Los musulmanes han de decir ¡NO!

Parece llegada la hora en que los musulmanes deban tomar una clara posición frente a los asesinatos sin sentido que en los últimos tiempos se cometen indiscriminadamente en su nombre. Nada más absurdo que la explosión del pasado 15 abril de dos bombas de Boston, matando a tres personas e hiriendo a trescientas. El miércoles dos supuestos terroristas asesinaron sin motivo con un machete a un soldado en Londres al grito de «Alá es grande», mostrando las manos ensangrentadas, como si tuviera que ver tan macabro rito premeditado con su fe. Numerosos casos vienen a la memoria, como el de Mohamed Merah, quien hace un año mató a tres niños en un colegio de Toulouse, casi como diversión.

Aun siendo extremamente graves en EE.UU. o Europa estos sucesos de yihadistas autodidactos o «lobos solitarios» del terror, como les ha llamado la prensa, resulta igualmente inadmisible el silencio del Islam moderado, en especial de los residentes en Occidente, donde libremente habitan, y se supone que comparten ciertos valores, comenzando por los derechos humanos, especialmente el de la vida. ¿Puede alguien imaginarse que en El Cairo, Lagos, o Rabat, contemplásemos un reguero de muertes en nombre del Cristianismo… no se sabe bien con qué pretextos?

Si la justificación terrorista fuese el colonialismo remoto o reciente de ciertos países occidentales… ¿por qué son sólo de entre todos los pueblos y religiones del planeta los musulmanes quienes quieren cobrarse un tributo con cualquier inocente? Y también, si se trata de Imperio, por qué no ir contra Turquía, heredera del Otomano, que subyugó durante siglos Oriente Medio, ahogando sangrientamente cualquier brote nacionalista, o más cercanos, los imperios soviético o chino?

Pero no nos engañemos, este sin sentido de ciertas personas y células terroristas tiene profundas raíces de resentimiento, de desorientación, y sucede contra la propia cultura. Ante el desconcierto y la impotencia de los ciudadanos de Túnez, los salafistas de este país han quemado en los últimos meses una treintena de tumbas de los más destacados santones magrebíes (Sidi Bou Said, Sayyida Manoubiyya, Al Mahdawi… ). Lo que queda claro es que resulta urgente y en propio beneficio del Islam «moderado», como religión universal y de gloriosa historia, el clarificar sus objetivos como civilización, a fin de aliviar la fuerte crisis de identidad.

Si hablamos de España, no puede invocarse actitud más generosa. Pese a los 191 muertos y cientos de heridos de Atocha, a pesar del infinito dolor no se respondió contra nada ni nadie que representara al Islam. Cabe recordar el que mientras Madrid, como Granada y otras ciudades españolas donaron espacios destacados para mezquitas, en muchos países, con Arabia Saudí a la cabeza, siguen las iglesias prohibidas o seriamente dificultada la celebración de los ritos, cuando no condenado a muerte o prisión quien cambia su fe musulmana.

Surgidas del mismo tronco monoteísta, el Islam y el Cristianismo son quizá las dos religiones más próximas. Muchos ignoran que la única mujer citada en el Corán por su nombre es la «Inmaculada» María, lo mismo que Cristo,`Isa (el Ungido), es uno de los profetas máximos del Islam. Pero esto poco importa en Irak o en Egipto, donde es casi diario el goteo de muertos cristianos nestorianos y coptos en sus iglesias, casas o negocios, como en Nigeria o Paquistán. Y no sólo se trata de simples fieles, entre los fríamente asesinados se encuentran altos prelados: el obispo caldeo de Mosul, Paulos Faraj Rayu, o el católico de Orán, Pierre Claverie. ¿Es imaginable que autoproclamados «cristianos» mataran por el mundo musulmán a ulemas e imanes y no pasase nada?

De forma especial en España sabemos que el Islam ha contribuido en diversas ciencias y humanidades a los momentos más florecientes de la historia… aunque parece haber individuos y grupos empeñados en que ya no vuelva a hacerlo, en que regrese a un remoto pasado, por añadidura tergiversado. El único objetivo del terrorismo islamista, sea cual fuera su signo, es la sed de poder a través de la religión, a la cual han disfrazado en su propio interés mediante velos y tabúes que en lo absoluto están en el mensaje original del Islam. Sirva de ejemplo el argelino Mojtar Belmojtar, líder del grupo adscrito a Al Qaida, supuesto practicante rigorista que al pasado enero asaltó la planta de BP al sur de Argelia, quien hasta hace poco era conocido como «Míster Marlboro», un simple traficante de tabaco entre las permeables fronteras de los países del Sahel.

Todos, desde uno y otro lado, debemos oponernos a que esto suceda, a que quienes queman bibliotecas en Tombuctú, o destruyen estatuas de Buda en Afganistán, puedan convertir nuestras culturas en «duelistas», en el curso de un sacrificio absurdo oficiado ante el ídolo de la barbarie y la ignorancia.

Carlos Varona, doctor en Filología Árabe, especializado en asuntos de Oriente Medio e Islam

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