Los enfrentamientos entre Georgia y Rusia por Osetia del Sur

Tema: Entre el 7 y el 11 de agosto fuerzas georgianas y rusas han combatido en Osetia del Sur y en territorio georgiana hasta que se ha llegado a un alto el fuego con las fuerzas rusas ocupando parte del territorio de Georgia

Resumen: Fuerzas rusas y georgianas han combatido sobre Osetia del Sur tras la invasión georgiana del 7 de agosto de 2008 para imponer la normalidad constitucional en la provincia separatista surosetia. Georgia podría haberlo conseguido de no intervenir las fuerzas armadas rusas que desalojaron a las tropas georgianas de las posiciones alcanzadas en Osetia del Sur y anularon cualquier capacidad de ayuda destruyendo objetivos estratégicos en el interior de Georgia y en la república independentista de Abjazia. Durante los enfrentamientos que duraron hasta el 11 de agosto las fuerzas rusas consiguieron todos sus objetivos militares ocupando territorio georgiano para negociar desde una posición de fuerza. El acuerdo para el alto el fuego llegó después de que Rusia impusiera sus condiciones y antes de que se retiraran sus fuerzas de territorio georgiano.

Este ARI analiza los antecedentes inmediatos del conflicto, la aproximación de Georgia a la OTAN y la UE para librarse de la influencia rusa, la oposición rusa a la perdida de influencia regional e internacional, los conflictos latentes de Osetia del Sur y Abjazia, la escalada previa a los enfrentamientos, el desarrollo de éstos y la situación tras el alto el fuego acordado.

Análisis

Los antecedentes inmediatos de los enfrentamientos entre Georgia y la Federación Rusa por Osetia del Sur tienen su causa última en las tensiones por preservar o reducir la influencia rusa en la zona del Cáucaso. Las tensiones tienen una dimensión internacional, enfrentando a Rusia con Estados Unidos en su pugna por el liderazgo internacional, y una dimensión regional, enfrentando a Rusia con Georgia por su intento de integrarse en las instituciones occidentales. Desde su llegada al poder con la Revolución de las Rosas en noviembre de 2003, el Gobierno georgiano ha buscado el apoyo de la OTAN y de la UE para escaparse de la influencia rusa. La Federación Rusa sigue considerando el territorio de sus antiguas repúblicas como un espacio natural de influencia y observa con preocupación los intentos de salirse de esta esfera – o la intromisión en ella- como una amenaza directa a sus intereses de seguridad nacional.

Estados Unidos ha sido el valedor principal de la estrategia georgiana pese a no conseguir incluir a Georgia entre los nuevos miembros admitidos durante el Consejo del Atlántico Norte de abril de 2008 en Bucarest. Georgia suscribió un acuerdo de asociación (Individual Partnership Action Plan) en octubre de 2004 y en 2008 solicitó formalmente su ingreso. La oposición rusa consiguió retrasar la admisión pero no que la OTAN descartara su ingreso en el futuro si progresa de acuerdo con el plan acordado entre la OTAN y Georgia (Membership Action Plan) cuya siguiente evaluación será en diciembre de 2008. El aplazamiento del ingreso no contentó a Rusia que vio en esta decisión un episodio más de una larga lista de agravios perpetrados –en su opinión- por Estados Unidos y por algunos países europeos a propósito de la independencia de Kosovo, el despliegue de misiles en Polonia y Chequia, la expansión oriental de la OTAN y la UE hacia las fronteras de la Federación o el menosprecio del poder emergente de la antigua superpotencia. Rusia ha pasado progresivamente de criticar estas decisiones a amenazar con intervenir directamente en defensa de sus intereses sin llegar a hacerlo y, de ahí, a cumplir sus amenazas como parecen demostrar los enfrentamientos en Osetia del Sur

La voluntad georgiana de salirse de la influencia rusa provocó desde el principio un pulso entre Tbilisi y Moscú que derivó en un pulso personal entre el Presidente de Georgia, Mijail Saakhasvili, y el entonces Presidente y ahora primer ministro de Rusia, Vladimir Putin, plagado de desencuentros, acusaciones y brusquedades mutuas. Los dirigentes rusos consideran que está en juego su credibilidad como un actor emergente que está recuperando su capacidad de influencia nacional, regional e internacional y que su reputación depende de las respuestas que de a los desafíos a su autoridad. En el caso de Georgia, su salida de la órbita rusa podría alentar desafíos similares en Ucrania, Azerbaijan o Abjazia y reabrir frentes de confrontación como el checheno o el ingusetio que se están cerrando por la fuerza. Además, el Gobierno georgiano hacía ostentación del apoyo occidental y en esa percepción de juego suma cero, en la que cualquier avance georgiano se considera por la Federación Rusa como un retroceso inaceptable, no sólo cuenta el fondo de la emancipación sino también la forma de hacerlo. De esta forma, la respuesta rusa se fue decantando por la ejemplaridad

