Los militares españoles y la OTAN

Acaba de concluir el año en el que celebramos el 40 aniversario del ingreso de España en la OTAN, sin que haya trascendido mucho a la sociedad y, sobre todo, sin haber aprovechado la oportunidad para incrementar la necesaria conciencia de defensa tan precaria entre los españoles.

Se dice, entre algunos políticos de la época, y así es recogido por ciertos historiadores y analistas políticos que la entrada de nuestro país en la OTAN, en 1982, supuso para el Ejército español dejar de mirar al enemigo interior, para centrarse en el exterior. Salen aquí los tópicos acuñados de la División Acorazada rodeando Madrid y otros por el estilo, que pudieran ser ciertos al nivel más alto de la política militar en el franquismo, pero no creo que fuera acertado a nivel de la mentalidad de los militares de la época. Se suele presentar un ejército poco profesional y más formado y equipado. Si así fuese, ¿cómo se explica la rápida y exitosa incorporación de los militares españoles a las misiones de paz de Naciones Unidas y las misiones de la OTAN? Porque los militares españoles son de los más valorados por el resto de los ejércitos que participan en este tipo de misiones, por su preparación, su disciplina y por la empatía que muestran hacia las poblaciones civiles autóctonas.

Realmente, a partir de la firma del convenio con Estados Unidos de 1953 se produce un cambio en las FAS españolas. Incluso un poco antes en 1951 comienzan a viajar militares españoles a hacer cursos en USA y en las bases americanas en Europa, fundamentalmente Alemania e Italia. Esto abre nuevas fronteras en la mente de unos militares jóvenes que ya salen de las academias sin esa carga ideológica de haber participado en la Guerra Civil. Pese a la precariedad del material bélico que se incorpora por el pacto con los norteamericanos, sobre todo entre los jóvenes oficiales se impone la creencia de que, ya de facto, forman parte del entramado internacional para la defensa de Occidente.

Al inicio de los años 70, con el acceso del general Manuel Díez-Alegría a la jefatura del Alto Estado Mayor y con el apoyo primero del general Muñoz Grandes y después del almirante Carrero se inicia un proceso de profesionalización en el seno de la Fuerzas Armadas. Se incrementa la formación en el extranjero, se promueve la coordinación entre los tres ejércitos y se crea el Centro de Español de Estudios de la Defensa, CESDEN para, por una parte, tratar de integrar más al Ejército en la sociedad civil y, por otra, implicar a esta en los asuntos de la defensa. Se trata de crear un ejército que se dedique a los asuntos profesionales y se aleja de las tentaciones intervencionistas, sobre todo con la perspectiva del final de un régimen que, sin duda, terminaría con la muerte del dictador.

Como dice el general de Ejército Fernando Alejandre, que fue JEMAD entre 2017 y 2020, cuando él y sus compañeros se integraron en las misiones y en la estructura de la OTAN, lo hicieron sin ningún problema, porque ya venían preparándose para ello estudiando toda la información a la que tenían acceso por la documentación y las publicaciones especializadas. De hecho, esta información ya fluía desde la OTAN al Ejército español durante el franquismo a través de los agregados militares en las principales capitales europeas que trasladaban al Estado Mayor Central toda la documentación que podían recopilar sobre la Alianza. Así me lo comentó el general Armando Marchante, que fue agregado militar en Roma entre 1965 y 1969 y siempre apoyado en esto por su embajador Alfredo Sánchez Bella.

Es indudable que las misiones de paz y la participación militar en la OTAN han contribuido a mejorar la imagen de las Fuerzas Armadas en la sociedad española. No obstante, esto no se corresponde con un incremento de la conciencia de defensa de los españoles. En el interés por defender su país, España ocupa los últimos puestos. ¿Cómo se explica esto? Pudiera ser que los españoles hayan decidido encargar su defensa a las FAS y esto no debe ser así porque, entre otras cosas, la defensa debe ser cosa de todos, así como una adecuada dotación presupuestaria a las FAS. Puede que a esto haya contribuido la obsesión de los políticos por que la opinión pública perciba a las FAS, desprovistas de lo que es su esencia: el empleo selectivo de la violencia en defensa de la sociedad. Es un problema de percepción, por ejemplo, apagar incendios no es la misión principal de las FAS. Por tanto, el planteamiento de la UME debería ser que, como consecuencia de la especial preparación para la defensa, el Ejército es capaz de apagar incendios y ayudar a la población civil en las grandes catástrofes.

España cuenta, en estos momentos, con el mejor Ejército de su historia, en cuanto a preparación de sus hombres y mujeres, pero no dispone de la dotación presupuestaria adecuada, lo que repercute directamente en su operatividad. Actualmente los tres ejércitos están inmersos en ilusionantes proyectos que deben ser convenientemente atendidos por el Ejecutivo. Es el presupuesto el que debe adaptarse a las necesidades y no al revés. Las unidades operativas que salgan de estas reformas son las que deben acaparar las mayores atenciones presupuestarias y de todo tipo y no otras, por mucha rentabilidad política que proporcionen.

Pablo González-Pola de la Granja es director del Instituto CEU de Estudios de la Democracia.

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