Los censurados dan pelea en la India

Vayan hoy día al cine en la India y, a pesar de los elaborados números musicales y extravagantes escenarios, es posible que el contenido les parezca bastante soso. El motivo es simple: la industria tambalea bajo una pesada censura. Esto desafía la tradición democrática india y debe terminar.

La situación de la censura es peculiar en la India: en el caso de las noticias, impresas o transmitidas por otros medios, la censura es completamente inaceptable, incluso impensable: sin embargo, todas las películas producidas por la prolífica industria cinematográfica india deben ser revisadas y aprobadas por la Junta Central de Certificación de Cine (Central Board of Film Certification), que puede exigir que se eliminen escenas o se cambien los diálogos antes de que una película se pueda llegar al público.

La discrepancia es una cuestión de elitismo. Hace décadas, los supuestos guardianes de la moral pública de la India decidieron que quienes contaban con la educación y el buen gusto para leer un diario podían lidiar por sí mismos con los contenidos, pero que la gente común que buscaba diversión debía ser protegida de los efectos perjudiciales del entretenimiento "incorrecto".

Ciertamente, la violencia suele pasar la barrera de los censores, pero la sexualidad es otra cosa. Mientras las revistas urbanas muestran desnudos en papel satinado para excitar a la burguesía, los censores con sede en la ciudad se aseguran de que los aldeanos no vean los senos al descubierto de una mujer en una película. Hasta hace poco en una película de Bollywood ni siquiera podía aparecer un beso; en su lugar, cuando el hombre y la mujer inclinaban sus cabezas el uno hacia el otro, la cámara se desplazaba para filmar a dos pájaros picotéandose o a dos flores que se rozaban.

Otras amenazas percibidas para la cultura de la India incluyen el lenguaje ofensivo, los temas gay, y las opiniones no convencionales, especialmente sobre cuestiones social y políticamente sensibles. Los sentimientos que damos por sentados en las notas de opinión de los diarios rara vez llegan a los éxitos de taquilla de Bollywood.

Incluso en la televisión, el entretenimiento se rige por reglas que no se aplican a las noticias. Un programa sobre moda, por ejemplo, será revisado rigurosamente para garantizar que ningún atuendo no conformista llegue a la pantalla y escandalice la sensibilidad de los custodios de la cultura de la India. Hubo programas de modas que fueron retirados del aire por mostrar modelos en ropas reveladoras.

La industria del cine de la India ha sufrido estoicamente durante mucho tiempo bajo la presión de los censores paternalistas. Pero esto nunca fue tan grave como con el censor en jefe actual, Pahlaj Nihalani.

Para hacerse una idea de la escala de la política moral de la Junta de Revisión liderada por Nihalani, un beso en la película Spectre de James Bond fue considerado demasiado largo (y, por lo tanto, recortado). Una escena de sexo en el éxito de superhéroes Deadpool recibió el mismo tratamiento. Nihalani llegó incluso a declarar que dar un beso largo "significa que deseas tener sexo en tu casa con la puerta abierta, y mostrar a la gente cómo lo estás haciendo". No hace falta decir que ese comentario atrajo un considerable escarnio.

Los temas gay también han enfrentado la desaprobación de Nihalani; la película Aligarh sobre la persecución de un profesor gay recibió una calificación de "A", que la restringió al público adulto, a pesar de la ausencia de desnudos y sexo en ella. La junta exigió que se retirara la palabra "lesbiana" de otra película.

El mes pasado, el reino del terror cultural de Nihalani alcanzó su punto máximo cuando la junta de revisión exigió 72 cortes a la película Udta Punjab (que podría traducirse como El viaje de Punjab, o Punjab puesto), una producción de Bollywood de alto presupuesto, una descarnada historia centrada en la cultura de la droga que prevalece en el estado indio homónimo del noroeste. Esa decisión fue, según parece, completamente política.

Punjab es controlado por el partido oficialista de la India, el Bharatiya Janata, a través de una alianza con el poderoso partido regional Shiromani Akali Dal; ninguno de ellos estaba contento con la forma en que la película muestra el estado que gobiernan. No sorprende entonces que los cortes estuvieran en gran medida orientados hacia escenas y diálogos que destacaban el fracaso del gobierno para reducir —y la complicidad de algunos políticos para promover— el abuso generalizado de estupefacientes en Punjab. Los censores echaron sal en la herida y solicitaron a los cineastas que eliminaran las 94 referencias a Punjab de la película, incluida la de su título.

Según dicen, Nihalani afirmó que: "Todos los personajes son negativos". Pero cuando declaró que la película "dañaría a toda la comunidad" lo que realmente quiso decir es que perjudicaría al BJP y a sus aliados. (Nihalani, designado por el BJP, había filmado un video de campaña para la primera ministra Narendra Modi). El hecho de que esos cortes hubieran destripado a la película —como si Woody Allen hubiera tenido que quitar "Barcelona" de Vicky Cristina Barcelona— aparentemente era algo irrelevante.

Pero Nihalani no consideró que se las vería con el combativo productor de Udta Punjab, Anurag Kashyap, una luminaria de la vanguardia de Bollywood. Kashyap lanzó un ataque contra Nihalani a través de Twitter, llamándolo "dictador" y "oligarca"; y no se detuvo allí. "Siempre me pregunté cómo sería vivir en Corea del Norte", tuiteó Kashyap. "Ahora ni siquiera necesito tomar un avión".

Kashyap continuó su resistencia por fuera de los medios digitales; tomó el paso casi sin precedentes de llevar a juicio a la Junta de Revisión... y ganó. La Corte Suprema de Bombay estipuló que solo se quitara una escena de la película, que fue puesta en circulación rápidamente y desde entonces ha batido todos los récords de recaudación de la India.

La ofensiva de Kashyap puede haber enardecido los ánimos de una industria cinematográfica ya frustrada, que se está uniendo para echar a Nihalani. Incluso uno de los compañeros de Nihalani en la Junta de Revisión, el cineasta Ashoke Pandit, lo acusó de socavar la credibilidad del organismo e incluso de amenazar con "talibanizar" al sector.

Pero aunque Nihalani caiga y la Junta de Revisión vuelva su forma anterior, la India seguirá siendo una democracia moderna involucrada en la práctica absolutamente antidemocrática de limitar la libertad de expresión, aunque solo sea en la industria cinematográfica. Un comité recientemente nombrado por el gobierno recomendó que se limite la Junta a la certificación (o emisión de calificaciones por tipo de audiencia) y solo se le permita censurar contenidos en raras circunstancias. Las recomendaciones deben ser adoptadas (aunque la autorización que propone el informe para que la Junta pueda vetar películas es inaceptable).

La práctica de la censura en el cine es otra reliquia de una era colonial de antaño, cuyos valores fueron internalizados demasiado fácilmente por los indios. Casi siete décadas después de nuestra independencia, los indios debemos reconocer que nuestra democracia está lo suficientemente madura como para poner fin a la censura.

Shashi Tharoor, a former UN under-secretary-general and former Indian Minister of State for Human Resource Development and Minister of State for External Affairs, is currently an MP for the Indian National Congress and Chairman of the Parliamentary Standing Committee on External Affairs. He is the author of Pax Indica: India and the World of the 21st Century. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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