Los medios, fortín de la secesión

La deriva que está viviendo Cataluña se está agudizando por momentos. Siguiendo la lógica de la huida hacia adelante que están siguiendo los partidos gobernantes en esta comunidad autónoma ya nada importa. Desde intentar aprobar reformas exprés del reglamento del Parlament para intentar hurtar el legítimo debate que debería existir en toda cámara, a despreciar los dictámenes del organismo que ha de guiar por los senderos de la legalidad a la Generalitat, el Consejo de Garantías Estatutarias.

Tanto Oriol Junqueras como Puigdemont necesitan mantener la tensión constante para que los centenares de miles de ciudadanos a los que han engañado con las bondades de la secesión rápida, indolora y sin costes no se desenganchen del proceso separatista. Sin ilusión, sin fe en un futuro mejor alejado de la España que han vendido como atrasada y poco democrática, quienes aún creen en los postulados de Junts pel Sí tendrían que fijarse en su gestión de los asuntos cotidianos.

Los medios, fortín de la secesiónY si la porción de Cataluña que les apoya les tuviera que juzgar por la gestión que ERC y la antigua CDC, sobre todo ésta, han hecho de la sanidad, la educación, la economía, las infraestructuras o la agricultura, el futuro de los actuales rectores de la Generalitat sería más bien oscuro. De ahí su necesidad constante de utilizar los medios de comunicación para mantener alta la moral de sus votantes. Con propaganda y mentiras, porque pocos argumentos veraces les quedan a estas alturas.

Del aparato propagandístico de la Generalitat ya se ha dicho casi todo. Tanto la radio como la televisión autonómicas hace años que decidieron no disimular. Sus rectores han mutado un servicio público en una herramienta de manipulación a las órdenes de los partidos separatistas. Todos los catalanes nos vemos obligados a sostener con nuestros impuestos unos medios que ofenden e insultan la inteligencia de la mayoría de ciudadanos que no apoyamos la secesión y que queremos seguir conviviendo en paz con el resto de compatriotas del resto de España.

Este diario ya da buena cuenta de los continuos escándalos producidos en TV3 y en Catalunya Ràdio, los medios oficiales de la Generalitat. La situación es tan preocupante que ya no hace falta ni que el político de turno levante el teléfono para presionar a un periodista. Los principales comunicadores de estas empresas son entusiastas propagandistas de la secesión y no necesitan recibir consignas, las crean ellos mismos. Y compiten unos con otros para ver quién va más allá en su afán de manipular a los catalanes proclives a apoyar la secesión u ofender a la mayoría de ciudadanos que están en contra de la ruptura.

Pero se habla poco de un ámbito comunicativo que a priori parece poco importante, porque está alejado de los grandes focos políticos, el de los medios locales y comarcales que ofrecen la información más cercana a buena parte de la población catalana. Analizados uno a uno, sus audiencias son pequeñas en la mayoría de los casos, de ahí que a menudo no sean tenidos en cuenta cuando se habla del apoyo de la prensa a la causa secesionista; pero en conjunto llegan a sectores muy importantes de la ciudadanía. Y ahí el balance es aún más trágico.

Los mensajes de TV3, a pesar de su importancia en la información política catalana, pueden ser contrarrestados por el de los medios de ámbito nacional, con capacidad para desmentir sus mentiras una a una. Y las emisoras públicas y privadas de ámbito autonómico que apoyan fervorosamente la causa secesionista pueden tener su contrapunto en las cadenas que defienden la convivencia entre todos los españoles y el respeto a la legalidad, como, por ejemplo, Onda Cero, Cope, la Ser o Radio Nacional. Pero si descendemos al ámbito comarcal y municipal la batalla está, en estos momentos, más que perdida en Cataluña.

Docenas de semanarios o mensuales gratuitos, que en algunos casos son la única publicación de la ciudad o de la comarca, bajo el anzuelo de ofrecer información de proximidad, cuentan con una línea editorial y de opinión absolutamente secesionista, denigrando continuamente a las instituciones comunes de todos los españoles y apoyando la necesidad imperiosa de romper la convivencia entre todos los ciudadanos. Y con una tenacidad sin límites, aprovechan cualquier ocasión para practicar la gota malaya con sus lectores, para que poco a poco vayan desconectando mentalmente de cualquier lazo de afecto hacia el resto de españoles.

En las páginas de deportes cuentan los últimos avatares del equipo de fútbol local, mientras que en las columnas de opinión cualquier incidencia que afecte a una infraestructura dependiente del Gobierno central sirve para incidir en el atraso de España. O se vende como imprescindible la secesión para que Cataluña siga avanzando y sea más próspera. Cualquier consigna de las antenas locales de la ANC y Òmnium Cultural, que tienen una considerable presencia en la Cataluña rural y alejada de las áreas metropolitanas de Barcelona y Tarragona, es seguida con entusiasmo por docenas de columnistas locales.

La red de publicaciones locales pro-secesión, bien regadas con anuncios de las administraciones públicas que dominan los partidos independentistas, trasladan a todos los hogares de la Cataluña no metropolitana los mensajes que desean los estrategas de la ruptura con España. ¿Quién no va a coger un periódico gratuito en el que se informa del programa de actos de la fiesta mayor de la localidad o de la agenda del fin de semana en la comarca? La información más cercana es el gancho para que los columnistas separatistas sigan con su labor de mantener alta la moral de sus huestes y para intentar convencer a nuevos ciudadanos para su causa.

Pero no se conforman sólo con la Cataluña rural. Este tipo de prensa también se prodiga por los principales barrios de Barcelona y por las ciudades del antaño cinturón rojo. Los secesionistas saben que si quieren ganar han de sumar como sea apoyos en el entorno metropolitano y riegan con anuncios y campañas públicas este tipo de medios. El mecanismo es el mismo: información del barrio y columnistas mayoritariamente secesionistas que hablan poco de la vida cotidiana y mucho de las virtudes de una teórica independencia de Cataluña y de lo desastroso y poco democrático que es "el Estado español".

Es necesario que emprendedores que crean que es necesario reconquistar el corazón de los catalanes manipulados, que deseen ayudar a desmontar las mentiras de los secesionistas para que la convivencia entre todos los españoles sea cada día mejor, apuesten por crear medios locales en Cataluña. O en apoyar a algunos que ya existen, como los digitales constitucionalistas del estilo de la Revista Digital de la Catalunya Central, del Maresme y del Vallès. Hay que desarrollar nuevos proyectos para que la información comarcal no sea una excusa para romper los lazos que hemos tejido los españoles durante siglos.

A un lector de ámbito nacional toda esta disertación le puede parecer insignificante, pero crean que es necesario reconquistar la información local para defender a España. Porque una posible secesión de Cataluña sería una tragedia nacional, y para evitarla hay que contar a los catalanes, de manera veraz y honesta, lo mucho que nos une a todos los españoles y lo que nos conviene seguir juntos. Y para iniciar la remontada no se puede despreciar el ámbito de los medios de comunicación de este tipo, porque los separatistas se han hecho fuertes en ellos ya que saben de su importancia.

No se trata de imitar el estilo de comunicación de los secesionistas. Basta con contar las cosas como son, en no negar la historia común, en juzgar a los políticos catalanes no por lo que dicen sino por lo que hacen, en explicar que el resto de España no es el extranjero, sino nuestro país. Porque la historia de Cataluña es la historia de España. Y la historia de España es la de Cataluña. Y en la lucha por mantener la buena convivencia no hay que descuidar ningún ámbito. Sobre todo el de la información local.

Sergio Fidalgo es presidente del Grup de Periodistes Pi i Margall.

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