Los minifundistas y la agricultura climáticamente inteligente

Hasta que los pequeños agricultores del mundo adopten una serie de cambios necesarios, los acuerdos sobre el clima, como por ejemplo aquellos que germinen como resultado de la Cumbre Río +20, un evento convocada por las Naciones Unidas que se celebrará en Río de Janeiro este próximo junio, no se plasmarán en acciones. El surgimiento de una economía verde global requiere que los gobiernos, los diseñadores de políticas y las empresas que se encuentran tanto en las economías desarrolladas, como en las emergentes reconozcan los vínculos enmarañados entre el cambio climático, el medio ambiente y la seguridad alimentaria. Esto implica que se tiene que poner la agricultura minifundista en tapete de discusión.

Cada día los pequeños productores en los países en desarrollo confrontan las consecuencias del cambio climático. A menudo son los primeros en caer presa ya sea de la volatilidad de los mercados globales o de los fenómenos climáticos extremos.

A la fecha, los pequeños productores no pueden ser ignorados cuando se trata de encontrar soluciones al cambio climático, ya que los quinientos millones de pequeños campos agrícolas del planeta son los que producen el 60% de la producción agrícola mundial y son los que proporcionan hasta un 80% del suministro de alimentos en los países en desarrollo. En conjunto, estos campos agrícolas manejan áreas extensas de nuestro planeta, incluyendo el 80% de la superficie agrícola del África subsahariana y del Asia.

¿Realmente podemos depositar nuestra confianza en estos agricultores, muchos de ellos muy pobres, y esperar que asuman un papel de liderazgo y aborden el doble desafío que implica el logro de seguridad alimentaria junto con sostenibilidad del medio ambiente? ¿Pueden producir mayor cantidad de alimentos y al mismo tiempo proteger el medio ambiente?

Creemos que la respuesta a ambas preguntas es un rotundo sí. La experiencia de hechos mundiales pasados demuestra que ellos sí pueden. Pero el éxito sólo es posible si pueden adoptar técnicas ambientalmente sostenibles que preservan y mejoran los suelos y las aguas subterráneas.

Como ejemplos de cómo se puede lograr esto se pueden mencionar: la preparación de terrazas para evitar la pérdida y degradación del suelo por erosión e inundaciones; la reducción radical del arado de surcos; la rotación de cultivos y la aplicación de fertilizantes naturales, como por ejemplo estiércol, compost, o abono a fin de mejorar la estructura y fertilidad del suelo; y la integración de árboles con cultivos y ganadería para formar sistemas agroforestales.

La reciente experiencia de Ruanda proporciona una luz de esperanza en cuanto a que el aumento de la producción agrícola y la protección del medio ambiente pueden ir mano a mano. Por ejemplo, en el Distrito Ngororero ubicado en el sureste del país existe un proyecto respaldado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola que ha ayudado a que los agricultores ruandeses aumenten el rendimiento de sus cosechas hasta en un 300% a través de diversas mejoras, como ser el uso de semillas de mayor calidad, la implementación de tecnologías mejoradas de siembra, y la aplicación de fertilizantes en el momento más óptimo.

En una escala mayor, los agricultores de Ruanda están sustituyendo los fertilizantes químicos, que producen gases y causan el efecto invernadero, con estiércol. En la actualidad en algunas zonas del país, los pequeños agricultores también preparan terrazas en sus tierras de cultivo y usan otras técnicas naturales para mejorar la calidad del suelo y su capacidad de retención de agua, así como para aumentar los rendimientos de sus cultivos.

Con el uso de estos enfoques, Ruanda ha cuadruplicado su producción agrícola en los últimos cinco años. De hecho, gracias a este progreso admirable en dicho periodo corto, Ruanda ha llegado a ser un país que cuenta con seguridad alimentaria.

Los esfuerzos de Ruanda para promover una agricultura climáticamente inteligente son apoyados por un marco muy amplio de políticas e inversiones que tienen el objetivo de garantizar que todos los agricultores, sin importar cuán pequeños sean, tengan acceso a semillas mejoradas, a conocimientos técnicos, y a un mercado para su producción. Cada país en desarrollo debe entender que únicamente se puede garantizar que los pequeños agricultores produzcan más alimentos de manera sostenible si sus cultivos son rentables.

El aumento de la agricultura ecológicamente sostenible entre los pequeños agricultores de todo el mundo, indubitablemente, requerirá que se reformen las políticas nacionales y la arquitectura de la inversión pública y privada de manera que los agricultores puedan aprender las mencionadas técnicas, sean testigos del valor que tienen las mismas, y las empleen de manera rentable.

La lección es simple: se deben identificar las prácticas y técnicas de cultivo que sean climáticamente inteligentes y que puedan incrementar la producción agrícola, se debe transmitir el conocimiento técnico pertinente a los pequeños productores, se debe proporcionar apoyo a dichos pequeños productores durante la transición, y se debe crear un entorno normativo que les permita beneficiarse de dicho conocimiento.

Si las políticas nacionales y las iniciativas internacionales de desarrollo apoyan la transición hacia una agricultura climáticamente inteligente en las mencionas maneras, no tenemos ninguna duda de que los pequeños agricultores en todo el mundo darán un paso adelante y harán lo que a ellos les corresponda hacer para salvar al planeta.

Por Paul Kagame, presidente de la República de Ruanda, y Kanayo F. Nwanze, presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola. Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

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