El otro gran objetivo del programa de Gobierno del Presidente Saakashvili fue el de la reintegración territorial. Georgia carecía de control sobre cuatro zonas del país y logró recuperar Abjaria en 2004 y algunas posiciones en el valle de Kodor en 2006 pero no pudo progresar con Abjazia ni con Osetia del Sur. En el caso de Abjazia, su separación fue traumática y llegó tras sendas guerras civiles durante 1992 y 1993 que causaron miles de víctimas y desplazados. Los acuerdos de alto el fuego de mayo de 1994 en Moscú permitieron la presencia de fuerzas de mantenimiento de la paz de la Comunidad de Estados Independientes (rusas fundamentalmente) bajo la observación de Naciones Unidas (UNOMIG) pero su despliegue no evitó una nueva ola de enfrentamientos y desplazados en 1998. El nuevo acuerdo de alto el fuego, el Protocolo de Gagra de mayo de 1998, no impidió que continuaran después los enfrentamientos esporádicos del mismo modo que el Acuerdo Cuatripartito de abril de 1994 para la vuelta de los refugiados no pudo conseguirla entonces ni evitar la progresiva limpieza étnica para ganar el control del territorio (unos 50.000 desplazados georgianos han retornado a la región protegida de Gali pero Tbilisi asegura que hay otros 200.000 refugiados en su territorio esperando hacerlo).

Los independentistas abjazos, liderados por Sergey Bagapsh, carecen de reconocimiento internacional pero en la práctica se han venido comportando como un estado de facto y han controlado su región de forma autónoma, coexistido con las fuerzas internacionales e ignorado las peticiones de diálogo georgianas. Con una población actual inferior a las 200.000 personas, los abjazos no eran más que el 18% de la población a principios de los noventa mientras que la población georgiana era superior al 30%, sin embargo ahora dominan las instituciones y sobre todo la capital Sujumi. Rusia no ha reconocido la independencia abjaza pero ha intervenido en asuntos internos de la república autónoma georgiana para asegurar que sus dirigentes no se alejan de la órbita de influencia de Moscú tanto como ya se han alejado de la de Tbilisi. Para ello combina el reparto de pasaportes y pensiones con la amenaza de retirar su asistencia como hizo en 2004 para forzar un acuerdo entre el candidato de Moscú y el de la oposición. Por su parte, Tbilisi ha combinado las ofertas de integración con la administración del aislamiento internacional pero ninguna de las dos ha hecho mella en la voluntad abjaza de conseguir la independencia. La única presencia georgiana en el interior de Abjazia se encuentra en el valle de Kodori, desde que consolidara allí sus posiciones en 2006 o en las zonas georgianas del sur, donde los choques con las fuerzas independentistas son continuos a pesar de la presencia de las fuerzas de paz rusas y las tropas georgianas despliegan en la frontera abjaza el doble de fuerzas que en la surosetia.

En Osetia del Sur, los enfrentamientos de 1991 a 1992 causaron 1.000 víctimas y desplazamientos étnicos. El Acuerdo de Sochi en junio de 1992 creó una Comisión de Control Conjunta de las dos osetias, Georgia y la OSCE así como unas Fuerzas de Pacificación Conjuntas compuestas de tropas rusas, georgianas y norosetas. También creó una zona de seguridad en torno a la capital de Tsjinvali y a lo largo de la frontera con Georgia. La población actual estimada se estima en 75.000 habitantes, de los cuales dos tercios apoyan al gobierno de facto, dirigido por Eduard Kokoity, y el otro tercio apoya la reintegración con Georgia y la administración paralela dirigida por Dmitri Sanakoev. Las primeras medidas del Presidente Saakashvili para poner Osetia del Sur bajo control georgiano en 2004: crear una administración paralela y reprimir el contrabando, generaron un nuevo enfrentamiento que se mantiene intermitente desde entonces. Las diferencias sin irreconciliables y se alimentan desde Tbilisi y Tsjinvali. En 2006 se convocaron dos referendos en cada sector que demostraron que la población no georgiana apoya la independencia para unirse a Osetia del Norte dentro de Rusia con tanta unanimidad como la contraria para reintegrase en Georgia. Las fuerzas conjuntas rusas, georgianas y norosetas –prácticamente ya surosetias- se ven desbordadas por la violencia de origen criminal o insurgente y por el bloqueo de los procedimientos de decisión y actuación tripartitos, aunque Tbilisi considera responsable del bloqueo al mando ruso de esas fuerzas. Osetia del Sur ha carecido del reconocimiento ruso aunque también aquí ha repartido pasaportes entre la población afín mientras que el Gobierno georgiano recompensa económica y socialmente la lealtad de sus partidarios y ha reiterado sus propuestas de negociación para superar las consecuencias del aislamiento.

