Alfonso Ussía (LA RAZON, 09/07/04).
La cursilería es epidemia en la política. Ser recordado con emoción y melancolía Julio Anguita, experto en «negociar flecos» y «vehiculizar el diálogo». Yo he intentado en diferentes ocasiones vehiculizar mis diálogos y no lo he conseguido todavía. Me figuro que para vehiculizar diálogos hay que usar palabras redondas, como las ruedas. Los políticos se pasan el día «optimizando» recursos, pero no los han «pesimizado» jamás. La ministra de la Vivienda nos promete decenas de miles de «actuaciones habitacionales». Son más cursis que un lago tailandés con cisnes y nenúfares. Ahora se han reunido en Bilbao Josu Jon Imaz y Arnaldo Otegui, en la sede del Partido Nacionalista Vasco. El delincuente ha sido recibido por Josu Jon con cortesía y entusiasmo. Después de una larga conversación ambos han acordado abrir «canales de comunicación». Ibarreche dirá que «canales y canalas para bien de los vascos y vascas». Cuando los batasunos abren canales de comunicación ya se sabe lo que pretenden comunicar. Lo malo es que también lo saben los nacionalistas burgueses, clericales y ultraderechistas del Partido Nacionalista Vasco.
Canal de comunicación, y gordo, el que ha abierto el socialista Martínez Sanjuan, vicepresidente de la Comisión de Investigación del 11-M, con uno de los testigos. Aprovechando el canal le sugirió lo que sería conveniente que declarase. Es de esperar que dimita el patricio rinconete, granuja e intoxicador. No lo hará. Se ha limitado a decir que sus llamadas a los testigos se ajustan al protocolo. Pero esa investigación baja con aguas sucias y turbulentas desde la primera comparecencia. Parece ser que Martínez Sanjuan fue uno de los principales usuarios de la telefonía móvil el día de la tragedia. Incitó al odio y manejó la mentira. Lo sorprendente es que una persona así vicepresida lo que vicepreside, cuando está claro que no puede vicepresidir nada.
Vuelvo a Imaz. Abrir «canales de comunicación» con los terroristas no entra en las posibilidades de la política. Con Otegui no es admisible la cercanía ni la comunicación. Arnaldo Otegui es un homínido deleznable, un encubridor de criminales, un estratega de la violencia, un defensor de las mayores salvajadas. Jamás ha lamentado el asesinato de un inocente. Alardea de ello, presume con chulería de su distancia con el dolor y la tragedia de las víctimas. Recibir con honores a un miserable de esa calaña y reconocer acuerdos mutuos es una infamia, una canallada. Si Imaz quiere entrevistarse con Otegui que lo haga donde nadie pueda sorprenderle. Abrirle las puertas de la sede de un partido político es algo que produce náuseas. Ni canales de comunicación ni leches.
Pero la inmoralidad ya no asombra en nuestra sociedad. Más que inmoralidad, la amoralidad, la prescindencia absoluta de lo moral. Incluso es noticia que no merece comentarios. No puede haber puertas abiertas, ni despachos dispuestos para recibir a los terroristas. Eso está por encima de ser vasco o no serlo, de ser nacionalista o no serlo, de ser independentista o no serlo. Atentado contra la decencia, la libertad y los derechos humanos.
Para mí, que el despropósito general es títere de ciclos que terminan por desaparecer. Y un día, no muy lejano, el nacionalismo étnico será juzgado con equilibrio y severidad. Y muchos vascos nacionalistas se sentirán profundamente avergozados de sus dirigentes. La demagogia, el oportunismo, la mentira histórica, la manipulación de los hechos ha nublado el horizonte intelectual de una buena parte de la sociedad vasca. Pero todo tiene su fin. Otra buena parte de esa sociedad ha resistido, resiste y resistirá. Y llegará el día en el que se respetarán las ideas y las palabras de unos y de otros. Pero no tendrán sitio ni lugar en esa situación los canallas. Ese sitio y lugar que les ofrecen actualmente los responsables de un nacionalismo cada vez más ciego.
El único canal de comunicación que se puede establecer con un terrorista ¬Otegui, digan lo que digan, es un etarra¬ es el que exige la desaparición de la ETA y la entrega de las armas. Lo que se llama rendición incondicional. Pero mucho me temo que los canales de comunicación que han abierto nacionalistas y terroristas después de la conversación entre Imaz y Otegui no contemplan esa exigencia. Canales de comunicación, por otra parte, que existen y funcionan a la perfección hace décadas. Los inauguró Arzallus, y nadie se atrevió a destruirlos. Y gracias a esos canales el sufrimiento de los inocentes no ha tenido final ni alivio.
Además de cursis, indeseables.