Los desafíos de Globalistán

La tierra es todavía redonda y dura pero el mundo – el de la gente – se ha vuelto plano y fluido. El mundo ha cambiado y está cambiando. Un torbellino de revoluciones científicas y tecnológicas barre nuestro planeta, llevándonos a una velocidad extrema de un mundo definido por la imprenta de Gutenberg a otro encarnado en el Facebook de Zuckerberg. El aumento de la prosperidad y la medicina moderna – que ha expandido significativamente la esperanza de vida – supone que al final del siglo XXI la población mundial alcanzará los 9.000 millones. En este mundo de creciente interdependencia, la supervivencia de la humanidad dependerá cada vez más de la cooperación y la buena gobernanza global.

La agenda política, diplomática y económica internacional está sobrecargada: el Consejo de Seguridad de la ONU parece cada vez más paralizado por los poderes políticos y alejado de la realidad; la fragilidad de los Estados, el extremismo religioso y el aumento de los nacionalismos desafían la seguridad y solidaridad internacionales; y la economía de mercado mundial está dominada por un pequeño cártel de grandes corporaciones.

Una reforma del Consejo de Seguridad –hoy dominado por cinco poderes que ejercen su capacidad de veto– será esencial para la futura gestión de los asuntos globales. Este ya no es representativo del “estado del mundo” y es cada vez más criticado por no cumplir su propósito. En el núcleo de estas reformas deben estar los esfuerzos para asegurar que más países queden incluidos como miembros permanentes, no menos importantes que Brasil, Suráfrica e India, que no paran de demostrar su fuerza demográfica y económica.

El sistema de toma de decisiones del Consejo de Seguridad necesita una revisión seria: incluyendo, por ejemplo, la introducción del voto por mayoría cualificada.

La reactivación de una forma modificada del Consejo de Administración Fiduciaria (Capítulo XIII) debería ser considerada como parte de cualquier programa de revitalización de la ONU. Esto no significa la resurrección de los mandatos neocoloniales, sino un nuevo tipo de administración con el objetivo de ofrecer un entrenamiento multilateral a aquellos Estados que muestren signos de fragilidad y estén en riesgo de convertirse en Estados fallidos.

Otro proyecto para reformar la institución podría incluir un examen de cómo los países pueden adaptar la democracia y la buena gobernanza a las circunstancias locales, tradicionales e históricamente específicas sin reducir la importancia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Por último, pienso que la introducción del modelo federal podría ayudar a eliminar los conflictos internos y las tensiones en muchos países.

Nacionalismo y aislacionismo

Estas tensiones son palpables alrededor de todo el globo, exacerbadas por o canalizadas a través del aumento del nacionalismo y una insistencia en la soberanía. Estas doctrinas son fundamentalmente incompatibles con la forma en la que en mundo trabaja hoy en día, y el presente y el futuro necesitan de la cooperación internacional. Estas tendencias dentro y entre varios Estados alimentan el aislacionismo y socavan la solidaridad internacional que promueven instituciones multilaterales como la ONU y la Unión Europea. Con demasiada frecuencia, los nacionalistas se comportan como trogloditas que descienden a sus cavernas, quitan la escalera y piensan que eso les hace estar seguros. Pero lo cierto es lo contrario: la cooperación es una necesidad absoluta en un mundo que ahora es, desde el punto de vista no solo económico, altamente interdependiente.

Los votantes sensatos no deben apoyar la independencia sino “más dependencia”: los gobiernos son a veces demasiados pequeños para los grandes problemas y demasiado grandes para los pequeños problemas.

Nuestra economía global de mercado es, efectivamente, un oligopolio, con muchos sectores dominados por las grandes corporaciones multinacionales.

Para producir prosperidad, una economía de mercado no debe dar rienda suelta, sino que debe ser regulada para evitar desequilibrios, excesos y peleas darwinianas hasta la muerte. La crisis financiera mundial de 2008 a 2011 hizo esto en abundancia. Cualquier otra recesión económica dramática, o el colapso de una gran economía –por ejemplo, China–, tendría inevitablemente implicaciones negativas para la estabilidad política global: salvaguardar la economía global al mismo tiempo que se asegura que trabaje para todos (por ejemplo, a través de los acuerdos de libre comercio e inversión) es esencial. Y, de nuevo, la cooperación, esta vez en forma de supervisión y de control multilateral –por el FMI, el Banco Mundial y la OCDE, especialmente en casos de fusión o de estrecha colaboración entre grandes empresas– es de vital importancia.

Fallos globales de seguridad

Tal cooperación internacional es extremadamente necesaria, no solo para una economía global sostenible sino también para la seguridad global. La naturaleza interconectada del extremismo violento y el terrorismo contradice a los enfoques que se limitan a las fronteras estatales. Lo que es necesario es una acción concertada a través de los Estados y las fronteras para hacer frente a lo que es una verdadera amenaza transnacional. El vergonzoso fallo de la primavera árabe y la propagación de guerras civiles y religiosas en Oriente Próximo requiere a la comunidad internacional para reforzar y asumir la responsabilidad. Tenemos prioridades como la derrota del Estado Islámico y establecer niveles de democracia en Siria.

También estamos familiarizados con ciertas herramientas, por ejemplo la imposición de embargos estrictos en la exportación de armas y el bloqueo de los flujos financieros de los grupos en disputa. Pero el requisito internacional de cohesión y voluntad política está fallando: cualquier acercamiento internacional tendría que involucrar a Estados Unidos y a Rusia como los protagonistas inevitables, para no dar pie a que una posible intervención internacional se perciba como una intervención puramente occidental, una versión moderna de las cruzadas.

La cooperación pragmática – incluyendo entre bloques no fácilmente reconciliables, como Rusia y Occidente, con disputas tan profundas como Ucrania – sigue siendo esencial para la solución de muchos conflictos actuales, así como los de mañana.

Catástrofes humanas

A la vez que la cooperación internacional para prevenir la inseguridad, necesitamos cooperación para hacer frente a los efectos de los conflictos y desastres del medio ambiente o humanos. Hoy, los refugiados se están moviendo hacia Europa desde las zonas de guerra en África y Oriente Próximo; y miles están muriendo mientras los Estados discuten sobre la mejor forma de lidiar con el influjo.

Una gestión eficiente y humana en la crisis de los refugiados es necesaria, así como la promoción pública en Europa sobre cómo estos refugiados podrían ser integrados para revitalizar poblaciones envejecidas.

No solo dentro de Europa la cooperación y la solidaridad son esenciales sino también en Oriente Próximo, donde países árabes ricos como Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos deberían hacer un gran esfuerzo para acoger a los refugiados.

Los cambios en todas las esferas nunca habían sido tan profundos, rápidos y globales como lo son hoy. La cuestión esencial no es solo que este cambio omnipresente esté ocurriendo, sino cómo transformar todos estos cambios en un progreso humano real; cómo mejorar, en definitiva, la condición humana. Esta tarea – promover la prosperidad y el bienestar, la justicia y la equidad, la eficiencia y responsabilidad – no es solo ética, es esencial para el futuro de la humanidad si queremos evitar la propagación de una barbarie global.

Mark Eyskens, exprimer ministro de Bélgica.

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