Los ataques a Gaza, una respuesta proporcionada

No hay duda -ninguna- de que el ataque de Israel a Hamas en Gaza está justificado. Ninguna nación puede tolerar que una parte de su población viva bajo las condiciones de los bombardeos -pendientes de las sirenas, durmiendo en refugios y a una distancia de la muerte de tan solo la aleatoriedad del vuelo de un misil Qassam-. Y ningún grupo como Hamas puede desentenderse de las leyes de soberanía, de la moralidad y de la civilización, que, como poco, prohíben las tentativas rutinarias de homicidio del vecino.

La respuesta de Israel ha sido calificada por muchos de «desproporcionada», lo cual evidencia la malinterpretación del significado de proporción. La meta de la acción militar, cuando es inevitable, no es llevarse una vida a cambio de cada una de las injustamente robadas; esto es simple venganza. El objetivo es eliminar las condiciones que condujeron al conflicto y a la pérdida de vidas. Hasta el momento, las acciones de Israel han sido proporcionadas a este objetivo. Y los convoyes de combustible, suministros médicos y comida enviados por Israel a Gaza demuestran una preocupación verdadera por el sufrimiento de los palestinos, incluso durante un asalto amplio a las posiciones de Hamas.

La meta inmediata de Israel es simple: detener los ataques con misiles de Hamas hacia el sur de Israel. Pero no es coincidencia que esta medida fuera adoptada por los principales auspiciadores del proceso de paz en la política israelí. La opinión pública de Israel no va a aceptar ningún riesgo más en aras de la paz mientras los misiles de Hamas sigan sobrevolando. Esos misiles son el símbolo cotidiano de que las concesiones territoriales israelíes acaban en el reforzamiento de enemigos acérrimos y en la muerte de civiles israelíes. La eliminación de esta amenaza no es un obstáculo al proceso de paz, es el prerrequisito para su reanudación.

Tampoco es coincidencia que el ataque israelí tenga lugar durante los últimos días de la receptiva Administración Bush -a la cual el presidente electo Barack Obama, por encima de todo, debería estar agradecido-. Si Israel finaliza la primera fase de sus operaciones en Gaza a la altura del día de la investidura de Obama -como parece desear-, le permitirá a éste retomar una iniciativa de paz haciendo borrón y cuenta nueva, y salvando (con suerte) un importante obstáculo.

Pero los riesgos son considerables. Una repetición de la experiencia de Israel en 2006 en el Líbano sería un considerable golpe al Estado judío, ya que supondría una manifestación de impotencia frente a las amenazas mortales. La campaña del Líbano no fracasó por las críticas de la comunidad internacional. Fracasó porque los terroristas de Hizbulá pudieron afirmar con relativa credibilidad la victoria del superviviente -confirmada con un alto el fuego que permitió su rearme-. Y Siria e Irán salieron reforzados, no porque Israel atacara a Hizbulá, sino porque no se impuso sin lugar a dudas.

Pero los israelíes tienen una ventaja en esta ocasión. En el Líbano, Hezbulá recibió un torrente de armas y apoyo por parte de la vecina Siria. Pero en Gaza el contrabando de armas, pese a haber existido, ha sido muy limitado, ya que el vecino Egipto no es pro-Hamas. Además, los ataques aéreos israelíes han sido eficaces en la destrucción de la infraestructura de Hamas, de sus arsenales y túneles de contrabando.

Israel reconoce que Hamas declarará su victoria al margen de lo gravemente que salga perjudicada. Pero la verdadera determinación de ganadores y perdedores vendrá seis meses después de un alto el fuego. Y existen dos criterios objetivos del éxito israelí: el final de los ataques con misiles y morteros contra su territorio, y el final del tráfico de armas a gran escala de Hamas.

¿Qué forma tendrá una victoria así? Todavía no está claro. Israel podría volver a ocupar Gaza, derrocar a Hamas e imponer sus reglas. Pero los líderes israelíes, en cada una de las vertientes, no son partidarios de esta imposición masiva, que también daría a entender que la retirada de Israel en 2005 de Gaza fue un error. Es más probable que la invasión por tierra que comenzó el sábado dure sólo algunos días. En este caso, Israel se reservará el derecho a reanudar los ataques en Gaza en cualquier momento tras la conclusión de un alto el fuego, en respuesta a cada túnel que sea excavado y cada misil que sea disparado. Y Hamas, probablemente, respetará por fin un alto el fuego que no implique ataques aleatorios a familias israelíes.

En esta crisis, Israel se enfrenta a una prueba de su voluntad y de su competencia: ¿han comenzado sus líderes de verdad una operación de tan alto riesgo sin un objetivo claro?

Y EEUU, a su vez, se enfrenta a una prueba de juicio moral. Este conflicto no es una prueba entre tonalidades de grises. Es una cuestión de distinguir entre asesinos y víctimas, y de apoyar a un aliado hasta que se logre la victoria clara contra el terrorismo.

Michael Gerson, analista político y columnista del diario The Washington Post.