La Unión Europea es otro actor con presencia en la zona aunque su interés por Georgia es reciente. En junio de 2004 ofreció a Georgia participar en su política europea de vecindad a lo que Tbilisi respondió creando una Comisión para su integración en la UE. Por su parte, la UE apostó por una estrategia de refuerzo del gobierno central que potenciara su capacidad de atracción (poder blando) sobre las regiones separatistas, un efecto que sólo se puede conseguir a largo plazo mientras que la ausencia y la falta de jurisdicción trabajan en el corto. Sin embargo, la UE tenía una limitada capacidad de contribución a la solución de los conflictos internos porque no podían relacionarse directamente con las regiones secesionistas saltándose al Gobierno georgiano y porque ni la UE ni su Representante Espacial han formado parte directa de ningún foro negociador ad hoc (el Grupo de Amigos del secretario general de Naciones Unidas para Georgia está formado por Estados Unidos, Rusia, Francia, Alemania y Reino Unido). Además, las decisiones al respecto han mostrado una división entre la línea dura de los miembros bálticos, orientales y británicos, partidarios, por ejemplo de que la UE reemplazara a la OSCE en el control de la frontera a petición georgiana en 2004 o para respaldar la entrada en la OTAN en 2008, y la contemporizadora de los miembros mediterráneos proclives a una mera asistencia técnica que finalmente se impuso (EUSR Border Support Team) o la renuencia francesa y alemana a admitir a Georgia contra la voluntad rusa.

Las fuerzas independentistas abjazas y surosetias no representan una amenaza para Georgia ni han actuado en el territorio bajo su control pero hostigan a las poblaciones y fuerzas georgianas sin que éstas puedan hacer otra cosa que responder o sobrevolar las zonas conflictivas. Sin embargo, el estancamiento no favorece el cumplimiento de las promesas de reintegración con el consiguiente desgaste político y la radicalización de la acción de gobierno hasta el límite del autoritarismo (International Crisis Group, Europe Report nº 189, 19 diciembre 2007). Además, Georgia ha realizado un esfuerzo militar notable desde 2003, multiplicando por diez su gasto militar constante (592 millones de dólares en 2007 y por cinco el porcentaje del PIB (5,2% en 2007) según datos del SIPRI, además de recibir asistencia militar de los Estados Unidos que incluye unos 150 asesores residentes.

El Gobierno georgiano siempre ha justificado su esfuerzo militar por el deseo de contar con fuerzas interoperables con las de la OTAN para avalar su ingreso y por su participación en operaciones internacionales para respaldar su candidatura. Sin embargo, la creciente capacidad militar georgiana se ve como una amenaza desde Tsjinvali y Sujumi tanto por su equipo moderno como por su experiencia de combate en Irak y Afganistán. Para confirmar sus sospechas, y cuando la crisis estaba repuntando, el Gobierno georgiano solicitó al Parlamento en mayo de 2008 un incremento del 28% de su presupuesto de defensa y de 5.000 profesionales para responder a la situación estratégica creada y contra las expectativas previas de recorten en el gasto. Todo el esfuerzo militar no presenta ninguna amenaza para la Federación Rusa, pero sí para la preservación del status quo en la zona. Para remediarlo, y además de sus contingentes de paz en Georgia, la Federación Rusa dispone de las fuerzas del Distrito Militar del Norte, las más numerosas (88.600) y próximas al teatro de operaciones, además de las fuerzas del Ministerio del Interior y del Servicio de Seguridad Federal que operan contra la insurgencia chechena e ingusetia en las proximidades.

El conflicto comienza a “descongelarse”

Tras la petición formal de ingreso en la OTAN y aunque el Consejo Atlántico pospuso su aceptación, Rusia comenzó a tensar sus relaciones con Georgia y la tensión condujo a los enfrentamientos de agosto. Rusia ha actuado de acuerdo a como indicaban los indicios previos. Mientras la crisis subía de tono y se pasaba de la provocación a la acción, la posición rusa no podía estar más clara: Rusia había hecho notar su malestar por la aproximación occidental a su espacio de influencia, denunciado el coqueteo georgiano con sus patrones occidentales, reivindicado su voluntad de influir en sus asuntos propios y en los internacionales, alertado de su nueva diplomacia coactiva en defensa de sus intereses y de su posición en la estructura internacional, adoptado una nueva política exterior que pasó de ser reactiva a proactiva. La nueva política contaba con un nuevo Presidente, Dmitri Medvéded, que quiere distinguirse por su eficacia en la defensa de los intereses nacionales.

