Los exportadores de combustibles fósiles deben volver a reflexionar sobre la política monetaria

En un discurso del año 2015, Mark Carney, el gobernador saliente del Banco de Inglaterra, provocó un debate sobre si los responsables de la política monetaria deberían mirar más allá del horizonte de los ciclos económicos y de crédito con el objetivo de garantizar la estabilidad financiera a la luz de los riesgos planteados por el cambio climático. Más recientemente, la presidente del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, ha dicho que quiere que el BCE aborde el cambio climático, además de su misión tradicional de estabilidad de precios.

Las amenazas climáticas a la estabilidad financiera que preocupan a los banqueros centrales podrían surgir no sólo de los cada vez más frecuentes y severos desastres naturales, sino también del alejamiento de los combustibles fósiles como fuente de energía. Esa transición, en última instancia, convertiría las reservas de petróleo, gas natural y carbón en activos varados, poniendo en peligro la salud financiera de corporaciones, aseguradoras y otras instituciones financieras que están expuestas a riesgos relacionados a los combustibles fósiles.

La exposición general de las economías avanzadas, como por ejemplo la del Reino Unido o las de la Unión Europea, a los combustibles fósiles puede parecer relativamente pequeña. No obstante, no debemos subestimar el riesgo sistémico que representan los activos varados; al fin y al cabo, la crisis financiera mundial de 2008 se desencadenó por la evolución del relativamente pequeño mercado de las hipotecas de alto riesgo en Estados Unidos. Y, para los exportadores de combustibles fósiles, los riesgos de los activos varados son innegablemente mayores. El desplome de los precios del petróleo que comenzó en junio de 2014 brinda un reciente y duro recordatorio sobre los riesgos planteados por una dependencia excesiva de los combustibles fósiles.

Los exportadores de combustibles fósiles

Hasta ahora, la amplia investigación sobre cuáles políticas macroeconómicas son apropiadas para los exportadores de combustibles fósiles se ha centrado mucho más en el papel de la política fiscal. Parte del motivo, puede ser que la mayoría de las economías exportadoras de combustibles fósiles tienen regímenes de tipos de cambio fijos, o relativamente fijos, lo que significa que, a falta de controles de capital, no tienen una política monetaria independiente.

Hoy, sin embargo, hay buenas razones para tener una mirada fresca y más amplia con respecto a la política monetaria en estos países. Tradicionalmente, el horizonte de política monetaria se ha limitado al del ciclo económico, generalmente de 2 a 6 años. Pero dado el alto grado de concentración de la riqueza en combustibles fósiles, la fuerte complementariedad entre las políticas fiscales y monetarias y la aparición de nuevos riesgos para los activos de combustibles fósiles, los bancos centrales deben mirar más allá del horizonte del ciclo económico. De hecho, anteriormente he esbozado los roles que la política monetaria debe desempeñar a corto, mediano y largo plazo.

En particular, los bancos centrales deben estar conscientes de los graves riesgos a largo plazo que plantean los activos varados relacionados a los combustibles fósiles. Por ejemplo, para mantener el aumento de la temperatura mundial promedio dentro de los 2°C de los niveles preindustriales, el mundo sólo puede emitir otros 300 a 400 gigatones de dióxido de carbono a la atmósfera. Pero las reservas de combustibles fósiles de los principales productores privados de petróleo y gas contienen tres veces esta cifra. Para mantener el calentamiento global por debajo de 2°C, por lo tanto, un tercio de las reservas mundiales de petróleo (incluso en Canadá y el Ártico), el 50% de las reservas de gas y el 80% de las reservas de carbón (principalmente en China, Rusia y Estados Unidos) deberían mantenerse, por siempre, bajo tierra.

Mientras tanto, en Oriente Medio, las reservas de combustibles fósiles son tres veces más grandes de lo que se debería extraerse en virtud de los compromisos climáticos mundiales existentes. Como resultado, no se pueden quemar 260 mil millones de barriles de petróleo en la región. Además de estas reservas no utilizadas, el capital invertido en la infraestructura utilizada para extraer, transportar y refinar combustibles fósiles también podría quedar en desuso.

Aunque muchos exportadores de combustibles fósiles han reconocido la necesidad de diversificar sus economías, muy pocos han tenido éxito. Sin embargo, los cambios normativos y tecnológicos que se están extendiendo a lo largo y ancho del mercado mundial de la energía pueden hacer que la necesidad de esa transición sea más urgente. Por consiguiente, los bancos centrales deberían trabajar en el extremo más largo de la curva de rendimiento para facilitar la inversión a largo plazo y la diversificación económica.

Además, la respuesta de los bancos centrales al riesgo de activos varados puede influir en la forma cómo los exportadores de combustibles fósiles invierten su riqueza. Muchos exportadores de petróleo han acumulado grandes activos financieros. La asignación estratégica de estos activos por parte de estos países es aún más importante, habida cuenta de los crecientes riesgos para su principal fuente de riqueza. Al mirar más allá del horizonte del ciclo económico, los bancos centrales pueden desempeñar un papel fundamental para facilitar las inversiones de estos países en activos no relacionados con los combustibles fósiles.

Frente al desafío que plantea el cambio climático, el enfoque de la política monetaria a menudo parece ser muy de corto plazo. Los banqueros centrales deben romper esta “maldición de los horizontes” y tomar medidas decisivas para hacer frente a los riesgos relacionados con los combustibles fósiles. Deben reflexionar y comunicar la amenaza existencial de las reservas varadas y capitales inmovilizados, abogar por la adopción de políticas estructurales apropiadas, aplicar una política de tasas de interés adecuada y proporcionar políticas financieras de apoyo para alentar tanto a la diversificación económica como a los cambios en la asignación estratégica de activos. Combatir el cambio climático mientras se mantiene la estabilidad financiera mundial no requiere nada menos.

Rabah Arezki is Chief Economist of the World Bank’s Middle East and North Africa Region and a senior fellow at Harvard University’s Kennedy School of Government. Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

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