
En su 50 aniversario, Bangladés tiene mucho que celebrar. Su progreso en términos de desarrollo humano ha sido excepcional en comparación con sus vecinos del sudeste asiático. Su crecimiento económico sostenido ha reducido la extrema pobreza, no en menor medida porque la introducción de teléfonos móviles en la base social hizo posible la modernización de economías de pueblos previamente no interconectados. Más aún, Bangladés se ha vuelto más resiliente a desastres naturales como ciclones e inundaciones, y ha mejorado la capacidad del estado de gestionar las crisis.
El círculo virtuoso de desarrollo con apoyo tecnológico que ha experimentado este país deriva de décadas de una colaboración sostenida entre el estado y organizaciones sin ánimo de lucro (ONG), combinada con un énfasis sobre iniciativas en la base social para empoderar a mujeres emprendedoras. Este modelo también le ha dado una inesperada ventaja para el manejo del impacto económico de la pandemia de COVID-19.
Si bien varios países en desarrollo implementaron con rapidez nuevos programas de transferencia de efectivo en respuesta a la pandemia, no todos estos planes han sido igual de eficaces para llegar a los más pobres. Mientras Pakistán y la India confiaron en el sistema bancario tradicional para esos desembolsos, China optó por digitalizar los servicios de transferencia. Sin embargo, ambos métodos han excluido segmentos importantes de la población.
Bangladés escogió un camino diferente, usando dinero móvil para cerrar la doble brecha en el acceso a la tecnología digital y los bancos formales. Hace poco el gobierno puso fin a la arraigada práctica de transferir dinero por programas de seguridad social a las cuentas bancarias de los beneficiarios. En lugar de ello, hoy los proveedores de servicios financieros móviles cubren el 98% de los abonados a telefonía móvil del país. Cerca del 80% de los usuarios viven en un radio de 1 kilómetro de un agente de MFS, ubicado en tiendas de alimentación locales y puntos de recarga móvil. El agente maneja dinero electrónico y retiros de caja desde cuentas de dinero móviles, y además asiste con la apertura de cuentas. La normativa de MFS también permite hacer transferencias de dinero a dueños de teléfonos móviles que no poseen una cuenta de dinero móvil, asegurando así que se puedan beneficiar incluso quienes no tengan acceso a la internet.
El MFS tiene el potencial de revolucionar la prestación de servicios sociales en el sudeste asiático, donde cerca de 625 millones de adultos carecen de cuenta bancaria. Con su alta teledensidad y (para los estándares regionales) con una brecha de género relativamente pequeña en cuanto a propiedad de teléfonos móviles, es seguro que Bangladés se beneficiará. Pero el uso de la tecnología de pagos móviles por parte de otros países para desembolsar fondos por el COVID-19 se ha visto limitado por la menor cobertura y la falta de agentes de dinero móvil.
Por ejemplo, Pakistán va a la zaga de Bangladés en términos de abonados de telefonía móvil por cada cien habitantes. Según el Banco Mundial, solo un 50% de las mujeres paquistaníes posee uno, en comparación con el 61% en Bangladés. Más aún, apenas un 7% de la población posee una cuenta de dinero móvil, frente al 21% de los bangladesíes.
Iqbal Quadir, de la Universidad de Harvard, está convencido de que la explicación de esta distribución desigual de la tecnología de las telecomunicaciones móviles en el sudeste asiático radica en el “emprendimiento desde la base social”.
El dinamismo del sector de las telecoms en Bangladés es el producto de una estrategia de desarrollo inclusivo. El fin de la dictadura militar en el país a fines de la década de 1990 cimentó el camino para una serie de soluciones de mercado e innovaciones sociales impulsadas por ONG para crear empleos y prestar servicios públicos de importancia crítica. El gobierno de Sheikh Hasina, entonces recién electo, puso fin al monopolio estatal del sector de las telecomunicaciones, emitiendo licencias a Grameenphone y otras dos empresas.
Pero la clave para el desarrollo inclusivo fue la promoción simultánea del teleemprendimiento dirigida a mujeres campesinas. La alta cantidad de agentes de dinero móvil con que contaba el país y el rápido crecimiento de abonados móviles refleja el modelo poco ortodoxo de los proveedores móviles de primera generación, que se centraron en las mujeres emprendedoras de base comunitaria.
De manera crucial, Quadir, un incipiente emprendedor tecnológico en esos momentos, convenció al Grameeen Bank para que entrara al mercado rural de las telecomunicaciones. Juntos crearon Grameenphone en 1997para ayudar a que miles de mujeres rurales se abonaran a servicios móviles en lugares remotos, mucho más allá del alcance de la red telefónica estatal. Con el apoyo adicional de microcréditos del Grameen Bank y BRAC, millones de mujeres crearon microempresas, al tiempo que la tecnología de telecomunicaciones conectaba con ciudades y mercados áreas rurales antes aisladas. El Village Phone Program de Grameenphone no solo conectó a millones de personas en miles de pueblos bangladesíes y mujeres rurales empoderadas, sino que también sentó los cimientos para el posterior surgimiento de muchos proveedores de servicios comerciales, incluidas firmas bancarias de dinero móvil como bKash.
En contraste, Pakistán ha carecido en gran medida de emprendimientos sociales comunitarios en los sectores de las telecomunicaciones y el dinero móvil, así como programas innovadores de ONG que apuntaran a la promoción de mujeres emprendedoras. Los desiguales niveles de apoyo al emprendimiento de base explican en parte los caminos divergentes del desarrollo de las mujeres tras la independencia de Bangladés de Pakistán en 1971. Según datos del Banco Mundial, al menos un 10% de las mujeres bangladesíes son titulares de una cuenta de dinero móvil, frente a apenas el 1% en Pakistán. Y las cifras para aquellas que poseen una cuenta bancaria son un 36% en Bangladés frente a apenas un 7% en Pakistán.
El temprano surgimiento de emprendedores tecnológicos de base comunitaria en Bangladés ayudó a propagar la tecnología de las telecomunicaciones en comunidades rurales poco alfabetizadas. Esto tal vez explique el explosivo crecimiento de la tasa de abonados móviles en el país en las últimas dos décadas (desde un 0,2 a un 101,6 por cada cien habitantes) y el que actualmente esté por delante de Pakistán en términos de desarrollo socioeconómico. El resultado final es una solución de mercado a un reto de desarrollo de larga data, incluido el surgimiento de una capacidad de respuesta estatal en tiempos de crisis.
Si Bangladés no hubiera adoptado un enfoque de largo plazo al desarrollo tecnológico y, en su lugar, hubiera confiado solamente en las finanzas digitales y convencionales para la prestación de servicios públicos, las nuevas tecnologías como el dinero móvil habrían excluido a muchos ciudadanos durante la pandemia. En consecuencia, otros países que estén buscando soluciones tecnológicas para impulsar una recuperación post pandemia –especialmente en las economías en desarrollo de Asia y África, que tienen millones de personas fuera del sistema bancario- deberían invertir en infraestructura social. A sus 50 años, Bangladés ofrece un ejemplo de cómo hacerlo.
M. Niaz Asadullah, Professor of Development Economics at the University of Malaya in Kuala Lumpur, is Head of the Southeast Asia cluster of the Global Labor Organization. Mishkatur Rahman is a researcher based at the University of Malaya. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.