Para enfrentarse de manera contundente al desafío georgiano, Rusia optó por jugar sus cartas en el escenario regional. En primer lugar, reactivó los conflictos “congelados” de Abjazia y Osetia del Sur abriendo relaciones institucionales con las repúblicas que no tenía hasta entonces y levantando las sanciones impuestas por la CEI a Abjazia en 1996. Además, reiteró su voluntad de defender la seguridad de sus ciudadanos y de sus fuerzas de mantenimiento de la paz en la zona, lo que le convertía en parte del conflicto en lugar de valedor de la neutralidad. Georgia acusó la medida pero sólo pudo amenazar con vetar el ingreso de Rusia en la OMC y hacer que su Viceprimer Ministro, Giorgi Baramidze, visitara Bruselas y Washington a mediados de abril para recabar apoyos de la UE y de la OTAN. Rusia no se volvió atrás ni por la petición oficial georgiana ni por la informal de sus compañeros occidentales del Grupo de Amigos reunido el 23 de abril.

El 20 de abril, medios rusos derribaron un avión no tripulado georgiano de reconocimiento en Abjazia y el 29 se incrementó en 1.000 soldados el número de fuerzas rusas en el contingente de mantenimiento de la paz hasta alcanzar los 3.000 que permitía el acuerdo. El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, justificó el refuerzo con el pretexto de que Georgia había reforzado sus posiciones en el desfiladero de Kodori pero las autoridades georgianas, respaldadas en los informes de UNOMIG, denegaron haber incrementado sus fuerzas y tanto el Alto Representante de la UE, Javier Solana, como el secretario general de la OTAN criticaron la medida. Georgia envió 1.500 soldados a la frontera para completar los 7.000.

La constatación de los riesgos de la escalada en Abjazia y la percepción de su soledad frente a Rusia –la visita de los ministros de Asuntos Exteriores de Suecia, Polonia, Lituania y Eslovenia del 12 de mayo sólo trajo apoyo moral- generaron un cambio de actitud en el Gobierno georgiano que, a partir de entonces, su tono se volvió menos agresivo hacia Rusia y, en su lugar, comenzó a abrir vías de negociación en todos los frentes abiertos. El ministro para la Reintegración, Yakobashvili, fue a Moscú el 16 de mayo para reanudar el diálogo oficial interrumpido desde el acercamiento ruso a Osetia del Sur y Abjazia y encontrar una salida satisfactoria para los intereses rusos y georgianos quizás, siguiendo la vía moldava (en abril de 2008 Rusia presionó con éxito al Presidente moldavo y al líder secesionista de Transdnistria para que comenzaran a negociar una salida a su conflicto particular que contemplara la renuncia al abandono de la esfera rusa a cambio de la estabilización interna). Pero ni a Abjazia ni Osetia del Sur les convenía un acuerdo similar ni, siquiera, una distensión entre Moscú y Tbilisi, por lo que ambas comenzaron su escalada particular en medio de su entendimiento con Rusia.

El 4 de mayo, los abjazos derribaron un nuevo avión no tripulado y la intensificación del conflicto abjazo obligó a Estados Unidos a enviar a Sujumi a su embajador en Georgia, John Taft, y a Matthew Bryza del Departamento de Estado para entrevistarse con el dirigente independentista, Sergey Bagapsh, a quien el jefe de los cosacos del Don, Nikolay Kozitsyn, acababa de prometer 10-15.000 voluntarios en caso de un ataque georgiano. A finales de mes, Georgia denunció a Rusia por el despliegue de tropas de ferrocarriles sin conexión con las tareas del contingente de mantenimiento de la paz y por la anexión encubierta de recursos e infraestructuras abjazas en la preparación de los Juegos Olímpicos de Sochi de 2014, una localidad rusa situada a 150 kilómetros de Sukumi y a unos 40 de la frontera. El 7 de junio fue el Alto Representante Solana quien viajó a Sujumi para mediar. El 19 de junio, la policía georgiana detuvo a un camión de las fuerzas de paz rusas en la zona de seguridad fronteriza con munición militar prohibida. El 30 de junio, se produjeron varios atentados en Abjazia que continuaron esporádicamente durante los primeros días de julio y las partes intercambiaron acusaciones y amenazas.

Los presidentes Medvéved y Saakhasvili coincidieron el día siguiente en la celebración de la capitalidad de Astana, en Kazakhstan, e intercambiaron opiniones sobre la situación. Mientras el Presidente ruso pidió al georgiano que no alimentara las tensiones, éste comentó -según fuentes rusas- que no caería en las provocaciones. No fue así y el 8 de julio, el presidente Saakashvili amenazó con intervenir en Osetia del Sur si no se liberaban los cuatro policías allí retenidos y Rusia envió aviones de reconocimiento a la zona donde fuerzas georgianas estaban abriendo fuego según denunciaron los líderes surosetios. El 9 de julio, la secretaría del Estado estadounidense, Condoleezza Rice, visitó Tbilisi y en la comparecencia de prensa del día siguiente mostró la voluntad de contribuir a resolver los conflictos de Abjazia y Osetia del Sur “a través del proceso de Amigos”, pero descartando otras acciones directas que las mediaciones dentro de ese Grupo de Amigos y mencionando la necesidad de conversaciones directas entre abjazos y georgianos. El mismo día, Tbilisi retiró su embajador en Moscú y solicitó una reunión extraordinaria del Consejo de Seguridad para discutir la violación de su espacio aéreo.

