Los cinco sentimientos básicos

Los sentimientos son el modo habitual de vivir la afectividad. Y los voy a definir así: son estados de ánimo positivos o negativos, que nos acercan o nos alejan de la persona o la circunstancia que aparece delante de nosotros. El estado de ánimo es el tono afectivo de ese momento, el modo de estar ahora. Son un termómetro de nuestra vida privada.

La diferencia principal entre los sentimientos y las emociones es que los segundos son más intensos y agudos, y que, además, se acompañan de manifestaciones físicas (llanto, taquicardia, opresión precordial, pellizco gástrico, dificultad respiratoria, temblores, sudoración excesiva, etc.). Hay una frontera borrosa entre unos y otros. Todos los sentimientos son dobles, tienen dos caras opuestas: alegría-tristeza, amor-odio, paz-miedo, felicidad-desdicha, compañía-soledad.

Buena parte del nuestro proyecto personal se fundamenta en cómo hemos sabido construir de forma sana la afectividad.

Alegría-tristeza. La alegría es un estado psicológico subjetivo de gozo por haber conseguido un deseo, un reto o una meta que uno se había propuesto. Uno se siente a gusto, contento, optimista, sonriente. Satisfecho, grato, vivaz. En la tristeza ocurre todo lo contrario, el paisaje interior está presidido por la pena, la congoja, el decaimiento, la melancolía, las ganas de llorar… y es producido por alguna circunstancia negativa que afecta claramente a esa persona (salvo en las depresiones endógenas, que son debidas a un desorden bioquímico cerebral).

Amor-odio. El amor es el movimiento de la voluntad hacia algo que descubrimos como bueno y valioso para nosotros. Es el gran motor de la vida, que nos empuja a desarrollar nuestra propia existencia. Amar es elegir, seleccionar a alguien, preferir, prometer a alguien nuestro futuro como entrega. Y este tiene, además, muchos matices, aunque donde se ve de forma más nítida es en el amor de la pareja. Podemos seleccionar las siguientes modalidades: amor a temas ideales (la justicia, el derecho, el bien, la verdad, el rigor en la investigación, etc.), el amor a formas de vida (en contacto con la naturaleza, por el trabajo bien hecho, amor a la gran ciudad o al pueblo, etcétera), el amor al Renacimiento, al Barroco, a la Ilustración, al Romanticismo… a la democracia, a las instituciones de un país… el amor de amistad, el amor a los padres, el amor de pareja, a los hijos, el amor a Dios. En todos ellos late el mismo 'ritornello': se busca esa inclinación como algo bueno y positivo para cada uno. El amor humano verdadero vence al tiempo y a la distancia.

El odio es un sentimiento negativo de rechazo hacia alguien, por algún motivo importante, que es difícil que desaparezca del escenario mental (se repite en su interior de forma obsesiva) y que se puede convertir en un motor de vida, que busca la revancha, la venganza, el desquite, el ajuste de cuentas buscando el mejor momento para devolver el golpe en el sitio y lugar más doloroso; es un veneno del que hay que huir, porque amarga la vida y lleva lo mejor de la persona.

Paz-miedo. La paz es la serenidad en el orden interior. Es vivir de acuerdo con unas normas éticas y morales y ser coherente con ellas. La moral es el arte de usar de forma correcta la libertad; es saber comportarse con dignidad, mirando a los otros seres humanos de la mejor manera posible. La paz de una de las puertas de entrada al castillo de la felicidad.

El miedo es un temor que se vive como amenaza y que conduce a estar en guardia, al acecho, a adelantarse en negativo. Se vive el presente empapado de un futuro incierto, con malos presagios. El miedo es un temor con objeto, mientras que la ansiedad es un temor sin objeto concreto, en donde el peligro viene de todas partes y de ninguna.

Felicidad-desdicha. La felicidad consiste en estar contento con uno mismo al comprobar que hay una buena relación entre lo que yo he deseado y lo que yo he conseguido. Es sentirse uno relativamente bien con el proyecto personal de vida, en donde sus cuatro principales ingredientes van funcionando relativamente bien: amor, trabajo, cultura y amistad. La felicidad es autorrealización, vida lograda. Para mí debe responder a esta ecuación: logros/expectativas; moderar las ambiciones, no pedirle a la vida lo que no nos puede dar. La felicidad absoluta no existe, nosotros debemos aspirar a una felicidad relativa, que consiste en la mejor realización del programa personal de vida.

La desdicha o la infelicidad es debida a que los grandes argumentos de la vida han sido mal planteados o han tenido un curso evolutivo muy distinto y negativo de lo que uno había programado. Especialmente en dos segmentos: amor y trabajo. Ambos llevan la voz cantante y si eso ha ido funcionando mal, la desdicha está a la vuelta de la esquina.

Compañía-soledad. Estar acompañado es percibir que hay personas a nuestro alrededor que nos quieren y comprenden y se interesan por uno. Comprender es aliviar, es ponerse en el lugar del otro y no juzgarlo y ayudarlo a mejorar en lo que necesite. La compañía es amistad y amor, es reciprocidad bien conjugada. Sin amigos no se puede vivir. Es la empatía fundamental y básica.

La soledad es estar y sentirse que nadie es cercano, que no contamos con ninguna persona que nos pueda hablar, escuchar, aconsejar. Es subjetivo, ya que podemos sentirnos solos rodeados de una multitud. Hay una soledad buena, que nos ayuda a la cultura, a la lectura y a encontrarnos con nosotros mismos; aquí me refiero a la soledad mala, en la sociedad actual es una epidemia devastadora, y a pesar de las redes sociales y todos los sistemas de comunicación de masas, cada vez hay más gente sola.

En esta se hospedan un cúmulo de sentimientos que van desde la frustración al resentimiento, el desamor o la melancolía, pasando por no contar con nadie para compartir la vida. Es la muerte social. Y asoma desdibujado un panorama poblado de una neblina espesa presidida por la incomunicación, el tormento de estar encerrado sin una ventana de aire fresco, un sótano sin vistas al exterior.

Educar los sentimientos es diseñar raíces y alas, aprender a gestionarlos de forma equilibrada, porque es una relación con uno mismo y con el otro.

Enrique Rojas es catedrático de Psiquiatría.

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