados a través de distintos métodos, y lo dicen las miradas de las gentes en las calles de Jerusalén, Jericó, Belén y Bagdad. También en las manifestaciones de Teherán el odio asoma por los gritos y los gestos.
Hoy por hoy, los conflictos crecen en Oriente Próximo con vigor, sin esperanza de resolverse. Irak es el gran manantial de sangres y rencores cruzados. Las cifras de muertos que nos llegan a través de las informaciones son numerosas, pero según muchos analistas no conocemos ni siquiera la mitad de las que se producen en pueblos y ciudades que no son Bagdad, Basora, Nahad o Nassiriya.
A los muertos se les llora, se les entierra y sobre todo se les venga. Me lo dice desde París, Andel Tahar. Tahar fue mi guía en uno de los viejos viajes a Bagdad hace 12 años. Era cristiano, católico de rito caldeo, me decía en voz baja que Sadam era un dictador cruel, pero que a la comunidad caldea la dejaba en paz. Ahora se les persigue y prácticamente se ha borrado su presencia pública. El cristianismo ha pasado a identificarse como la religión de Bush y Bush es el personaje más odiado en el país.
DESDE HACE siglos, las relaciones de Oriente Próximo con Occidente fueron variadas y llenas de matices. Hubo con frecuencia un combinado de amor odio, hasta que hace más de un siglo llegó la admiración por Occidente sin abandonar las desconfianzas. Pero lo occidental se valoraba y envidiaba. El islam no había producido a los fundamentalistas que ahora asoman cargados de bombas en bastantes de sus minaretes. No en todos, ni mucho menos.
Recuerdo una conversación, hace unos meses, en Casablanca, con Fátima Mernisi, en la que me decía que la guerra de Irak era la gran caldera de odio que calentaba todo Oriente Próximo, incluso a mayor nivel que el conflicto de Palestina con Israel. Porque la guerra de Irak, al contrario de lo que decía Bush y repetían Blair y Aznar, ha servido para enconar más el problema judeo-palestino. Solemos escribir que Irak va hacia la guerra civil. Es falso que vaya hacia la guerra civil, Irak ya vive en una guerra civil sin rostro o con muchos rostros. Los rebeldes, insurrectos o como queramos llamarlos se expresan con un terrorismo sin piedad y la represión también responde de la misma manera. Todos los grupos enfrentados detestan la presencia de EEUU, para unos es la primera causa de su lucha y para otros es el tutor incómodo, pero necesario. Al Qaeda ha encontrado ahí los sótanos adecuados para desarrollarse en el fanatismo suní; enfrente están los chiís apadrinados por Bush, crucificado en una profunda contradicción, ya que el presidente norteamericano se ha convertido en el más eficaz valedor de shiísmo. Curioso y patético. Las posturas maximalistas del presidente iraní Ahmadineyad encuentran apoyo en amplias mayorías de las masas árabes a causa de la guerra de Irak. Los iranís nunca gozaron de demasiadas simpatías en el mundo árabe, pero ahora lo ven como un símbolo del desafío contra Bush, y son muchos los que le apoyan.
EL CRÉDITO moral de EEUU está por los suelos en todo el Próximo Oriente. Los medios de comunicación han contado con minuciosidad la inhumana situación de los presos de Guantánamo, las torturas de Abú Graib así como los ciegos y devastadores ataques contra barrios y ciudades iraquís. Irak, que iba a ser el punto de partida para la democratización de Oriente Próximo, está siendo la base para la justificación del desarrollo nuclear iraní. Desde luego, es una amenaza que un tipo como el esquemático fundamentalista Ahmadineyad disponga de fuerza atómica. Israel está en vilo con esa posibilidad, ya que las amenazas iranís de eliminarlo del mapa no son retóricas. Sin embargo, en unas entrevistas de Al Jazira a distintas personalidades de los países de la zona, se podía oír que sí, que era un peligro que el presidente iraní tuviera armas atómicas, pero a continuación se añadía que también era un peligro que un hombre como Bush las tuviera.