Los huevos éticos de Europa

Hace cuarenta años, me encontraba, junto con unos cuantos estudiantes más, en una calle bulliciosa de Oxford repartiendo octavillas a fin de protestar por la utilización de jaulas para gallinas en granjas de avicultura intensiva. La mayoría de quienes cogían las octavillas no sabían que los huevos que compraban procedían de gallinas mantenidas en jaulas tan pequeñas, que ni siquiera una sola ave –las jaulas suelen albergar cuatro– podría estirar del todo las alas y aletear. Las gallinas nunca podrían caminar por ellas ni poner los huevos en un nido.

Muchas personas aplaudieron nuestro idealismo juvenil, pero nos decían que no abrigaban esperanza alguna de que se pudiera cambiar jamás una industria importante. Sin embargo, estaban equivocadas.

El primer día de 2012, mantener gallinas en semejantes jaulas pasó a ser ilegal no sólo en el Reino Unido, sino también en los 27 países de la Unión Europea. Se puede seguir manteniendo gallinas en jaulas, pero deben tener más espacio y en ellas debe haber nidos y un sitio en el que puedan escarbar. El mes pasado, los miembros de la Fundación Británica pro Bienestar de las Gallinas preparó un nuevo hogar para una gallina llamada “Libertad”. Según dijeron, era una de las últimas gallinas de Gran Bretaña que seguía viviendo en el tipo de jaulas a las que nos habíamos opuesto.

A principios del decenio de 1970, cuando comenzó el movimiento moderno de liberación animal, ninguna organización importante hacía campaña contra las jaulas de avicultura intensiva. Hacía mucho que la Sociedad Real para la Prevención de la Crueldad con los Animales, madre de todas las organizaciones de protección de los animales, había abandonado su radicalismo inicial. Se centró en casos aislados de maltrato y no impugnó formas muy arraigadas de maltratar animales en granjas o en laboratorios. Fue necesario un empeño concertado por parte de los nuevos radicales pro animales del decenio de 1970 para sacar a dicha Sociedad de su complacencia con las jaulas de las granjas de avicultura intensiva y otras formas de cría intensiva de animales.

Con el tiempo, el nuevo movimiento en pro de los derechos de los animales logró llegar hasta el público más amplio. Los consumidores respondieron comprando huevos de gallinas de corral. Algunas cadenas de supermercados dejaron incluso de vender huevos de gallinas mantenidas en jaulas en granjas de avicultura intensiva.

En Gran Bretaña y en algunos países europeos, el bienestar de los animales adquirió relieve político y aumentó la presión de los representantes parlamentarios. La Unión Europea creó un comité científico para investigar las cuestiones relativas a las jaulas en las granjas y éste recomendó que se prohibieran las jaulas de las granjas, junto con otras formas de confinamiento de cerdos y terneros en espacios reducidos. Por fin en 1999 se aprobó la prohibición de las jaulas en las granjas de avicultura intensiva en la UE, pero, a fin de velar por que los productores tuvieran tiempo suficiente para ir abandonando progresivamente el equipo en el que habían invertido, se aplazó su aplicación hasta el 1 de enero de 2012.

Dice mucho en su favor que la industria británica dedicada a la producción de huevos aceptara la situación e idease nuevos métodos para mantener las gallinas. Sin embargo, no todos los países están igualmente listos para ello y se ha calculado que hasta 80 millones de gallinas pueden seguir en jaulas en granjas de avicultura intensiva, pero al menos 300 millones de gallinas que habrían tenido vidas durísimas en dichas jaulas se encuentran ahora en condiciones mucho mejores y la burocracia de la UE está recibiendo grandes presiones para que se imponga el cumplimiento de la prohibición en todas partes, en primer lugar por parte de los productores de huevos que ya la cumplen.

Con la prohibición de las jaulas en las granjas de avicultura intensiva, Europa confirma su primer puesto mundial en materia de bienestar de los animales, reflejado también en sus limitaciones de la utilización de animales para hacer ensayos de cosméticos, pero, ¿por qué está Europa tan adelantada respecto de otros países en su preocupación por los animales?

En los Estados Unidos no hay una legislación federal sobre cómo albergan sus gallinas los productores de huevos, pero, cuando se planteó esa cuestión a los votantes de California en 2008, apoyaron abrumadoramente la propuesta de exigir que todos los animales de granja tuvieran espacio para estirar las extremidades enteramente y darse la vuelta sin tocar otros animales o los lados de su jaula, lo que indica que el problema no puede estribar en las actitudes de los ciudadanos de los EE.UU, sino en que, en el nivel federal, el sistema político de este país permite a las industrias que hacen importantes donaciones a los candidatos a las elecciones disponer de demasiado poder para desoír los deseos de las mayorías populares.

En China, que, junto con los EE.UU., es el país que confina un mayor número de gallinas en jaulas, está empezando a surgir un movimiento en pro del bienestar de los animales. Por el bienestar de miles de millones de animales de granja, debemos desearle un rápido crecimiento y éxito.

El comienzo de este año es un momento para celebrar un importante avance en materia de bienestar de los animales y, por tanto, en el caso de Europa un paso para llegar a ser una sociedad más civilizada y humanitaria, que dé muestras de preocupación por todos los seres que pueden sufrir. También es una ocasión para celebrar la eficacia de la democracia y el poder de una idea ética.

Cuentan que la antropóloga Margaret Mead dijo: “No se debe dudar nunca que un grupo de ciudadanos reflexivos y comprometidos puedan cambiar el mundo. De hecho, sólo así se ha conseguido siempre”. La última parte puede no ser cierta, pero la primera lo es sin lugar a dudas. El fin de las jaulas en las granjas de avicultura intensiva de Europa es un acontecimiento menos espectacular que la “primavera árabe”, pero, como ese levantamiento popular, comenzó con un grupo de personas reflexivas y comprometidas.

Por Peter Singer, profesor de bioética en la Universidad de Princeton y profesor laureado en la Universidad de Melbourne. Algunos de sus libros son Animal Liberation (“Liberación animal”), Practical Ethics (“Ética práctica”), The Expanding Circle (“El círculo en expansión”) y The Life You Can Save (“La vida que podéis salvar”). Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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