Los ciudadanos indican el camino: es la hora de hacer política

La mejor forma de resolver un problema es reconocer que existe.

Así que, brevemente, echemos una ojeada a lo que pasó el 25-M:

1º. A pesar de lo que anunciaban algunas encuestas, los ciudadanos acudieron a las urnas en proporción muy similar a la que lo hicieron hace cinco años.

2º. Los partidos separatistas tuvieron unos resultados sin precedentes. Sumando País Vasco y Navarra, Bildu ganó al PNV por primera vez y, también por primera vez, ERC ganó en votos y porcentaje a CiU en Cataluña.

3º. Los dos grandes partidos, PP y PSOE, perdieron más de 5 millones de votos y pasaron de representar al 80% del electorado en 2009 a sólo el 49% en las elecciones del domingo pasado.

Los ciudadanos indican el camino: es la hora de hacer política4º. IU triplicó y UPyD duplicó su número de votos respecto a 2009.

5º. Un partido recién nacido, Podemos, logró 5 escaños y 1,2 millones de votos.

6º. El partido Vox, nacido como escisión del PP, no logró escaños.

Ahora, las conclusiones. No estamos ante el final del bipartidismo, pero sí ante lo que puede ser el principio del fin de ese modelo si PP y PSOE no toman buena nota del aviso dado por los electores con un abandono masivo de sus siglas.

Recordemos lo que le sucedió a la UCD, que pasó de gobernar durante dos legislaturas a desaparecer.

El PP ha aguantado mejor que el PSOE. Aunque ha perdido más votos que los socialistas, porcentualmente su caída ha sido similar y ha logrado ganar en un escenario de hartazgo generalizado por los recortes del Gobierno. Por otro lado, el relativo fracaso de Vox ha demostrado que, hoy por hoy, el PP es la única alternativa que representa en toda España el espectro ideológico del centro derecha.

La lectura para el PSOE es más negativa, ya que, siendo oposición, no sólo no ha sabido capitalizar la irritación de los ciudadanos con el Gobierno, sino que ha sufrido una dolorosa caída en intención de voto.

Por la izquierda, tanto IU como Podemos le han comido terreno. En Madrid, por ejemplo, la suma de ambos partidos supera los votos del PSOE.

Bildu y ERC han sabido mantener la movilización de sus seguidores, que perciben que la debilidad del sistema hace posible la consecución de su objetivo último: la independencia.

Sin embargo, es probable que, con una mayor participación, sus resultados no sean tan buenos, dado que en estas elecciones casi han alcanzado su techo.

En IU y UPyD, a pesar de sus extraordinarios resultados, se percibe una sensación de frustración, ya que esperaban mucho más. También es una lección para el futuro: tal vez estemos ante dos partidos a los que, a partir de ahora, les va a costar mucho crecer.

Podemos ha sido la gran sorpresa. Demuestra la movilidad del voto en momentos de crisis cuando se utilizan con inteligencia las redes y la televisión. Pablo Iglesias no sólo le ha arrancado votos a IU, sino que ha logrado atraer a las urnas a jóvenes que seguramente no hubieran acudido a votar si ese partido no se hubiera presentado.

Queda un año para las elecciones municipales y autonómicas y las tendencias apuntadas en este 25-M podrían amortiguarse o bien agudizarse, en función de lo que hagan los dos grandes partidos.

Rubalcaba ha decidido asumir las consecuencias de la derrota socialista (no tenía más remedio: hasta su fiel Javier Fernández le recomendó la dimisión en la amarga noche del 25-M).

La tesis de la mayoría de los actores con peso en el PSOE es que el partido debe recomponerse, agrupándose en torno a un liderazgo sólido. Eso llevaría, como han pedido la mayoría de los barones, a un congreso de aclamación para la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz.

Si el PSOE se queda ahí, si no consulta a sus bases y a sus simpatizantes, es probable que internamente las aguas vuelvan a su cauce tras el entronamiento de Díaz. Pero seguramente los ciudadanos entenderán que, una vez más, los socialistas han reaccionado mirando hacia dentro, en lugar de escuchar el sonoro mensaje de las urnas.

¿Qué sucedería si el año que viene el PSOE obtuviera un mal resultado en las autonómicas y municipales? ¿Se interpretaría como un cuestionamiento a la nueva secretaria general, que, además, seguiría siendo presidenta de Andalucía? ¿No abriría esa hipótesis las puertas a una crisis mucho más virulenta que la actual?

La mejor forma que tiene el PSOE de recuperar la confianza de los ciudadanos es convocar unas primarias, a más tardar a finales de este año, para elegir al candidato a las generales.

Es condición necesaria, pero no suficiente. Los socialistas deben mandar un mensaje contundente sobre sus propuestas económicas y su modelo de Estado, tratando de recuperar el centro perdido y no dejándose llevar por los cantos de sirena de la extrema izquierda. Si hacen la política de IU o quieren parecerse a Podemos, los electores se quedarán con el original, en lugar de con la copia.

Para el PP la lectura es más difícil, por cuanto algunos de sus líderes consideran que lo ocurrido el 25-M no puede trasladarse a unas elecciones generales. Otros líderes creen que la mejora de la economía irá en paralelo con una recuperación mecánica del voto.

Ambos análisis autocomplacientes no sirven, sin embargo, para afrontar la realidad.

Los datos del 25-M dan una caída estrepitosa en Madrid y Valencia, las dos comunidades en las que el PP ha basado sus victorias en las generales.

Si a eso añadimos las dudas que aún existen sobre los candidatos, tenemos el peor de los escenarios para un PP que necesitaría remontar ¡más de 15 puntos! para gobernar en ambas comunidades.

Es hora de hacer política. El Gobierno debe ser algo más que un grupo de contables.

En sólo 12 meses, Rajoy tiene que afrontar asuntos tan espinosos como el separatismo en Cataluña, la traslación a los ciudadanos de la mejora de la economía y la recuperación de la ilusión por un proyecto de país que ahora no se percibe.

Todas esas cuestiones van unidas. Para resolver la cuestión catalana, el PP deberá asumir decisiones valientes, que sin duda implicarán modificar el sistema de financiación y, probablemente, la Constitución. Tanto para el PP como para el PSOE ha llegado la hora de la política. La opción del autoengaño sólo llevará al desastre.

Casimiro García-Abadillo, director de El Mundo.

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