Los minerales críticos y la nueva geopolítica

La crisis climática y la Cuarta Revolución Industrial –con sus tecnologías innovadoras como la inteligencia artificial y las redes 5G- están colocando al mundo en un curso de colisión geopolítica. Tanto el impulso por descarbonizar como la batalla por la supremacía tecnológica global dependen de minerales críticos como las tierras raras, el litio y el cobalto –que están altamente concentrados en pocos lugares, entre ellos China.

La disputa por el control de las cadenas de suministro de estos elementos se está intensificando. Por ejemplo, los vehículos eléctricos fabricados por Tesla y otras empresas automotrices funcionan con baterías de iones de litio, pero apenas un puñado de países producen la mayor parte del litio del mundo. La tensión entre la concentración geográfica de los recursos críticos y la creciente competencia global por el suministro desestabilizarán aún más la geopolítica en el siglo XXI.

En consecuencia, un largo período de competencia estable por los recursos está rápidamente llegando a su fin. Históricamente, los imperios aseguraban sus cadenas de suministro económicas y administraban la competencia. Y, en el extenso ciclo de descolonización post-1945, Estados Unidos, en su carácter de poder hegemónico económico global, respaldó las reglas y normas del comercio mundial. Al mismo tiempo, los suministros de recursos críticos –en particular, combustibles fósiles- se volvieron más dispersos en tanto una mejor información geológica y nuevas tecnologías (como la perforación en aguas profundas y el fracking) ayudaron a distender el control de la OPEP.

Pero, hoy, las condiciones han cambiado. Los minerales críticos para la economía digital y post-carbono están altamente concentrados desde un punto de vista geográfico, mientras que el fin de la unipolaridad estadounidense y las crecientes incertidumbres sobre el comercio global han dado lugar a una acometida para asegurarlos.

El ascenso global de China refuerza la tensión entre competencia y concentración. La innovación y la producción industrial ya no son de incumbencia exclusiva de las economías de la OCDE, especialmente Estados Unidos, los estados miembro de la Unión Europea y Japón. Estas grandes potencias anteriormente se garantizaban insumos críticos a través de la expansión colonial y la distribución de los recursos, pero las ambiciones exportadoras de China, y su control de cadenas de suministro clave, han cambiado las reglas de juego. Asimismo, la Iniciativa Un Cinturón, Una Ruta de China (BRI) –un plan de inversión en infraestructura transnacional en el que participan países de África, Eurasia y Sudamérica- abiertamente plantea un reto a los modelos anteriores de acceso y cooperación.

Los gobiernos en el Sur Global, donde se encuentran muchos recursos críticos, frecuentemente están dispuestos a cerrar acuerdos exclusivos. Han recibido con beneplácito los planes de financiamiento integral, el mayor compromiso y el discurso de “alianzas en las que todos ganan” de China, que ofrecen una alternativa confiable al financiamiento y al establecimiento de normas occidentales.

La dominación de los recursos por parte de China está reformulando la geopolítica. En 2010, China redujo a la mitad sus cuotas de exportación de tierras raras, y también se dice que prohibió su venta a Japón luego de un incidente con un barco cerca de las Islas Senkaku de Japón, que China llama Islas Diaoyu y reclama como propias. El episodio hizo que otras economías líderes tomaran conciencia de que un competidor y rival importante controlaba el 97% de la oferta global de estos insumos vitales para imanes, vidrio, electrónica, sistemas de defensa, turbinas eólicas y vehículos híbridos y eléctricos.

Estados Unidos, la UE y Japón reaccionaron, en el mejor de los casos, de manera anárquica, y diez años después todavía no han generado estrategias efectivas para liberarse del control de los recursos por parte de China. Las tierras raras volvieron a poblar los titulares nuevamente en 2019, cuando China indicó que podría utilizarlas como “armas” en su disputa comercial con Estados Unidos. Mientras tanto, incesables informes periodísticos sobre descubrimientos de tierras raras en Afganistán, glaciares que se derriten en Groenlandia, el mar abisal, los asteroides y los planetas demuestran que el pensamiento mágico sigue eclipsando una toma de decisiones políticas efectivas.

De la misma manera, la descarbonización hace que se dé importancia a todos los avances en tecnología y almacenamiento de baterías, razón por la cual la producción de litio global se disparó de 32.500 toneladas en 2015 a 95.000 toneladas en 2018. Dos de los tres países política y económicamente volátiles en el llamado “triángulo del litio” –Chile y Bolivia- son participantes de la iniciativa BRI y reciben una inversión china sustancial. El tercero, Argentina, está considerando sumarse. Como ninguno tiene la capacidad para una integración vertical, China controla más del 60% de la capacidad de producción global de baterías de iones de litio. Inclusive Australia, que tiene reservas sustanciales de tierras raras y litio, hasta el momento no ha logrado convertirse en un proveedor alternativo “independiente”.

El cobalto, otro insumo clave para las baterías, se extrae mayoritariamente en la República Democrática del Congo. El país tiene las mayores reservas de cobalto del mundo -tres veces más que las de Australia, que se ubica en el segundo lugar- y produce el 60% del cobalto extraído a nivel global. La RDC sigue siendo el productor más competitivo en términos de costos, mientras que China es el inversor dominante, aunque una protesta por las prácticas laborales ha planteado cuestionamientos sobre minería ética.

¿Cómo podrían los gobiernos de países ricos manejar mejor la tensión entre competencia y concentración con respecto a los minerales críticos, especialmente si las instituciones globales tradicionales pierden relevancia? Una opción es revivir el antiguo modelo colonial de repartirse regiones para manejar la competencia. Pero si bien China ha podido extender su influencia económica global sin el bagaje de haber sido una potencia colonial, la UE, Estados Unidos y Japón ya no pueden jugar ese juego de manera exitosa. Los países en desarrollo más pequeños hoy tienen otras opciones y preferencias, y muchas veces se alían con China, Rusia, India y otras potencias.

Alternativamente, las potencias tradicionales podrían empezar a construir un nuevo marco de cooperación. Pero la postura de “Estados Unidos primero” del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y una falta de coordinación entre ex aliados hoy se interponen en el camino. Asimismo, los negocios no están preparados para poner la geopolítica por encima de los resultados. Los repetidos reclamos de los gobiernos para que las cadenas de suministro tengan una menor incidencia china no son muy eficientes; los ministros despotrican por la competencia, pero no abordan las necesidades e intereses de los países donde hay una concentración de recursos estratégicos clave. Es más, el cambio climático agravará las limitaciones, especialmente entre regiones ricas en recursos, pero económica, social y políticamente vulnerables.

China ha demostrado su creciente poder económico forjando sistemáticamente una red global de socios. Las potencias del pasado ahora deben construir nuevos canales de confianza y cooperación con los países en desarrollo, no sólo para garantizarse los minerales críticos vitales para alimentar al mundo en la era antropócena, sino también porque un planeta peligroso es una amenaza para todos.

Sophia Kalantzakos es profesora de Estudios Ambientales y Políticas Públicas en la Universidad de Nueva York/NYU Abu Dhabi, miembro del Instituto de Investigación para la Historia de la Ciencia y la Tecnología en Caltech and The Huntington y ex investigadora del programa Fung Global en la Universidad Princeton. Es la autora de China and the Geopolitics of Rare Earths.

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