Los avales del referéndum secesionista en Montenegro

Por Jesús López-Medel, diputado del PP por Madrid, vocal de la Comisión Constitucional y de la de Asuntos Exteriores del Congreso. Observador internacional de la OSCE en Montenegro. Es autor de Tratado de Derecho Autonómico (EL MUNDO, 17/05/06):

El festival de Eurovisión es para nosotros actualmente una horterada.No lo era en los años 60, cuando Europa era un sueño. Tampoco lo es ahora para aquellos países que quieren acercarse a las instituciones y al modus vivendi europeo. Entre ellos está Serbia-Montenegro.Pero este Estado no participará en la edición de este año, que se celebrará el próximo sábado en Atenas. Inicialmente lo iba a hacer representado por un grupo, pero en marzo hubo acusaciones de tongo en su elección. No obstante, que una gala oficial celebrada hace apenas 10 días acabara a botellazos entre serbios y montenegrinos, determinó que se renunciara a participar en el festival. El nombre del grupo -que repetía tras el año pasado- es muy expresivo de un Estado con identidad confusa: No name.

Justo al día siguiente, el domingo, se celebra el referéndum que previsiblemente determinará el fin de la unión de ambos Estados, que habían sido, tras la disgregación iniciada en 1990 -10 años después de la muerte de Tito-, los herederos de la antigua Yugoslavia.Ésta se mantuvo unida por la autoridad del general, pero eran varias repúblicas y no un Estado uniforme. Precisamente, la balcanización tiene su origen en el movimiento panserbio encabezado por Milosevic y dirigido a imponer un centralismo que obviara las nacionalidades no serbias de la Federación. Eso provocó una crisis nacionalista y un proceso de disgregación acompañado de luchas étnicas y genocidios, con un gran fracaso político de las instituciones europeas por su muy tardía intervención.

Seis Estados independientes surgieron en este proceso, uno de los cuales, Eslovenia, ya se ha integrado en la Unión Europea.Los otros tienen un largo camino por delante. De Serbia (con 9 millones de habitantes) se puede separar este domingo un pequeño territorio equivalente a Córdoba con apenas 670.000 habitantes cuya capital, Podgorica, hasta 1990 era llamada Titogrado. En este caso, Serbia no perdería mucho (salvo la salida al mar) y Montenegro, a pesar de ser liliputiense, podría tener viabilidad por el gran potencial turístico de sus costas y por la industria maderera. No obstante, no puede dejar de ponerse de relieve que los paraísos montenegrinos en los que operan importantes mafias tratan de evitar que resulte fortalecido el Estado de Derecho, exigencia y consecuencia, al tiempo, de su hipotética integración en las instituciones europeas.

Pero el referéndum se produce en un momento difícil para Serbia, que ha visto paralizado por segunda vez el proceso de asociación con la Unión Europea dada su falta de colaboración con el Tribunal Penal Internacional, al no propiciar la entrega de Mladic, criminal de guerra y genocida de más de 8.000 musulmanes en Srebrenica.La paciencia ha tenido un límite y la UE ha enviado el mensaje contundente de que es una cuestión de ley y de madurez democrática y que nadie puede ser inmune a la acción de la Justicia. Esta suspensión se produce dos meses después de que Milosevic, principal responsable de las guerras que arrasaron la antigua Yugoslavia y que atizó los peores instintos del nacionalismo, muriese en su celda, pendiente de juicio, asistiendo en Belgrado más de 80.000 personas a sus funerales organizados por su esposa e hijos exiliados en Moscú.

Pero no es sólo la falta de colaboración con el Tribunal Penal Internacional la razón de que la Unión Europea haya paralizado las negociaciones con Serbia, pues a la falta de digestión de la reciente ampliación de 10 Estados se suman las voces críticas internas ante la falta de definición de las fronteras de Europa.Sin llegar al rechazo que tienen los turcos, Serbia no goza de mucho apoyo. Será una larga espera, sin que el argumento que esgrimen los independentistas montenegrinos, basado en que la secesión les abre más rápidamente las puertas de Europa, sea cierto. Además, en todo caso, deberían mantener una buena relación con Serbia aún prosperando el sí a favor del referéndum pues si hay una separación ahora, se encontrarían en un futuro en Europa.

