Los delirios de Alemania

En los últimos días, el representante alemán en el consejo directivo del Banco Central Europeo ha expresado su fuerte desacuerdo con la decisión tomada por el BCE el 7 de noviembre para reducir su tasa de interés de referencia. Ahora la Comisión Europea ha abierto una investigación para decidir si el enorme superávit en la cuenta corriente de Alemania es causa de daños económicos a la Unión Europea y otros lugares. Esta investigación y la crítica del modelo alemán de crecimiento basado en las exportaciones han despertado indignación en Alemania. ¿Se está convirtiendo Alemania en el chivo expiatorio de los problemas europeos, o está realmente desacompasada respecto de la UE y la economía mundial?

Los alemanes se cuentan desde hace mucho entre las personas más eurófilas, pero su humor ha estado cambiando gradualmente hacia una postura en contra de Europa y su moneda común, el euro. Ha surgido un partido político abiertamente antieuro y, si bien no llegó al Bundestag en las elecciones generales de septiembre, cuenta con tierra fértil donde crecer. Esto es trágico, porque Alemania debiera estar impulsando el desarrollo de una visión persuasiva para el futuro europeo. Son tres las ilusiones responsables de la creciente aversión del público alemán hacia la integración europea y de la incapacidad de muchos alemanes para entender que Alemania es quien más tiene que perder con el colapso del euro.

Para comenzar, los alemanes están convencidos de que han superado la crisis extraordinariamente bien. Si bien el crecimiento del PBI se redujo bruscamente en 2009, mostró una rápida recuperación; la economía alemana es actualmente un 8 % mayor que en ese entonces. De manera similar, la tasa de desempleo cayó durante la crisis para alcanzar el 5,2 %, su menor nivel desde la reunificación. Y el compromiso del gobierno alemán con la consolidación fiscal le permitió lograr un superávit el año pasado (se espera que el superávit fiscal alcance en 2018 el 1,5 % del PBI).

Esas cifras han alimentado la percepción de que la economía alemana experimenta una bonanza y que su futuro sería aún más brillante si las economías más débiles de la zona del euro no la retrasaran. Pero, con una perspectiva de más largo plazo, el desempeño económico alemán es en realidad bastante desalentador. Un reciente estudio de DIW Berlin muestra que, desde la creación de la unión monetaria en 1999, Alemania ha registrado algunas de las menores tasas de crecimiento de PBI y productividad en la zona del euro.

Más aún, los salarios reales apenas han aumentado (para más del 60 % de los trabajadores alemanes, en realidad han disminuido). Los salarios aumentaron mucho más en otros lugares de Europa, a pesar de lo profundo de la crisis económica. Dado que Alemania también tiene una de las menores tasas de inversión en la zona del euro, el crecimiento de su PBI probablemente estará entre los más bajos de Europa en los próximos años, por lo que es poco probable que los salarios aumenten en forma significativa.

Por supuesto, los alemanes no están completamente equivocados; la crisis en la periferia europea está debilitando las perspectivas del crecimiento económico alemán. Pero deberían recordar que, hace tan solo una década, Alemania era el «hombre enfermo de Europa» y que el sólido crecimiento y dinamismo en el resto de Europa contribuyeron sustancialmente a su recuperación. Deben reconocer además que los europeos están todos en el mismo barco: lo que es bueno para Europa también lo es para Alemania y viceversa.

La segunda ilusión que ciega a muchos alemanes es que otros gobiernos europeos pretenden quedarse con su dinero. En consecuencia, Alemania se ha mostrado reticente a involucrarse por completo en el debate sobre una unión bancaria europea para no exponer a los contribuyentes alemanes a supuestos importantes riesgos y costos desconocidos a través de la reestructuración bancaria y el aseguramiento de los depósitos. De manera similar, los alemanes han criticado los instrumentos de política monetaria del BCE, especialmente su programa de «transacciones monetarias directas». Sus oponentes han apelado al tribunal constitucional alemán para invalidar el esquema de compras condicionales mediante el TMD de deuda gubernamental de la zona del euro.

Esa oposición parece antiintuitiva, dado que el mero anuncio por el BCE del programa TMD calmó los mercados de deuda soberana y redujo los costos de endeudamiento de los países periféricos. De hecho, simplemente por brindar una protección creíble contra el riesgo del colapso de la zona del euro, el esquema se ha convertido en una de las medidas más exitosas implementadas por bancos centrales en la historia reciente. La explicación más razonable para la respuesta de Alemania es que muchos alemanes albergan una profunda desconfianza hacia otros gobiernos europeos y creen por lo tanto que no se puede confiar en ellos para evitar la insolvencia.

La tercera ilusión de los alemanes es que la crisis actual es, en última instancia, una crisis del euro. Si bien es tentador tomar a la moneda común como chivo expiatorio, la verdad es que el euro ha brindado enormes beneficios económicos y financieros a Alemania gracias al crecimiento del comercio, la estabilidad de precios y el aumento de la competencia y la eficiencia.

Además, la crisis de la zona del euro no presenta las características de la crisis monetaria. El euro no está sobrevaluado ni mal administrado, lo que socavaría la competitividad y erosionaría la confianza en la estabilidad en el largo plazo de la moneda. Por el contrario, la notable capacidad de recuperación del tipo de cambio del euro respecto de todas las demás monedas importantes demuestra una sostenida fe en su viabilidad y estabilidad. Pero los mercados financieros ya no creen que los gobiernos harán lo que sea para rescatar a Europa de la crisis.

El argumento de que la crisis surge porque la zona del euro no es una zona monetaria óptima adolece de los mismos errores. Ninguna economía es una zona monetaria óptima, hay diferencias sustanciales entre los estados en EE. UU., e incluso entre los Länder alemanes. El principal desafío para la viabilidad del euro en el largo plazo es la falta de voluntad política para implementar políticas complementarias, como una unión bancaria y una unión fiscal creíble.

Si bien las perspectivas para la economía de la zona del euro han mejorado, no está fuera de peligro. Una crisis profunda en cualquiera de sus países miembros probablemente se torne contagiosa. Dada la apertura comercial y financiera de Alemania, así como la responsabilidad por el liderazgo que acompaña su fortaleza económica, enfrentaría costos especialmente elevados.

Con este telón de fondo, el tercer gobierno de la canciller Angela Merkel, una vez que se constituya, deberá eliminar del país las ilusiones que le impiden desempeñar un rol proactivo y constructivo para garantizar que Europa funcione como una unión. Tal empresa requiere, por sobre todas las cosas, la recuperación de la confianza entre los países europeos. Si bien eso será indudablemente difícil de lograr, es la única opción real para Alemania y la única esperanza verdadera para Europa.

Marcel Fratzscher, a former head of International Policy Analysis at the European Central Bank, is President of the German Institute for Economic Research (DIW Berlin) and Professor of Macroeconomics and Finance at Humboldt University of Berlin. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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