Los especuladores son para el verano

Si alguien pensaba que los acuerdos del Consejo extraordinario de la Unión Europea del pasado jueves acabarían con las acometidas de los especuladores contra la deuda griega y de otros países sobreendeudados del euro, es que vive en otro mundo. Al contrario, lo más probable es que esos ataques se recrudezcan en lo que queda del verano.

¿Por qué es probable que sea así? Por dos motivos. Primero, porque esos acuerdos, con ser un paso importante en el buen camino, no tienen la intensidad ni la inmediatez suficiente para intimidar a los especuladores y hacerlos desistir de sus acometidas. Pero antes de ver por qué esas medidas no frenarán la especulación, permítame señalar un segundo motivo, de naturaleza más circunstancial: los especuladores, como los rateros de viviendas, acostumbran a hacer su agosto durante el verano.

¿Por qué razón los robos en las viviendas urbanas aumentan durante el periodo estival? No soy un especialista en el tema, aun cuando ya he sufrido tres robos. Pero no creo que sea debido a que la oferta de rateros de pisos aumente durante el verano. Probablemente tiene que ver con que durante esta época los residentes habituales se van de vacaciones. Esa ausencia hace que la actividad de los rateros sea más efectiva.

¿Qué puede intimidar a los rateros? La existencia de un tercer actor que tenga capacidad de amenaza: la policía. Si aumenta el número de policías en la época en que los residentes habituales se van de vacaciones es posible que la actividad de los rateros no sea tan eficaz.

Con los mercados sucede algo parecido. Las crisis son también más frecuentes en verano. En parte, porque los inversores estables, que durante el resto del año constituyen el componente básico de la demanda de deuda, acostumbran a tomar un descanso durante el periodo estival y disminuyen sus compras. En esas circunstancias, el juego de los especuladores tiene mayor impacto en el precio y en la rentabilidad de la deuda.

Su juego consiste en apostar a la baja del precio de la deuda de un determinado país, y hacerlo en descubierto; es decir, sin arriesgar dinero propio.

Cuando baja el precio de un activo de renta fija como la deuda pública, su rentabilidad sube. La razón de esta aparente contradicción es sencilla: imagine que compró bonos del Estado por valor de 1.000 euros en una emisión primaria a cinco años que le da una rentabilidad del 5%; es decir, 50 euros de rentabilidad.

Imagine ahora que usted está viendo cómo el precio de ese bono que se negocia día a día (mercados secundarios) está cayendo por el miedo a que el Estado no pueda devolver los 1.000 euros y declare fallida (default). Ese temor puede llevarle a vender ahora sus bonos por un precio de 500 euros, porque usted valora más 500 en mano que 1.000 volando. Pero la rentabilidad para el nuevo comprador ya no es del 5%, sino que sube al 10%: 50 euros sobre su inversión de 500.

Cuando el miedo es de muchos, aparece lo que se llama «pánico de vendedores». El precio se desploma y la rentabilidad sube por las nubes. Es el agosto de los especuladores.

¿Qué puede frenar este movimiento bajista e intimidar a los especuladores? La existencia de un tercer actor que intervenga en los mercados como una especie de policía. Un organismo con capacidad para contrarrestar el juego de los especuladores y amenazar sus ganancias.

Puede hacerlo de varias maneras. Puede, por un lado, prohibir o limitar las prácticas bajistas en descubierto. Pero puede también intervenir en el mercado comprando deuda en los mercados secundarios, compensando así la retirada de los inversores estables. De esa manera, frena la caída, eleva el precio y baja la rentabilidad, aliviando los problemas y el sufrimiento de los países endeudados afectados por la especulación.

¿Hay algo parecido a este policía de los mercados en la actual Unión Económica y Monetaria? Hasta ahora no. Solo el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, ha ejercido de vez en cuando ese papel de policía y amenazado a los especuladores diciéndoles: «Vayan ustedes con cuidado, porque un día de estos me decido a comprar y les dejo a ustedes en pérdidas». Pero lo ha hecho pocas veces, en parte porque los estatutos del BCE lo dificultan.

En la cumbre del pasado jueves se ha dado un paso importante. Se ha flexibilizado el funcionamiento del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera creado en mayo del año pasado, en ocasión de la primera crisis griega (y española), para que pueda no solo prestar a los gobiernos, sino también para intervenir de forma preventiva comprando deuda en los mercados secundarios. Es un avance considerable, porque se ponen en marcha instituciones comunes de gobierno económico allí donde hasta ahora solo había una moneda común.

Pero esa actuación preventiva esta sujeta aún a demasiadas restricciones (tiene que ser aprobada por unanimidad por todos los gobiernos) y, en todo caso, ha de ser sometida a ratificación por los parlamentos nacionales. Es decir, no entrará en vigor antes del otoño-invierno.Como ven, el verano es tiempo para los especuladores y los rateros.

Antón Costas, Catedrático de Política Económica UB.

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