Los candidatos demócratas no hicieron nada para atraer a los electores latinos

Manifestantes a favor de despenalizar la migración en Estados Unidos se presentaron en el debate del Partido Demócrata. Credit Ruth Fremson/The New York Times
Manifestantes a favor de despenalizar la migración en Estados Unidos se presentaron en el debate del Partido Demócrata. Credit Ruth Fremson/The New York Times

Tal vez la característica más destacada del debate presidencial del Partido Demócrata en Houston, el jueves 12 de septiembre, fue lo que los candidatos no dijeron sobre América Latina, la inmigración, el asilo y la seguridad fronteriza.

En cambio, hubo un marcado énfasis en los servicios médicos, la educación, el control de armas y la guerra en Afganistán. Su silencio, sus verdades a medias o lugares comunes sobre estas cuestiones fue sorprendente.

Sin embargo, el hecho de que ninguno de los participantes reafirmara el compromiso a despenalizar la entrada no autorizada de personas a Estados Unidos fue digno de alabanza. El ingreso no autorizado, en efecto, debe despenalizarse, pero decirlo durante una campaña contra el presidente estadounidense, Donald Trump, equivale a un suicidio político. No obstante, ninguno de los candidatos habló sobre ninguna de las otras cuestiones apremiantes en sus comentarios de apertura o de cierre y, en general, solo aclararon sin entusiasmo sus posturas en respuesta a las preguntas sobre inmigración, asilo y Venezuela del periodista de Univision, Jorge Ramos.

Julián Castro dijo acerca de la masacre en El Paso: “Un tirador condujo diez horas para matar a personas que se parecen a mí y a mi familia”. Pero fue mucho más cauteloso en lo que respecta a su plan de inmigración, ya que prefirió centrar sus declaraciones en los dreamers —los beneficiarios de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA)—, que es un tema importante pero “seguro”, en el que hasta Trump puede estar de acuerdo. Su silencio sobre la despenalización llama más la atención si consideramos que él lo trajo a colación en un debate celebrado en junio.

Beto O’Rourke también habló —por momentos en español—, pero sin entrar en detalles, sobre uno de los aspectos más complicados de la inmigración: ¿qué hacer con las personas que se quedan en el país después de que su visa ha expirado? Elizabeth Warren apoyó la creación de una vía hacia la ciudadanía para los once millones de indocumentados que hay actualmente en Estados Unidos, pero, de nuevo, sin dar detalles. Y el exvicepresidente Joe Biden titubeó cuando se le preguntó si creía que las deportaciones en masa del expresidente Barack Obama habían sido un error o no; claro, era una pregunta difícil que quizás fue sabio evitar contestar.

Sobre el tema crucial de las políticas de asilo de Trump, Biden y el resto de los contendientes dijeron estar en desacuerdo, pero sin definir lo que harían con el aumento repentino en las solicitudes de asilo desde mediados del año pasado. Un candidato sugirió que era una crisis que el mismo Trump había ocasionado. Warren, Biden y Castro insistieron por igual en la necesidad de un gran programa de asistencia para los países del Triángulo Norte de Centroamérica: Guatemala, Honduras y El Salvador.

Otra cuestión relacionada con México y América Latina que los candidatos demócratas podrían haber debatido era el T-MEC, el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá creado para reemplazar al TLCAN. Cuando se les preguntó sobre el empleo, el comercio y la política exterior de Estados Unidos, todos mencionaron a China y los aranceles, pero no a México. Solo Bernie Sanders reafirmó la postura de oposición al TLCAN que siempre ha tenido, aunque sin ser explícito sobre la versión que propondría.

Tal vez fue sabio evadir el tema. Sus respuestas bien podrían costarles votos (y darle cuerda a Trump para atacarlos). Biden y Amy Klobuchar podrían haberse visto obligados a apoyar el T-MEC; Sanders, Warren y Kamala Harris podrían haberse opuesto en menor o mayor medida. Pero, en última instancia, la cuestión simplemente no se tocó.

Jorge Ramos también hizo un intento valiente de sacar a relucir la confusa situación de Venezuela. Sanders dijo que el presidente Nicolás Maduro era un tirano y que debían convocarse elecciones democráticas en Venezuela. Castro también se refirió al mandatario venezolano como un dictador y exigió el estatuto de protección temporal para los refugiados venezolanos, pero se trató de un breve intercambio que en realidad no abordó el problema inextricable de cuál debería ser la política de Estados Unidos frente a la realidad venezolana.

Durante el debate, unos manifestantes gritaron: “Somos beneficiarios de DACA, nuestras vidas están en peligro”, y obligaron a que se hiciera una pausa mientras Biden hacía sus comentarios finales. Por ese breve momento, su lucha se hizo presente. Sin embargo, pese a que algunos candidatos hablaron en español durante el debate, los asuntos latinos, mexicanos y latinoamericanos en gran medida estuvieron ausentes de la discusión relacionada con la raza y la política exterior.

Podía esperarse, ya que estos son temas especialmente delicados que dividen a los demócratas. No obstante, sus esperanzas de derrotar a Trump en 2020 dependen seriamente de que haya una mayor participación hispana de la que se vio en 2016. El debate del jueves no hizo nada para garantizar que eso suceda.

Jorge G. Castañeda fue secretario de Relaciones Exteriores de México de 2000 a 2003, es profesor en la Universidad de Nueva York y autor de La utopía desarmada. Intrigas, dilemas y promesa de la izquierda en América Latina, así como columnista de opinión de The New York Times.

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