El día 11 de julio el ministro de Exteriores Lavrov se entrevistó el líder surosetio, Eduard Kokoity, y a mediados de julio, el ministro alemán de Asuntos Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, presentó una propuesta de mediación del Grupo de Amigos que el líder independentista abjazo, Sergei Bagapash, rechazó de plano porque contemplaba el regreso de 250.000 refugiados georgianos. Para complicar más la situación, y desde mediados de julio hasta fin de mes, unos 1.000 soldados de Estados Unidos participaron en las maniobras “Inmediate Response 2008” en territorio georgiano junto con otras tantas fuerzas de Armenia, Azerbaijan y Ucrania. Las maniobras se anunciaron con doce meses de antelación a la escalada pero en las nuevas circunstancias, las maniobras parecían respaldar a Tbilisi. En respuesta, las tropas rusas desplegadas al otro lado de la frontera osetia también llevaron a cabo maniobras con las tropas desplegadas en la zona.

Comienzan los combates: Georgia ataca y Rusia contraataca

Desde principios de agosto se intensificaron los intercambios de fuego entre independentistas osetios y fuerzas georgianas, contabilizándose las primeras víctimas civiles y militares en la zona de contacto y las primeras evacuaciones de civiles. El día 5, las autoridades georgianas llevaron a representantes diplomáticos a ver los efectos del fuego abierto por los separatistas sobre las villas con población georgiana. El día 7 los combates se generalizaron y tras anunciar un alto el fuego unilateral y proponer una negociación con mediación rusa para parar los combates, éstos continuaron. En respuesta, Georgia inició una operación militar contra Osetia del Sur para restaurar el orden constitucional. La operación comenzó a las 02:45 horas del día 8 según el Ministerio de Asuntos Exteriores georgiano aunque las agencias señalaron una generalización de los intercambios antes de la medianoche.

El Presidente Saakashvili declaró que la intervención tenía como fin obligar a Osetia del Sur a cesar las hostilidades y a negociar el alto el fuego propuesto. Unas horas después las fuerzas georgianas habían ocupado varias localidades en torno a Tsjinvali y la televisión georgiana anunció el control de las ciudades de Muguti, Dmenisi, Didmukha, Okona, Akut y Kohati. En la madrugada, en lugar de llegar la mediación rusa con la que el Presidente Saakashvili creía contar comenzaron a llegar refuerzos militares desde Osetia del Norte por el túnel de Roki mientras oleadas de refugiados salían por la otra parte hacia Osetia del Norte. Los aviones georgianos sólo pudieron conseguir derribar el puente de Gufta para desviarlos de su ruta directa a Tsjinvali pero la aviación rusa intervino a partir de las 10:00 horas apoyando las fuerzas que combatían en torno a Tsjinvali y bombardeando objetivos estratégicos dentro de territorio georgiano incluyendo la estación de radar de Shavshvebi, a unos 30 kilómetros de la ciudad portuaria de Poti y los depósitos de combustible de esta ciudad.

A partir de mediodía del mismo día 8, comenzaron a producirse las primeras llamadas de las organizaciones y líderes internacionales para interrumpir las hostilidades pero éstas continuaron. El ataque progresó en algunas ciudades cercanas a la capital suroseta pero se estancó en Tsjinvali debido a la resistencia de las milicias independentistas y a las 14:15 horas se declaró un alto el fuego para permitir la salida de civiles. Los combates se reanudaron por ambas partes y la llegada de tropas rusas a partir de las 16.00 horas y la intensificación de las acciones aéreas invirtieron el resultado de los enfrentamientos, por lo que las tropas georgianas comienzan a retirarse tres horas después. La voluntad rusa de enfrentarse a Georgia quedó clara: el Ministro de Defensa dijo que protegería a los ciudadanos y soldados rusos de Osetia del Sur, el Primer Ministro Putin aseguró acciones de “represalia” para vengar las víctimas surosetias y rusas de la agresión, el Presidente ruso, Dmitri Medvedev, prometió “castigar” a los atacantes y el canal 1 de la televisión rusa mostró los carros de combate rusos dirigiéndose a Osetia del Sur.

A partir de entonces, Georgia pasó de llevar la iniciativa a verse como perdedor y obligado a apelar todas las instancias internacionales posibles para que acudieran en su ayuda. Los que lo hicieron, como Estados Unidos o la UE, se limitaron a pedir la retirada de las tropas rusas, mientras que China apeló a la tradicional paz olímpica. La OSCE intentó una mediación de urgencia sobre el terreno por medio del representante de la Presidencia en ejercicio, Heikki Talvitie, pero la diplomacia se ejerció a distancia. El ministro francés de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, habló con su homólogo ruso Lavrov; la secretaria de Estado Rice hablo con ambas partes y el Alto Representante Solana con el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon. Sobre el terreno, el ministro georgiano de Exteriores, Eka Tkeshelashvili, informó al cuerpo diplomático sobre los acontecimientos desde la tarde del 7 y su viceministro informó directamente al embajador estadounidense. Rusia convocó al Consejo de Seguridad en sesión extraordinaria pero no se llegó a ningún acuerdo en medio de un intercambio de acusaciones rusas a Georgia por haber iniciado un ataque masivo contra Tsjinsvali y georgianas a Rusia por dejar de preservar la neutralidad y convertirse en parte del conflicto.

