¿Qué importancia tiene que el nuevo papa sea originario de Argentina? Demasiada, por ser el país que forjó la vida y las posturas del cardenal Jorge Mario Bergoglio, el ahora papa Francisco. A través de él, Argentina ayudará a moldear a la Iglesia.
Más que cualquier otro país de América Latina, Argentina es una nación de inmigrantes y tiene una mezcla inusual de habitantes, incluida una de las mayores comunidades judías del mundo. Es un país que ha pasado por grandes transformaciones políticas, en el que las violaciones a los derechos humanos de parte de una cruel dictadura militar son todavía una herida abierta. Es un país con gran riqueza natural que demuestra una cultura orgullosa, aunque la pobreza y la inequidad siguen siendo problemas urgentes.
El Colegio Cardenalicio eligió al primer papa americano en su historia y al primer papa no europeo en más de mil años. Sin embargo, la elección tiene una importancia que trasciende a las razones simbólicas.
Los tiempos que vivimos nos ponen a prueba y nos moldean. Son nuestro crisol.
En Argentina, Bergoglio fue puesto a prueba y podemos ver como formó su trayectoria. Al examinar su carrera en Buenos Aires, podemos entender su camino hacia el papado.
Cuando fue arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio tuvo una relación extraordinariamente cercana con la comunidad judía de la ciudad. Trabajó con ellos en programas para combatir la pobreza y escribió un libro junto con un rabino. Como parte de esa relación estaba dispuesto a abordar el rol controversial de la Iglesia durante el Holocausto y decía que era necesario abrir los expedientes del Vaticano para descubrir la verdad. Esto indica que podría estar dispuesto a disipar el misterio que rodea al Vaticano en otras controversias, tal vez incluso las relacionadas con los recientes escándalos de abuso sexual.
Demostró estar comprometido a fortalecer las relaciones con otras religiones y decidido a luchar por la justicia. Asistió a varias ceremonias de Rosh Hashaná, encendió velas de Janucá y presionó al gobierno argentino para que insistiera en una investigación realizada en 1994 sobre el ataque en contra de un centro comunitario judío, el peor ataque terrorista de la historia de Argentina.
Recalcó que su obligación con la verdad no consistía en hacer declaraciones, sino en buscar que se hiciera justicia, lo que posiblemente da una pista de lo que está por venir.
En Argentina se celebró ampliamente su selección. Como la mayoría de los argentinos, este papa es un aficionado al futbol. La superestrella del futbol, Diego Armando Maradona, proclamó: "El dios del futbol es argentino, y ahora el papa también. Eso da gozo a nuestro país".
Sin embargo, no todas las personas están conformes.
Algunos activistas de derechos humanos dicen que fue vergonzosa la conducta de Bergoglio durante la dictadura que consumió a Argentina entre 1976 y 1983. Durante los años de la dictadura militar, el régimen secuestró y asesinó a casi 30.000 personas. Durante gran parte de esa época, el cardenal fue el líder de la orden de los jesuitas. Generalmente, la iglesia católica apoyaba a la dictadura.
En el libro The Silence (El silencio), del reportero investigador Horacio Verbitsky, se acusa a Bergoglio de abstenerse deliberadamente de proteger a dos sacerdotes jesuitas a los que el gobierno capturó y encarceló.
En otro caso, el ahora papa testificó acerca del secuestro de un bebé: el régimen robaba los hijos de los activistas presos y los daba en adopción a familias prominentes. Elena de la Cuadra dice que ella y su esposo fueron secuestrados y les robaron a su bebé. Afirman que Bergoglio no intercedió cuando se lo pidieron y lo acusan de saber lo que estaba ocurriendo y no alzar la voz.
Bergoglio niega las acusaciones y sus simpatizantes, entre ellos el premio Nobel de la Paz, el argentino Adolfo Pérez Esquivel, dicen que son infundadas.
Recientemente, Bergoglio no ha rehuído a los conflictos con el gobierno. Vehementemente rechazó el apoyo a los matrimonios del mismo sexo y dijo que la legislación sobre los derechos de los gays era "una maquinación del Padre de las Mentiras". Criticó duramente al gobierno por lo que él consideraba el fracaso en el combate a la pobreza y la inequidad.
Mucho se ha escrito acerca de su desdén hacia las comodidades terrenales —prefiere usar el autobús a una limusina con chofer y hasta ahora preparaba sus propias comidas—, pero su activismo en favor de los pobres ha sido igualmente notable a lo largo de su vida. Aunque rechaza la "teología de la liberación"—una ideología social y política radical—, apoya la aplicación de políticas firmes para promover la igualdad.
En el que será un papado guiado por los estándares morales conservadores en la mayoría de los temas, su pasado indica que la lucha contra la pobreza asumirá un papel fundamental. Ha declarado que "no solo el terrorismo, la represión y el asesinato violan los derechos humanos, sino también las estructuras económicas injustas que producen gran desigualdad".
El haber vivido en Argentina durante los años de la dictadura y las épocas del crecimiento económico que generó más pobreza puso al papa en la posición de tomar decisiones morales. Otros papas que lo precedieron se han enfrentado a los retos de su tiempo.
Su predecesor inmediato, el papa Benedicto XVI, creció en la Alemania nazi y, como otras personas de su generación, perteneció a las Juventudes Hitlerianas y sirvió en las fuerzas armadas de Alemania.
Trató de explicar sus circunstancias a sus críticos durante su papado. Antes que él, el papa Juan Pablo II creció bajo el régimen comunista en Polonia, hecho que jugó un papel clave en su papado cuando ayudó a inspirar la caída de la Cortina de Hierro en el este de Europa.
El papa Francisco creció en un sitio diferente, con una historia diferente. Vivió en un país con una gran mayoría católica, aunque gran parte de la población no es particularmente devota. Tratará de dar relevancia al catolicismo, en particular entre los pobres, y ha demostrado que no es probable que promueva una teología que busque satanizar o distanciar a quienes profesen otras religiones.
Frida Ghitis es columnista de asuntos mundiales del diario Miami Herald y de la revista World Politics Review. Fue corresponsal y productora de CNN y escribió el libro The End of Revolution: A Changing World in the Age of Live Television.