Como resultan inevitables las comparaciones, es absolutamente rechazable cualquier paralelismo que quiera hacerse respecto otras situaciones en el continente. El lehendakari Ibarretxe en el mes de marzo dijo que ésa era la línea a seguir en cuanto al derecho de autodeterminación de Euskadi. Sin embargo, la situación no tiene parangón por tres razones. Primero, porque todo el proceso de confederación y posterior segregación ha recibido el visto bueno de las instituciones europeas, lo cual en el caso del País Vasco no lo tendría y resultaría una quimera disparatada un islote en el cantábrico sin formar parte de Europa. La segunda razón es que la independencia de Montenegro no se basa en un derecho unilateral de autodeterminarse, sino en algo reconocido bilateralmente de modo expreso por Serbia. Y en tercer lugar, porque el referéndum secesionista estaba previsto expresamente en la Constitución de este Estado confederal que trata a ambos en igualdad de condiciones, con dos monedas diferentes (euro y dinar) pero con una sola liga de fútbol, por ejemplo. No existe una prevalencia del derecho de autodeterminación sobre el derecho a la integridad territorial.

Ciertamente, la posibilidad de celebrar un referéndum segregacionista estaba contemplada en la Constitución, pero ésta no delimitaba las condiciones. Es la Unión Europea la que está tutelando el proceso y ha fijado esas condiciones, siendo aceptadas por ambas partes. En concreto, se ha determinado que para que pudiera prosperar el sí a la independencia de Montenegro, tendrían que darse dos requisitos: que la participación sea más del 50% del censo (460.000 con derecho a sufragio) y que el voto favorable sea superior en un 55% respecto al emitido. De este modo, además de una participación mínima, se precisa que exista una diferencia básica de 10 puntos entre los partidarios de una y otra opción. No admite la Unión Europea zonas grises entre ambas posibilidades, pues, además, la ley electoral que da cobertura al referéndum ha sido aprobada por el 80% del Parlamento conjunto de ambos Estados. Los sondeos inicialmente se movían en esa franja, aunque a escasos días parece más predecible el resultado favorable.

Sabido es que, a pesar de ser en nuestro país la autonomía algo en su momento aparentemente muy demandado en la España que estrenaba traje de etiqueta tras la Constitución de 1978, la participación en los referendos de los Estatutos vasco y catalán, el 25 de octubre de 1979, apenas sobrepasó el 59 % de los potenciales votantes. Hace año y medio, el presidente vasco quiso imponer al resto del Estado su plan soberanista con el argumento de que había sido aprobado por el 51% de los votos en el Parlamento vasco, despreciando al 49% restante. Esta fórmula de «Estado asociado» fue rechazada abrumadoramente en el Parlamento estatal.

Más reciente tenemos el caso de Cataluña que a pesar del amplio refrendo de su nuevo Estatuto desde allí (90%), la aprobación desde las Cortes Generales descendía al 54% en el Congreso y sólo al 49% en el Senado. Dentro de un mes, tendremos un referéndum en sólo una parte de España, en Cataluña, no de independencia pero sí de una alteración importante de las reglas de distribución territorial del poder, conseguidas hasta ahora por amplio consenso de todos los españoles. No es fácil prever el grado de participación, y tampoco puede asegurarse que la opción favorable al sí saque 10 puntos porcentuales al no, pues la ciudadanía votará no sólo el texto, sino que es previsible que enjuicie en su voto la actuación (surrealista, a mi juicio) del tripartito.

Después de Montenegro, tendremos algo más delicado: Kosovo, antigua provincia serbia con clara mayoría de etnia albanesa y tutelada por la ONU. Desde Europa, se tiene claro que ninguna solución puede modificar las actuales fronteras de la zona. Salvo las declaraciones del hasta hace poco ministro de Exteriores inglés, Jack Straw, favorables a la soberanía de este territorio, los demás dirigentes europeos han sido muy exquisitos en su prudencia, exigiendo que, cualquiera que fuese la fórmula, tendría que obtener el acuerdo de todas las partes implicadas.

El futuro de Europa no pasa por una atomización unilateral sino por la viabilidad, la cohesión y la aceptación plural de las fórmulas de convivencia y organización de los Estados soberanos y, desde luego, los Balcanes no son un ejemplo a seguir.