Los dilemas existenciales de la CELAC

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), nacida en diciembre de 2011 en Caracas gracias a la convergencia de liderazgos de Brasil, México y Venezuela, se va consolidando como espacio de interlocución política tanto entre sus miembros, como con otros sujetos de la arena internacional en diálogos con la UE, China, Rusia, los BRIC y otros. Sin embargo, en la III Cumbre CELAC celebrada en Costa Rica el 28 y 29 de enero de 2015 han vuelto a manifestarse algunos de los dilemas que hoy se plantean en América Latina respecto al rumbo de los procesos de integración y cooperación regional. En la CELAC conviven desde su creación diferentes versiones de lo que la institución representa y cuál debe ser su papel en la región. Lo que para unos es un mecanismo de concertación política y representación de la región para el diálogo, para otros es un proyecto de constitución de un nuevo bloque contra-hegemónico que trata de liberarse del dominio de Estados Unidos y confrontar la Agenda hemisférica de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Si algunos dirigentes de los estados miembros sostienen que es un espacio para converger en la diversidad, otros opinan que es el síntoma de un cambio de época que relega las instituciones hemisféricas de la OEA a un pasado histórico de neocolonialismo que debe ser superado. Esos dos relatos se alternaron en los discursos de los 33 altos mandatarios que sucedieron a las negociaciones de la Declaración política de Belén de 94 puntos y a un Plan de acción en el que se enumeran las agendas y diálogos conjuntos intra y extra regionales en 27 rubros que abordan un extenso campo de cooperación. El tema central de la Cumbre fue un mal endémico de la región: la lucha contra la pobreza y la desigualdad. Este tema fue a la vez objeto de satisfacción, por los avances que se produjeron en la pasada década, como sujeto de preocupación por el estancamiento que se ha producido en su reducción a causa de la ralentización del crecimiento económico en la región, que fue señalado en el discurso de la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcenas. Mientras algunos mandatarios destacaban los resultados exitosos de políticas sociales redistributivas, otros ponían el acento en la necesidad de mantener el crecimiento y comprometerse con reformas estructurales para hacerlas sostenibles.

La declaración final reitera los principios comunes democráticos, respeto a los Derechos Humanos y el multilateralismo eficaz, pero la interpretación no es homogénea en la región. Si unos promueven la convergencia de valores y complementariedad entre los diferentes foros regionales, otros ven en las instituciones interamericanas de Protección de los Derechos Humanos políticas de injerencia y desestabilización política. Uno de los temas que más unanimidad suscitó fue la anunciada apertura de negociaciones entre Cuba y los Estados Unidos el pasado 17 de diciembre de 2014. Pero, mientras algunos lo interpretaron como un paso histórico positivo, otros lo presentaron como una victoria del socialismo frente al “fallido capitalismo” y su “pobreza moral”. El mismo Raúl Castro se encargó de recordar que mientras el bloqueo y la base de Guantánamo permanezcan la normalización no sería completa y aseveró que ninguna contrapartida podía exigirse al pueblo soberano de Cuba al tiempo que condenaba las sanciones unilaterales de Estados Unidos hacia dirigentes venezolanos implicados en las acciones policiales contra disidentes políticos.

Aún más contundente fue la intervención del venezolano Nicolas Maduro, que denunció el supuesto intento de un golpe de Estado contra su gobierno en pleno deterioro de la situación económica y política. El nicaragüense Daniel Ortega llegó a acusar al “Yankee” de estar repitiendo en Venezuela el guion del golpe de estado contra Salvador Allende en Chile de 1973 y cedió parte de su tiempo al independentista portorriqueño Rubén Berrios, provocando las quejas del presidente anfitrión, Luis Guillermo Solís. El tema de la independencia de Puerto Rico ya fue introducido con ocasión de la II Cumbre CELAC en La Habana, en enero de 2014, por el bloque de los países del ALBA con abundantes y recurrentes referencias históricas a los héroes de las guerras de la independencia. Aunque genera disenso entre los miembros, parece haber llegado para sumarse a las reclamaciones sobre la soberanía argentina de las Malvinas.

Frente al antiimperialismo norteamericano de algunos, todos parecen confiar en las bondades de la cooperación con China, con la que la CELAC institucionalizó el diálogo político el 7 de enero de 2015 y aprobó un Plan de acción quinquenal que prevé: 250 mil millones de dólares en inversiones chinas, duplicar el comercio hasta llegar a los 500 mil millones y préstamos de hasta 35 mil millones. Pero mientras países como Chile, Perú, Colombia y México, miembros de la Alianza del Pacífico, abren sus mercados mediante Tratados de libre comercio con el gigante asiático, los Estados Unidos y la UE, los miembros de MERCOSUR se resisten a abrir sus mercados. Esto suscita ciertas dudas de que resulte viable el establecimiento de una zona arancelaria latinoamericana y caribeña prevista en el Plan de acción de CELAC.

Lejos de la idea de bloque, en realidad la CELAC se proyecta como un nuevo actor poliédrico de múltiples caras en el que las alianzas no son siempre las mismas. El carácter transaccional se observa incluso en la sucesión de las presidencias pro tempore que buscan balancear la diversas tendencias; así Costa Rica la traspasó a Ecuador en esta cumbre, mientras la recibió de Cuba a quien le fue cedida por Chile, país que la recibió de Venezuela. Entre los miembros hay discrepancias en cuanto al alcance de la institucionalización; mientras el sector bolivariano pugna por crear instituciones estables y convertirse en una alternativa a la OEA, otros prefieren mantenerlo como un foro flexible sin comprometer su libertad de acción, ni su relación con Estados Unidos. Estas contradicciones y dilemas no impiden constatar que la CELAC ha llegado más lejos de lo que se podía imaginar hace una década y que la voluntad política supera a las diferencias. En la pasada cumbre hubo unidad en la ovación al viejo dirigente José Mujica en su último discurso en la CELAC como presidente del Uruguay que, con un “somos lo que somos”, resumía el crisol de uniones y desencuentros que palpita en la región.

Anna Ayuso, Investigadora sénior, CIDOB

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