A primera hora del día 9, las fuerzas rusas controlaron la ciudad de Tsjinvali y comenzaron a limpiar las bolsas de resistencia de los alrededores donde continuaron los combates. Mientras, se ampliaron las acciones aéreas sobre las tropas georgianas en Osetia, sobre objetivos estratégicos en territorio georgiano y, por primera vez, sobre Abjazia, donde la aviación rusa y los independentistas surosetias atacaron a las fuerzas georgianas desplegadas en el valle de Kodori. Ante la situación militar desfavorable en todos los frentes, el Ministro de Defensa georgiano ordenó el abandono de Tsjinvali y el Parlamento aprobó la declaración del Estado de Guerra y la movilización general, incluyendo la llamada a los 2.000 soldados georgianos desplegados en Irak, un desplazamiento cuyo transporte correspondía a Estados Unidos pero que su realización le presentaría como un colaborador directo de Georgia, independientemente de las dificultades logísticas para realizarlo. Ningún país atendió las llamadas de asistencia militar de Georgia pero la diplomacia internacional comenzó a ser visible ese mismo día por la tarde cuando comenzaron a llegar a Tbilisi los primeros mediadores: el Representante Especial de la UE, Peter Semneby, y de nuevo Matthew Bryza por la Secretaría de Estado. La falta de condiciones para un acuerdo quedó patente durante una nueva reunión del Consejo de Seguridad en la madrugada del día 9 que tampoco consiguió sacar adelante la declaración de alto el fuego.

El día 10, las tropas georgianas comenzaron a abandonar Osetia del Sur perseguidas por combatientes rusos y surosetios mientras que las fuerzas navales rusas reforzaron los contingentes rusos desplegados en Abjazia como mantenedores de la paz, y bloquearon los accesos marítimos a Georgia. Para aumentar la presión, las autoridades abjazas decretaron la movilización, urgieron a las fuerzas policiales georgianas a abandonar su territorio y enviaron sus tropas para desalojarlas del valle de Kodor, un desalojo que se consumaría dos días más tarde. El Presidente georgiano presentó la retirada como una decisión unilateral para facilitar la negociación de una tregua a media tarde. El mismo día 10, el Consejo de Seguridad sostuvo su tercera y cuarta reunión extraordinaria sin llegar a ningún acuerdo. Mientras Estados Unidos, Reino Unido y Francia condenaron la intervención rusa y urgieron a Rusia a aceptar el alto el fuego ofrecido por Georgia y volver al status quo del día 6. Por su parte, Rusia recalcó la agresión georgiana sobre Osetia para ocuparla, las estrechas relaciones militares entre Rusia y Estados Unidos y las similitudes entre los bombardeos sobre Yugoslavia y Georgia y el doble rasero occidental empleado para calificar los hechos en Kosovo y en Osetia del Sur.

Militarmente, el Primer Ministro Putin descartó cualquier vuelta al status quo nada más llegar a la capital norosetia de Vladikavzav para entrevistarse con los responsables militares de las operaciones. Los intercambios de disparos continuaron el día 11 sobre la frontera surosetia mientras que las fuerzas georgianas perdían posiciones en Abjazia y las fuerzas rusas comenzaban a traspasar la frontera georgiana en dirección a Gori, una ciudad de 40.000 habitantes a 60 kilómetros de Tbilisi cuyo control aislaría a la capital de las principales ciudades y puertos. Aunque Rusia no abrió un segundo frente en Abjazia, no dejó de presionar a Georgia con la amenaza de hacerlo y amagó con ocupar la ciudad de Senaki, 50 kilómetros dentro de territorio georgiano, avanzando y retrocediendo hasta la misma para confundir al Gobierno georgiano sobre sus intenciones últimas (el mismo efecto se logró en Gori cuando el ministro Kouchner pudo comprobar en su vista a Gori que no estaba bajo control ruso como se afirmaba desde Tbilisi) y obligar a las tropas georgianas a prodigarse y repartirse ante las amenazas difusas y creando preocupación entre la población georgiana.

