Los objetivos del desarrollo del Milenio

El nuevo milenio se inauguró con una gran visión y una gran ambición: reducir la pobreza a la mitad para el año 2015. Nunca antes la humanidad se había fijado una tarea tan ingente ni tan significativa. El compromiso inquebrantable de luchar contra la pobreza es uno de los valores esenciales en los que se basa la Unión Europea. Este compromiso ha convertido a la UE en uno de los mayores donantes del mundo, cuya aportación representa más de la mitad de la ayuda mundial al desarrollo y se ha duplicado en diez años hasta alcanzar los 50.000 millones de euros anuales. La Comisión Europea por sí sola aporta el 13 por ciento de toda la ayuda mundial. En la actualidad, los ciudadanos europeos siguen apoyando de forma incondicional tanto esta política como la propia ayuda a los más necesitados, incluso en estos tiempos de dificultades económicas.

Con estos ideales en mente y con este mandato de nuestros ciudadanos y Estados miembros, representaré a la Unión Europea en la cumbre especial de la ONU que reunirá esta semana a los líderes mundiales en Nueva York, para analizar los avances en la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Hace diez años, la comunidad internacional se comprometió con estos objetivos ambiciosos; ahora, esa comunidad en pleno regresa a Nueva York para dar un nuevo impulso a los esfuerzos a escala mundial, a pocos años de que venza el plazo de 2015.

Alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio supone reducir a la mitad el número de personas que viven con menos de un dólar al día o, dicho de otra manera, sacar a 920 millones de personas de la pobreza. Significa garantizar que millones de niños y niñas de países en desarrollo no queden sin escolarizar, que sean más las mujeres que puedan asumir el control sobre sus propias vidas y menos las personas que se vean privadas de atención médica básica.

Alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio significa brindar a miles de millones de personas vulnerables la oportunidad de vivir una vida digna, sin pobreza, hambre ni injusticia. Significa dar a todas las personas los medios para construir su vida en un mundo más justo, estable y próspero.

A lo largo de la última década se han producido grandes avances: hemos asistido a un descenso del 20 por ciento del número de personas que viven en condiciones de extrema pobreza, el número de niños escolarizados ha aumentado en veintiocho millones y la población que tiene acceso a agua potable se ha incrementado en 1.700 millones de personas desde 1990.

Pero los avances han sido desiguales. Algunos países han quedado rezagados, sobre todo en el África subsahariana. Ahora tenemos que centrar nuestra atención en los países minados por los conflictos y la fragilidad interna. También debemos lograr mejores resultados para aquellos objetivos que no se están cumpliendo como estaba previsto, en particular la erradicación del hambre, la mejora de la salud materna y los servicios de saneamiento. Solo quedan cinco años para que venza el plazo que nos impusimos y ha llegado el momento de que pasemos a una velocidad superior. No podemos fallar a los más necesitados. Podemos cumplir los objetivos y lo vamos a hacer.

¿Cómo podemos hacerlo? En primer lugar, tenemos que cumplir nuestras promesas. Los Estados miembros de la Unión Europea han reiterado recientemente su compromiso de que, para 2015, destinarán el 0,7 por ciento de su Producto Interior Bruto a la ayuda. Los ciudadanos europeos siguen demostrando su firme apoyo a la cooperación al desarrollo: dos tercios creen que la UE debe cumplir la promesa de incrementar su ayuda, o incluso ir más allá de lo prometido.

En segundo lugar, debemos hacer más. A tal fin, iré a Nueva York con la propuesta de destinar hasta 1.000 millones de euros para recompensar a nuestros socios que hayan obtenido mejores resultados y para ayudar a los que están más lejos de cumplir los objetivos. Queremos dar un empujón a los que se han puesto en cabeza a la hora de construir su propio futuro, pero también a nuestros socios más frágiles.

En tercer lugar, debemos ser más creativos, sobre todo al movilizar fuentes de financiación adicionales. Me refiero, en particular, a formas de financiación innovadoras, a la lucha contra la fuga ilícita de recursos financieros y a la potenciación de fondos del sector privado.

Por último, debemos hacer las cosas mejor. Tenemos que asegurarnos de que todas las políticas de la UE contribuyan de manera coherente a los objetivos de desarrollo. También debemos garantizar que nuestra ayuda tenga un impacto real en la mejora de las condiciones de vida de las personas y se utilice como catalizador del crecimiento sobre el terreno.

La ayuda no es un fin en sí mismo. Es una palanca esencial de la respuesta global a muchos de los desafíos a los que nos enfrentamos, que van desde los Estados débiles y la falta de oportunidades económicas hasta las cuestiones relativas al clima y las energías. Los países en desarrollo deben hacerse cargo de su propio futuro e incorporar los Objetivos de Desarrollo del Milenio en sus estrategias de desarrollo nacional. La ayuda debe respaldar unas políticas nacionales efectivas a fin de que tenga un impacto significativo sobre la pobreza.

Juntos tenemos la oportunidad de convertir esta década en una nueva década para el desarrollo. Tengo el compromiso personal de defender esta agenda ambiciosa en la cumbre que se va a celebrar en Nueva York para revisar los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Haré un llamamiento para que nuestra actuación a escala mundial se base en la solidaridad, la fraternización y la corresponsabilidad. Alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio requiere un esfuerzo en equipo. Si todos avanzamos en la misma dirección alcanzaremos estos objetivos comunes.

José Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea.