Los culpables de la Carrasqueta

¿Acaso le han tomado el pelo al conseller Tresserras? ¿Se lo han tomado al ministro Clos? ¿Se lo dejó tomar José Montilla? ¿O se trata de una tomadura de pelo colectiva, tan pública y sonora, que todos a una han decidido escenificar el cuento del rey desnudo, sin niño lenguaraz que incomode? Porque lo que resulta evidente es que el cierre de las emisiones de TV3 en el País Valencià, después de veinte años, es la consecuencia última de una carrera de despropósitos, con nombres y apellidos muy nuestros, que lo han hecho todo tan mal, que han conseguido lo imposible: que el PP cierre TV3 y encima, los damnificados, le regalen ocho canales. Por supuesto, lo simple es machacar únicamente al PP, sabedores de que este deporte nacional del tiro al plato pepero siempre da dividendos. Además, nadie negará culpas a un partido que extrae réditos electorales de la confrontación entre catalanes y valencianos. No hay duda. El PP es el primer culpable de que 150.000 valencianos que pagaron de sus bolsillos la infraestructura para ver los cuatro canales de la Corporació Catalana, hoy se sientan agredidos y frustrados. En la era de las autopistas de la información y la televisión vía satélite, parece inconcebible este retorno a las cavernas de la censura. Además, resulta especialmente chocante que el mismo partido conservador, católico y apostólico, que se pone histérico con una televisión seria en catalán, no tenga apuros con los alegres canales alegales que pueblan las parrillas valencianas con concursos engañosos, dedicados a sorber euros de los bolsillos más pobres, o con programas de un porno cutre abiertamente dirigido al bajo vientre más primitivo de sus ciudadanos. Debe de ser más pecado hablar en catalán que tirarse, con calcetines y calzoncillos a media pierna, a la vecina del cuarto. En fin. No será una novedad asegurar que la guerra contra TV3 es una ofensiva ideológica de marcado carácter anticatalán.

Pero una vez queda expuesto lo malo que es el PP, no es gratuito hacer un análisis de cómo hemos llegado hasta aquí, no en vano algo es evidente: veinte años de ofensiva contra TV3 no habían conseguido mucho más que ruido, y sin embargo ahora tenemos un cierre, una multa de 300.000 euros y una situación de degradación que, probablemente, no tenga marcha atrás. Cabe recordar, además, que Zaplana ya hizo una ofensiva contra las antenas de la Corporació, pero la habilidad de Pujol en esa época - nobleza obliga a reconocerlo- paró eficazmente el golpe. Como decía alguien, en aquella época el president de la Generalitat estaba muy considerado, y Zaplana se dejó impresionar. Me temo que no disfrutamos, ahora, ni en la institución, ni en la presidencia, del mismo prestigio. Más grave aún. El Ministerio de Industria ha gozado de una nutrida presencia catalana, que ha perpetrado todo tipo de desaguisados con una puntilla final, en manos del propio José Montilla. Fue Montilla quien propició el pase de la TV3 analógica a la digital, sin garantías, para ceder a La Sexta y a su Mundial de Fútbol el espacio que ocupaba el canal catalán.

Su decisión dejó en indefensión las antenas de la Corporació. Después Joan Clos, haciendo bueno aquel principio de Peter que asegura que "en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia", ha llevado tan mal el problema, que el resultado final ha sido catastrófico. Todo con la comparsa de un conseller Tresserras que, o no se ha enterado de nada, o se ha visto tan superado por las circunstancias, que ha sido responsable por tonto útil. Miren cómo queda la cosa. Clos era el propietario de las frecuencias que gestiona Camps y que han motivado el cierre de TV3. No las ha reclamado, como habría podido. Además, para permitir que TV3 moviera la cola, le ha cedido al PP valenciano dos múltiplex, es decir, ¡ocho canales de televisión nuevos!, con la excusa de que uno sea para TV3. Así, gracias a los buenos oficios de maese Clos, ahora Camps tendrá ocho canales nuevos, desaparecen los cuatro de la Corporació, y a lo mejor, si se vuelve amable, permite que uno de los ocho sea para TV3. Siete canales nuevos en castellano, por tanto, tres desaparecidos en catalán, y la previsión de uno en catalán si, ¡atención!, TV3 cambia su libro de estilo. Si lo hacen mejor, montan un circo. No es que el ministerio y la conselleria hayan negociado mal con la Generalitat valenciana, es que los han esquilado, se han quedado la lana y les han hecho pagar los portes. Aseguran ahora que todo esto pasa porque estamos en elecciones, el anticatalanismo vende y el PP es muy malo. Lo de siempre de la paja, la viga y el ojo. No. Esto pasa porque Montilla dejó a la intemperie en el País Valencià, y con anuncio de huracán, los canales de la Corporació. Pasa porque Joan Clos entrará en la historia como un mito de la incompetencia. Pasa porque el PP nos ha tomado el pelo alegremente. Pasa porque la Generalitat catalana no tiene peso. Y pasa porque la conselleria de turno es tan simpática, que hasta cuesta decirle que no se entera. Entre todos la mataron y ella sola se murió. ¿Una vergüenza pepera? Sí, pero sobre todo una vergüenza muy catalana.

Pilar Rahola