Entre el 10 y 11 de agosto llegaron a Tbilisi, Bernard Kouchner, y Alexander Stubb, como presidentes en ejercicio de la UE y de la OSCE, además del ministro sueco de Exteriores, Carld Bilt; su homólogo ucraniano, Vladimir Orgyzko; y el Presidente del Consejo de Europa, Terry Davis. La propuesta francesa de alto el fuego de tres puntos que trajo Kouchner: cese inmediato de hostilidades, integridad territorial de Georgia y retorno a la situación militar previa sólo fue aceptable para Tbilisi porque Rusia esperó a negociar cuando hasta conseguir una situación militar más favorable. El día 12, mientras la perturbación o destrucción de los medios georgianos de mando y control impidió a Tbilisi contar con una visión de la situación militar, las fuerzas rusas ocuparon efectivamente ciudades y puntos estratégicos georgianos y Moscú comenzó a considerar las propuestas de mediación. Éstas se multiplicaron tras el alto el fuego unilateral de Georgia porque a partir de entonces todos los avances rusos parecían destinados a ocupar territorio georgiano y a las 12:53 horas, el Presidente Medvedev puso fin a las operaciones militares salvo para casos de autodefensa con lo que finalizaron los enfrentamientos abiertos aunque posteriormente se han venido registrando algunos enfrentamientos aislados.

El 12 de abril viajó el Presidente Sarkozy a Moscú para presentar la propuesta aceptada por los georgianos. Las autoridades rusas aceptaron en principio los tres puntos pero se reservaron el derecho a responder a cualquier agresión georgiana, lo que de hecho les permitía continuar las hostilidades si así lo deseaban por la vía de la reacción o de la prevención. Frente a la retórica de Washington y las palabras gruesas respecto a Rusia, la Unión Europea ha mantenido más contención y se ha limitado a respaldar el acuerdo mediado por Francia sin exigir responsabilidades ni condenas. El 13 de agosto tuvo lugar la reunión extraordinaria del Consejo de la UE que respaldó la propuesta francesa aprobada por las partes para un alto el fuego antes de su remisión al Consejo de Seguridad sobre los principios de no recurrir a la fuerza, cesar definitivamente las hostilidades, permitir libremente el acceso de la ayuda humanitaria, retirada de las fuerzas permitiendo a las rusas de paz adoptar las medidas de seguridad necesarias hasta la implantación de un mecanismo internacional de seguridad y abrir negociaciones para la seguridad y estabilidad en Abjazia y Osetia del Sur. A la hora de cerrar este análisis se desconoce el contenido final del acuerdo que ha sido objeto de precisiones sucesivas por las partes y tampoco se conoce el momento y lugar de la retirada de tropas rusas pero los enfrentamientos militares de esta crisis parecen acabados.

Conclusiones

Primeras lecciones del conflicto surosetio

Todavía no se dispone de una información fiable sobre los hechos y consecuencias de los enfrentamientos, especialmente sobre el número de víctimas y desplazados (las primeras cifras de ACNUR apuntan hacia unos 100.000 desplazados en territorio georgiano, y fuentes rusas cifran en 30.000 los desplazados hacia Osetia del Norte). La mayoría de las fuentes de información disponibles son oficiales o vulnerables a los esfuerzos de propaganda de ambos bandos parar crear imágenes favorables de las operaciones militares. Ambas partes se han acusado de premeditación y de causar víctimas civiles en sus actuaciones. También ambas partes han librado su batalla de comunicación a través de las agencias como la CNN, ofreciendo declaraciones exclusivas del Presidente Saakhasvili a sus equipos móviles o “empotrando” a sus reporteros entre las tropas que avanzaban hacia Tbilisi. Los portavoces georgianos pusieron el énfasis en la invasión rusa de Georgia, desvinculándolo de su agresión previa sobre Osetia del Sur del día 7 y en la desproporción de la intervención militar rusa. También presentaron los esfuerzos diplomáticos internacionales como un respaldo al Gobierno georgiano más que como una acción mediadora y obviaron la falta de asistencia militar durante los enfrentamientos. Del otro lado, se presentó a Georgia como un actor genocida y se justificó la intervención rusa por la necesidad de prevenir una catástrofe humanitaria en Osetia del Sur y para proteger a sus fuerzas que mantenían la paz obviando que su intervención militar rompía la neutralidad debida como garante del status quo y encubría un ajuste de cuentas, largamente esperado, con Tbilisi.

Estratégicamente, las fuerzas rusas han conseguido todos los objetivos previstos: derrotar a las fuerzas georgianas sobre el terreno, destruir su capacidad de mando y control, sus infraestructuras estratégicas y, sobre todo, minar su capacidad y moral de combate de cara al futuro porque sus tropas no han podido defender población ni su integridad territorial. Rusia ha mostrado buena capacidad estratégica y operativa para conseguir la superioridad en todos los frentes y ha evitado caer durante los combates en los excesos de fuerza o de debilidad que pusieran en riesgo sus posiciones negociadoras diplomáticas. Le bastaron apenas doce horas para movilizar a la 19 brigada mecanizada del 58 Ejército y detener el avance georgiano sobre Tjinsvali. Las fuerzas aéreas destruyeron sin oposición las pistas de las bases aéreas georgianas en torno a Tbilisi (Marneuli, Vaziani y Bolnisi) dejando inoperativos los escasos, 5 SU-25 Frogfrot, que se podían haber usado para el apoyo aéreo a las tropas georgianas y las fuerzas navales bloquearon rápidamente los accesos de entrada y salida a los puertos de Poti y Batumi.

