Los denigradores del Banco de Pagos Internacionales

Podría parecer una afirmación inverosímil, pero la banca central se ha vuelto apasionante. No se trata necesariamente de una novedad digna de beneplácito. Las decisiones adoptadas por las principales autoridades monetarias desde la crisis financiera mundial del período 2008-2009 han sido heterodoxas, creativas y a veces arriesgadas. Sus opciones actuales, en las que hay mucho en juego, afectarán a la economía mundial en los próximos decenios.

Además, los banqueros centrales han empezado a mostrarse más explícitos al expresar posturas contundentes en los medios de comunicación, como para ganarse a la opinión publica. Se trata de una combinación potente y peligrosa. En ese marco, se deben escuchar también con atención voces serenas e informadas, como la del Banco de Pagos Internacionales, el banco central de los bancos centrales. Lamentablemente, muchos bancos centrales han intentado marginar al BPI, en lugar de dialogar con él.

Uno de los debates más polémicos ha versado sobre cuándo poner fin a las medidas “heterodoxas” de política monetaria que se introdujeron después de la crisis financiera para velar por que los bancos siguieran prestando y, con ello, estimulando el crecimiento y evitando la deflación. Ahora algunos bancos centrales están preocupados por que la retirada prematura de dichas medidas vuelva a sumir la economía en la recesión. Sin embargo, otros temen que la estrategia actual, aunque originalmente encaminada a prevenir un desplome económico, esté sembrando la inestabilidad futura, incluida la aparición de otra burbuja de precios de los activos.

En sus intentos de resolver esos dilemas, las autoridades están lidiando también con la cuestión de si centrarse en los instrumentos monetarios tradicionales, como, por ejemplo, los tipos de interés, o recurrir más a las llamadas “medidas macroprudenciales”, como, por ejemplo,  los incrementos y los márgenes de capital o los ajustes de los coeficientes entre préstamo y valor.

En el centro del debate –en el que participan actualmente los tesoros y los bancos centrales de las economías principales, además de organismos supranacionales, como, por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional y el BPI– se encuentra la relación entre la política monetaria y la estabilidad financiera. El BPI, por ejemplo, ha indicado que la estabilidad financiera está estrechamente vinculada con la política monetaria y ha aconsejado a las autoridades que más pronto que tarde comiencen a eliminar el dinero fácil de sus economías. Sin embargo, los banqueros centrales parecen querer probar primero (y a veces exclusivamente) los instrumentos macroprudenciales.

No es habitual presenciar un choque de opiniones entre las autoridades monetarias tan radical y nítido, que ha merecido una mayor atención política y de los medios de comunicación y, bajo los focos públicos, algunos banqueros centrales han intentado restar importancia a la evaluación del BPI con el argumento de que resulta demasiado fácil emitir recomendaciones normativas transcendentales cuando no se padecerá ninguna de las consecuencias resultantes de una prescripción equivocada.

Desde luego, la orientación de la política debe basarse en las circunstancias económicas internas de un país y en los instrumentos de que disponen las autoridades y, aunque en algunas economías puede ser aconsejable un mayor rigor monetario, en otras podría ser inapropiado.

Pero las duras reacciones ante el análisis del BPI parecen injustas y fuera de lugar. Siempre es difícil encontrar la posición adecuada en materia de política monetaria para una economía determinada en un momento concreto. Los bancos centrales emplean a un ejército de expertos para conseguirlo y otras instituciones raras veces están tan bien dotadas de recursos para presentar argumentos opuestos e igualmente complejos. Sin embargo, el BPI es una de las pocas organizaciones que no sólo cuentan con las necesarias capacidades de investigación y análisis, sino también con una ejecutoria de recomendaciones acertadas. Conviene no olvidar –como muchos banqueros centrales parecen haber hecho– que el BPI fue uno de los primeros en avisar, varios años antes de la crisis de 2008, sobre los peligros de los excesos financieros.

El BPI tiene derecho a  que se lo escuche. Su misión consiste no sólo en representar a los bancos centrales, sino también en ofrecer ideas y retroinformación intelectual. De hecho, presta buenos servicios a las autoridades poniendo en tela de juicio sus opiniones, debatiendo al respecto e influyendo en ellas. En lugar de denigrar al BPI, las autoridades monetarias deben estar agradecidas por las perspectivas fundamentadas que brinda.

Mojmír Hampl is Vice-Governor of the Czech National Bank. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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