Los costos supuestamente no muy altos de Brexit

La votación del Reino Unido a favor de su salida o “Brexit” de la Unión Europea está en camino de convertirse en el mayor no-acontecimiento del año. Más allá de una libra esterlina más débil y tasas de interés más bajas en el Reino Unido, el referéndum no ha tenido un gran impacto duradero. Los mercados financieros se tambalearon durante unas pocas semanas después de dicha consulta popular, pero se han recuperado desde entonces. El gasto de los consumidores permanece inmóvil. Lo que es más sorprendente, la inversión se ha mantenido constante, a pesar de la incertidumbre sobre las futuras relaciones comerciales de Gran Bretaña con la Unión Europea. ¿Se exageró al pronosticar los costos esperados de Brexit?

La respuesta es verdaderamente no. De hecho, el Reino Unido bien puede acabar perdiendo el pronosticado 2 a 3% del PIB a consecuencia de Brexit. Pero es la salida del mercado único, no la votación inicial para salir, la que traerá consigo esas pérdidas, y eso puede ocurrir en el transcurso de un largo período. Si la salida llega a ser un proceso de diez años de duración, las pérdidas serían soportadas gradualmente a lo largo de dicho período, costando al Reino Unido alrededor de 0,2 a 0,3% de su PIB por año, en promedio.

Esto podría ser una muy buena noticia para el Reino Unido. Ya que con una moneda más débil, el país se beneficiará de un aumento en la competitividad de sus exportaciones, competitividad que podría compensar por las pérdidas incrementales y la debilidad de inversión transitoria que probablemente surjan.

Otros factores también amortiguarán el golpe de Brexit. Durante las dos últimas décadas, el Reino Unido ha transformado su economía con el propósito de fomentar un nivel de especialización sin precedentes en el ámbito de los servicios. A mediados de la década de 1990, las exportaciones de mercancías fueron tres veces más importantes que las exportaciones de servicios, y la mayoría de las exportaciones británicas se realizaban hacia la UE. Hoy en día, el Reino Unido exporta en su mayoría servicios – y sobre todo a mercados ubicados fuera de la UE.

Los costos supuestamente no muy altos de Brexit

Como resultado, hoy en día el mercado interior para venta de mercancías es mucho menos importante para el Reino Unido de lo que lo es para otros países de la UE. El valor agregado que contienen las exportaciones de mercancías británicas a la UE da cuenta de tan sólo el 5% del PIB – varias veces menos de lo representa para, digamos, Alemania. Al mismo tiempo, las exportaciones de Gran Bretaña a países fuera de la UE representan alrededor del 7% del PIB.

El desplazamiento en las exportaciones de mercancías del Reino Unido, que aleja a este país de la UE, refleja un cambio en las fuentes de crecimiento económico, considerando que Asia, en particular, está ganando primacía. En cierta medida, otros Estados miembros de la UE también han desplazado sus exportaciones hacia afuera de Europa, pero el efecto ha sido más pronunciado en el caso del Reino Unido.

El hecho de que el Reino Unido ahora depende más de su acceso a los mercados mundiales en comparación a su dependencia en su acceso al mercado interior de la UE, con seguridad, contribuyó a la votación a favor de Brexit, ya que minimiza el sacrificio que el Reino Unido tendría que hacer para poder recuperar el control sobre asuntos candentes, como ser la inmigración. También ayudó la creencia de que el Reino Unido podría asegurarse un mejor acceso a los mercados mundiales por cuenta propia, en comparación del acceso que lograría como parte de la UE.

Es en este punto que la apuesta de Brexit se torna en más riesgosa. Sin duda, aprobar acuerdos comerciales será mucho más fácil para el Reino Unido que para la UE, que requiere el acuerdo de 30 parlamentos (incluso de algunos parlamentos regionales). Los desafíos políticos que han impedido la aprobación de un acuerdo de libre comercio de perfil relativamente bajo con Canadá son un ejemplo de este reto. Sin embargo, el Reino Unido también tendrá menos peso en las negociaciones del que tiene la UE, especialmente a momento de negociar con grandes economías emergentes.

