Los nuevos leones de España

Podríamos considerarlo un comodín. Al fin y al cabo, lo catalán siempre ha sido utilizado, a derecha e izquierda, para hacer política. Y no me ahorro la autocrítica: se ha utilizado a ambos lados del puente aéreo, tanto para vertebrar el discurso más rancio del españolismo, como para manejar discursos esenciales de autoconsumo que vendían bien en el mercado de los cortoplacismos.

Lejos de tener la inteligencia de convertir Catalunya en el campo de juego, hemos preferido convertir el país en la pelota que nos tirábamos a la cabeza, y así, de gol en gol, nos hemos marcado todos los goles en propia puerta. Además, no seamos ingenuos. No sólo se ha tratado de ideología. Muy a menudo se ha tratado de coartada para distraer situaciones críticas o directamente líos de partido. Pero si Catalunya ha sido usada en Catalunya, para vender pescado en la pelea política, en las Españas, el uso permanente de "lo catalán" ha sido un recurso que ha dado votos, hasta el punto de que, a menudo, el discurso anticatalán ni tan sólo ha surgido de la ideología, sino de la táctica. Comodín, pues, en el sentido más descarnado y triste del término.

¿Responde al mismo fenómeno de distracción la actual y exacerbada ofensiva contra el catalán que han lanzado desde pretendidas tribunas intelectuales bien asentadas en edificios políticos? Personalmente creo que esta enésima ofensiva, que en realidad recoge el testigo de todas las que llevamos en democracia - y no son pocas-, reúne todos los elementos del fenómeno: concilia ideología con tacticismo, y todo ello suma en un nacionalismo estomacal que ha derivado en un indisimulado postautonomismo, nostálgico del concepto jacobino de España.

Veamos, pues, la radiografía de la campaña de los amigos de Rosa Díez contra el catalán. Como resulta evidente que quienes la perpetran no son gente iletrada, también es evidente que su motivación no tiene nada que ver con la salud del idioma castellano, en auge en todo el mundo y con un prestigio fuera de toda duda. Tampoco tiene que ver con la preocupación por la salud del castellano en Catalunya, ya que el único idioma que está en recesión, en franca dificultad y en peligro es el catalán. Y finalmente, resulta evidente que todo ello lo saben. Por tanto, su motivación es extralingüística y, por supuesto, absolutamente ajena a la defensa de ninguna libertad.

Entre otras cosas, porque si de libertad se tratara, todas estas insignes mentes deberían estar muy preocupadas por la difícil libertad que tienen los catalanohablantes para usar su idioma con normalidad en su propio territorio lingüístico. Y fuera de su territorio, ni hablamos. No. No nos vendan churras, cuando saben que están esquilando merinas. Los gestores del enésimo manifiesto contra el catalán - por cierto, la mayoría, los sospechosos habituales- usan este comodín para darle un zarpazo por la tangente al Partido Popular, ahora que este empieza a vislumbrar los ignotos paisajes del centro político.

No es una casualidad que justo cuando el PP quiere rectificar su discurso más agresivo, incluyendo el central discurso anticatalán, le salgan estos levantando nuevas pasiones, a los viejos y bajos instintos. Al fin y al cabo, Rosa Díez y compañía quieren hacer política, y su bolsa de votos, por mucho que vendan pescadilla socialista, se nutre vorazmente del saco popular. Y si el PP abandona este tortuoso sendero, chamuscado por la masiva derrota en Catalunya - que fue fundamental en su derrota española-, otros están dispuestos a quedarse el botín, quizás más suculento, cuando sólo se necesitan los votos básicos para mover la cola en el Parlamento. No tengo ninguna duda de que estamos ante una ofensiva de naturaleza táctica, con el objetivo de situarse en primera fila del panorama político y usando para ello un banderín de enganche colorista, simple y abiertamente estomacal. Y si algo es estomacal en España es el catalán. Sin escrúpulos, pues, los mercaderes han salido a vender anticatalanismo, para ganar cuatro perras en el mercado de la política. Al fin y al cabo, siempre ha sido así en la historia del anticatalanismo.

Sin embargo, no todo es tacticismo en esta ofensiva, porque la ideología que habita en el substrato no es menor, y necesariamente alimenta las energías para la campaña. Más allá del clásico y rancio nacionalismo español, cuyas voces menos depuradas llegan a la caricatura, este discurso es mucho más moderno y más inteligente. No es nostalgia del pasado, ni facherío clásico, sino un nuevo nacionalismo, anclado en el presente, pero convencido de que la España autonómica fue un magno error.

En realidad estamos ante un postautonomismo, harto de la complejidad de un Estado autonómico, ferviente militante de lo español, y descarnadamente insensible a cualquier pluralidad cultural. Son los nuevos leones de España y la quieren salvar de ella misma. Por eso empiezan por lo catalán. ¿Por dónde, si no? Al fin y al cabo, ¿no es por Catalunya por donde se les rompe su monolítica idea de España? Nuevos leones de una vieja idea que, a lo largo de la historia, sólo nos ha aportado intolerancia, confrontación y odio. Un maldito clásico.

Pilar Rahola