Los elegidos

Acudo al título de la última novela publicada por el escritor de San Sebastián Eduardo Iglesias para tratar de explicarme a mí mismo las contradictorias impresiones que esta larga y casi eterna campaña electoral. Esta vuelta a España sin bicis (si se me permite la expresión) cargada de debates, opiniones, proclamas, candidatos y mensajes cruzados, está provocando en mi ya saturada conciencia política y me temo, por lo que contrasto y leo alrededor, en la desengañada conciencia política de más de uno.

Soy plenamente consciente de que la mía, en caso de serlo, sería sólo otra opinión, una más, y recuerdo aquello que escribía Kissinger en sus memorias, “el casi siempre nulo efecto de la opinión sobre lo opinado” y sin embargo continúo, más por que creo coincidir en el territorio de la duda que a mi parecer se extiende a pocos días de la nueva prueba electoral, que por que me considere entre los pocos o muchos, me temo que pocos, que cabalgan ya con la bandera firmemente erguida al frente de sus decisiones de voto.

Si traigo a colación la figura de Henry Kissinger, no es desde luego por simpatía personal hacía él, eminente secretario de Estado y eterno consejero de política exterior de los Estados Unidos, si no por la fascinación que la lectura de sus memorias me produce. Pocos en el siglo que nos dejó y en lo poco que llevamos de este, (su consejo fue brevemente reclamado después de la ruidosa caída de las Torres Gemelas), han sabido contar con tal destreza y con tan poca inocencia, los entresijos de la política, desde la más alta a la más baja, si es que estos dos parámetros pudiesen establecerse, cosa que como bien explica el propio Kissinger no siempre es posible.

Pablo Iglesias ha mencionado certeramente el ajedrez, metáfora con la que imagino que el propio Kissinger no podría estar más de acuerdo. También ha mencionado los medios, que como decía McLuhan son el mensaje. Lo que Henry, por no repetir Kissinger, llamaba política de manipulación. Aquí cabría añadir que no hay política sin manipulación. Lo contrario es pretender vivir y pensar en el limbo. O tener fe, o ser un bárbaro. Ajedrez en cualquier caso, es más cercano a la realidad política, otro oxímoron, que parchís. En este periodo convulso y corrupto, se ha tratado de escamotear, según la ley del trilero, la cuestión esencial. Donde había gato, hay liebre, donde había derecha hay progreso, donde había izquierda, hay cambio generacional, y en fin, donde hambre, sigue habiendo hambre.

Ahora nos quedamos solos, los elegidos, (por sí mismos), y los electores. Matizo esta frase, para que se me entienda, los que se creen elegidos, se eligen así mismos, para conseguir finalmente y en efecto, ser elegidos.

Tenemos por delante, y esto no es una metáfora, una papeleta.

Tecnocracia contra ideología. Administración contra gobierno. Sueños contra negocios. Y negocios de los sueños.

Luego está la unidad de España, que a algunos les preocupa mucho y a otros poco. Los padres Hamlet, todos actores muertos, desde Franco hasta ETA, cada uno con su larga cadena víctimas inocentes. Pero también está mañana, y gente nueva que tiene todo el derecho del mundo a cometer sus propios errores y a no limitarse a la tristeza de heredar los nuestros.

Sólo me gustaría elevar un ruego, o súplica, hacía cada uno de los candidatos: desterrar de una vez por todas la palabra ganar, y sustituirla por la más larga y sensata expresión de asumir una grave responsabilidad.

Al fin y al cabo, nuestro y vuestro futuro, no es un juego, sino una vida.

Roy Loriga es escritor, guionista y director de cine.

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