De manera similar, el Reino Unido no tiene por qué temer grandes cambios en su capacidad para exportar servicios a la UE, exportaciones que hoy en día representan alrededor del 40% del total de las exportaciones del RU, debido a que el mercado interno de servicios de la UE ya está más que abierto. Pero hay una excepción: los servicios financieros. Y, es una excepción muy grande.

En la actual situación, los servicios financieros representan alrededor de un tercio de las exportaciones totales de servicios de Gran Bretaña y dos tercios del superávit total de servicios que el Reino Unido necesita para pagar por su déficit en la exportación de mercancías. El éxito de la industria de servicios financieros es el resultado, al menos en parte, de la adhesión del Reino Unido a la UE.

La especialización de la economía del Reino Unido y de sus cuentas externas en cuanto a servicios financieros (y servicios en general) se inició el momento en el que los movimientos de capital se liberalizaron en el marco del programa de mercado interior de la década de 1990. Esta especialización se aceleró con la introducción de la moneda común, introducción que, combinada con la eliminación de los obstáculos a los flujos transfronterizos de capital y el auge del crédito a nivel mundial, fomentó la concentración de muchos tipos de servicios financieros al por mayor en la ciudad de Londres.

El sector financiero tiene una tendencia natural a formar clústeres, y Londres – lugar donde se habla el idioma inglés, el sistema legal es eficiente, los mercados laborales son flexibles y el régimen regulatorio es relativamente simplificado – ofrece ventajas sustanciales. Si se añade a todo esto el “sistema de pasaportes” de la UE, que permite a los bancos con sede en Londres vender sus servicios directamente en toda la UE, se puede aseverar que el crecimiento del sector de servicios financieros de la ciudad tiene mucho sentido – al igual de que tiene sentido el hecho de que los ciudadanos de Londres votaron abrumadoramente en contra de Brexit.

Sin embargo, la realidad es que la mayor parte de las ventajas que han convertido a Londres en un centro de servicios financieros se mantendrán, incluso después de Brexit. Y, la pérdida del sistema de pasaportes podría ser compensada por la creación de filiales o enclaves-puente dentro de la UE, tales como Dublín, Frankfurt o París. Por lo tanto, la industria de servicios financieros de Londres podría sobrevivir a Brexit, si bien es poco probable que mantenga su vitalidad anterior.

De hecho, sin importar cuáles son las condiciones que el Reino Unido negocie con la UE, es probable que el RU tenga que cambiar su modelo de crecimiento, probablemente a través de una modesta reactivación del sector de manufactura, entre otras cosas. Dadas las décadas de declino en la industria manufacturera británica, esto sería más fácil de decir que de hacer. Pero, si el RU no logra ese restablecimiento del equilibrio, el costo de Brexit a largo plazo podría llegar a ser sustancialmente más alto en comparación con las estimaciones actuales.

La expansión de la industria de servicios financieros – que crea pocos puestos de trabajo, pero los que sí crea son muy bien pagados – ha contribuido al aumento de la desigualdad de ingresos, misma que ha sido más pronunciada en el Reino Unido en comparación a lo que ocurre en el resto de la UE. Y, dicha desigualdad ayudó a alimentar la frustración generalizada con la globalización y con las llamadas “élites formadas por grupos dominantes”, mismas que llevaron a la victoria a la campaña Brexit.

En este sentido, uno de los principales beneficios económicos de la adhesión a la UE del Reino Unido condujo a que los británicos rechazaran el proyecto. La pregunta es si los cambios económicos que Brexit requerirá van a producir los beneficios para los trabajadores británicos que la campaña “Salir” prometió. La respuesta a esa interrogante aún está lejos de ser clara.

Daniel Gros is Director of the Brussels-based Center for European Policy Studies. He has worked for the International Monetary Fund, and served as an economic adviser to the European Commission, the European Parliament, and the French prime minister and finance minister. He is the editor of Economie Internationale and International Finance. Traducción de Rocío L. Barrientos.

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