A pesar del uso de la fuerza descrito durante las operaciones y de los saqueos y excesos cometidos durante la ocupación, Rusia ha mostrado bastante contención y selectividad en el empleo de sus fuerzas. Ha destruido infraestructuras civiles de interés estratégico sin atacar las pistas del aeropuerto civil de Tbilisi ni los edificios de la base de Vaziani ocupados por los asesores estadounidenses. Mantuvo la amenaza de abrir un segundo frente en Abjazia pero no empeñó en combate a los refuerzos acumulados ni, según fuentes de UNOMIG, permitió a las milicias independentistas presionar a la población georgiana de Gali. Tampoco permitió la participación de voluntarios chechenos –que ya habían combatido brutalmente con los georgianos en 1993 tras la independencia, ni abjazos para evitar el riesgo de las acciones paramilitares contra el derecho internacional humanitario. Para ganar en su batalla de comunicación sólo le falta retirarse pronto y según lo acordado para que no se le pueda reprochar ningún ánimo de ocupación.

Políticamente, la Federación Rusa ha demostrado que ya es capaz de defender sus intereses unilateralmente en su espacio natural de influencia sin que los actores externos puedan o quieran hacer algo para evitarlo. La primera acción militar desde la caída de la URSS ha servido para enviar un mensaje a los antiguos países satélites que desafiaban a Moscu protegidos tras las vallas de la OTAN o de la UE: Rusia no consentirá nuevos desafíos ni deserciones. Mientras Polonia ha corrido a cerrar el acuerdo sobre el despliegue de misiles en su territorio para reforzar la asistencia estadounidense en su país, los estados bálticos y Ucrania han ido reduciendo el tono de sus condenas y exigencias a la vista de los no hechos. También ha servido para demostrar que la independencia de Kosovo no sería un caso excepcional y único, como han argumentado quienes la han apoyado, sino el precedente para casos similares como se temían quienes no la han apoyado. La constante asociación de Kosovo con Abjazia y Osetia del Sur que ha mantenido Rusia a lo largo del conflicto y el patrón kosovar del acuerdo de alto el fuego: no ocupación de la nación agresora, supresión de todo control de ésta sobre la región atacada y tutela externa hasta que se reconozca jurídicamente su independencia de hecho, demuestran que Rusia ha seguido en su provecho un guión que le han escrito quienes han dado primacía a la política de los hechos consumados frente a la del derecho.

Además de las víctimas mortales, el conflicto tiene una primera víctima política: el presidente georgiano Saakashvili a quien rusos y no rusos señalan como culpable de una provocación. Meditada o no, su orden de atacar a Osetia del Sur dio a Rusia el pretexto que necesitaba para demostrar su voluntad de actuar impunemente en su zona de influencia. Si la reintegración de Osetia del Sur y de Abjazia fueron el principal compromiso del Presidente y de su Gobierno con Georgia, ese objetivo está ahora más lejano que nunca y la integridad territorial de ambos que ahora se le garantiza a Georgia es la misma que se le garantizó a Serbia respecto a Kosovo tras los combates y acuerdos de 1999.

La siguiente víctima política es la de la credibilidad americana en particular y, occidental en general, para asistir a quienes se proclaman sus aliados frente a Rusia. Georgia y Ucrania, pero no sólo ellos tomarán nota de que el valor de su relación con los países occidentales no basta para compensar el riesgo de un enfrentamiento abierto con Rusia. La aproximación a Georgia ha sido parte de un enfrentamiento indirecto en el que se ha hecho creer a Georgia o Georgia lo ha creído, que basta con declararse demócrata y llevarse mal con Rusia para verse incluido en el club occidental y contar con su apoyo solidario. La Federación Rusa viene comportándose en su política internacional como en su política interior, de forma arrogante, ambiciosa y sin sujeción a ninguna norma, por lo que para contenerla hay que optar entre la contención o el apaciguamiento. Los actores occidentales no han hecho hasta ahora ni lo uno ni lo otro: ni han plantado cara a Rusia directamente con todas sus consecuencias ni han dejado de provocarla indirectamente acumulando agravios y menosprecios que han evitado una relación estable y previsible entre ambos. Ahora que Rusia ha cumplido sus amenazas, las cosas no volverán a ser lo que eran y la administración entrante en Estados Unidos y los Estados Miembros de la UE tendrán que esforzarse en el futuro para que, al menos, no empeoren.

Félix Arteaga, investigador principal, Seguridad y Defensa, Real Instituto Elcano.