Los límites del precio del carbono

En 2004, los hogares alemanes que instalaron energía solar en sus techos recibieron un precio garantizado de 0,57 euros (0,68 dólares) por kilovatio hora (kWh) generado. En México la semana pasada, una subasta de energía de gran escala se ganó con un precio de oferta de 0,0177 dólares por kWh. Inclusive si se comparan proyectos de tamaño similar, los costos solares han caído 90% en diez años. Las mejoras en la tecnología fotovoltaica hacen inevitable que siga habiendo más reducciones: en el lapso de cinco años, veremos un precio de 0,01 dólares por kWh en lugares favorables.

El motor de este logro asombroso ha sido una enorme inversión del sector privado y una innovación de avanzada. Pero nunca habría ocurrido sin un fuerte respaldo de las políticas públicas.

La investigación financiada con fondos públicos garantizó avances científicos básicos y los grandes subsidios iniciales, en Alemania y luego en otros países, permitieron que la industria alcanzara una escala crítica. Hoy la energía solar cuesta menos que el carbón en muchos países, porque el subsidio público inicial dio lugar a un ciclo que se auto-reafirma de una escala creciente, un aprendizaje continuo y una caída del costo.

Todos los economistas que aceptan la realidad científica del cambio climático respaldan las intervenciones políticas para resolver las "externalidades" -costos que los contaminadores les imponen a otros pero no pagan-. Pero muchos economistas de libre mercado, por naturaleza, sospechan de un respaldo directo de inversiones específicas y, en cambio, defienden la solución de mercado pura y simple -un precio del carbono fijado mediante impuestos o por una competencia por permisos dentro de un esquema de comercialización de emisiones-. Ponerle un precio al carbono, se dice, evita los peligros de elegir a los ganadores, genera una búsqueda impulsada por el mercado de la mejor respuesta tecnológica y asegura una reducción de emisiones al menor costo.

Pero los precios explícitos del carbono prácticamente no incidieron en la disminución del costo de la energía solar, o en lograr una disminución igualmente drástica del costo de la energía eólica y las baterías. En el mundo real, el respaldo a la inversión directa a veces puede ser más efectivo que los precios en teoría atractivos del carbono.

La electricidad de bajo consumo de carbono -ya sea nuclear o a partir de renovables- implica inversiones de capital iniciales muy altas pero costos operativos marginales prácticamente inexistentes. Como resultado de ello, su economía está fuertemente influenciada por el costo del capital (la tasa requerida de retorno), que refleja las evaluaciones de riesgo. Un respaldo directo de la implementación inicial -con precios garantizados para la electricidad generada- reduce el riesgo y, en consecuencia, baja los retornos requeridos.

Por el contrario, no sucede lo mismo con los precios del carbono por sí solos. Si los precios del carbono son el único instrumento en materia de políticas, las evaluaciones de riesgo de las inversiones en renovables reflejarían pronósticos sumamente inciertos de los precios de los combustibles fósiles y marginales de la electricidad en el futuro. Como resultado de ello, el costo del capital sería más alto, y el ritmo de implementación y reducción de costos, mucho más lento.

Los contratos con precios fijados para ciertas entregas son una política más efectiva para estimular la inversión en renovables que los precios del carbono. Las subastas para este tipo de contratos deberían seguir siendo una característica clave de los mercados de renovables, inclusive ahora que los precios que se fijan en las subastas muchas veces son más bajos que el posible costo futuro de la generación de energía basada en combustibles fósiles.

Muchas veces una regulación directa también es más efectiva que los instrumentos basados en precios. El derrumbe del costo de las bombillas LED -que también bajó más del 90% en los últimos diez años- refleja el efecto de la prohibición total de las bombillas incandescentes ineficientes, las políticas de subsidios públicos y, en la India, el papel del sector público como un comprador a granel y distribuidor de bajo costo.

En teoría económica, las compras de bombillas que hacen los hogares reflejan los cálculos del valor neto actual de una bombilla que dura toda la vida y los costos de electricidad para los tipos de bombillas alternativas, que podrían estar afectados por impuestos a las bombillas incandescentes, o través de precios del carbono sobre la electricidad. Pero los seres humanos normales, a diferencia de los economistas, no hacen esos cálculos. En el mundo real, la regulación directa puede motorizar mejor la inversión tecnológica y la reducción de costos que los precios.

En cuanto a los peligros de intentar "elegir a los ganadores" y no lograrlo, necesitamos hacer una distinción entre lo que es incierto y lo que es claro. Es verdad, no podemos conocer la combinación precisa de tecnologías e inversiones que ofrecerá una economía de bajo consumo de carbono al menor costo. Pero sí sabemos que no existe ningún camino posible hacia una prosperidad de bajo consumo de carbono sin una rápida descarbonización de la electricidad, seguida de una electrificación del mayor segmento posible de la economía.

Las políticas que respaldan directamente la generación de electricidad con bajo consumo de carbono están, así, claramente justificadas, al igual que el gasto en investigación pública para respaldar el progreso futuro en el terreno de la tecnología de las baterías.

Dicho esto, los precios del carbono todavía ejercen un papel vital, y su importancia probablemente aumentará con el tiempo. En la generación de energía, el objetivo es claro -reducir el carbono por kilovatio generado- y se sabe que una determinada combinación de una cantidad relativamente pequeña de tecnologías conocidas puede solucionar el problema.

Pero en la producción de acero, cemento y plásticos, las rutas hacia la descarbonización no son tan claras, pueden diferir de un lugar a otro y tal vez impliquen combinaciones complejas de diferentes técnicas. Un precio del carbono significativo y en aumento es, por lo tanto, esencial para generar una búsqueda impulsada por el mercado de soluciones óptimas.

Los precios del carbono son también esenciales porque el mismo progreso tecnológico que está impulsando una rápida reducción del costo de los renovables también está dando lugar a drásticas reducciones de los costos de producción de los combustibles fósiles, particularmente en la industria del gas esquisto. En un mundo donde los precios de la energía pueden caer a nivel global, un precio significativo del carbono es esencial para garantizar que el camino posible hacia un futuro de bajo consumo de carbono y bajo costo no esté obstaculizado por la caída de los precios de los combustibles fósiles. Los precios más elevados de la energía a base de carbono también fortalecerían convenientemente los incentivos para una eficiencia de energía, reduciendo el peligro de los "efectos rebote", por los cuales la caída de los costos energéticos hacen aumentar el consumo de energía.

De manera que los instrumentos de precios son una parte vital del arsenal de políticas. Pero la caída de los precios de la energía solar, la energía eólica, las baterías y las bombillas LED demuestra que también hacen falta otros instrumentos y, en algunos casos, más efectivos.

Adair Turner, a former chairman of the United Kingdom's Financial Services Authority and former member of the UK's Financial Policy Committee, is Chairman of the Institute for New Economic Thinking. His latest book is Between Debt and the Devil.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *