Los objetivos liberales de la coalición británica

Se ha desestimado la tercera pista del aeropuerto londinense de Heathrow. Se ha descartado la implantación del carnet de identidad. No habrá más detenciones de niños. Además, ahora se pone en marcha una reforma para introducir justicia en los impuestos para millones de personas normales y corrientes.

Éstas son algunas de las primeras medidas del nuevo Gobierno de Reino Unido, que celebró la primera reunión de su gabinete hace sólo unos días. Un nuevo Ejecutivo pero, lo que es más importante, un nuevo estilo de gobierno: plural, diverso. Una coalición entre liberal-demócratas y conservadores que contraviene las normas de la política tradicional.

Soy consciente de que el nacimiento de esta alianza ha causado una considerable sorpresa y que, en consecuencia, alguien puede haberse sentido ofendido. Hay quienes, tanto en la izquierda como en la derecha, coinciden en pensar que no debería haber sido así. Sin embargo, lo cierto es esto: no había ninguna otra fórmula responsable de jugar las cartas que el pueblo británico repartió a sus partidos políticos en las últimas elecciones. La aritmética parlamentaria hacía impracticable una coalición entre liberales y laboristas, que habría sido considerada ilegítima por la ciudadanía. De la misma manera, un gobierno en minoría habría sido demasiado frágil para abordar los problemas políticos y económicos que tenemos por delante.

Así pues, a la vista de que los británicos nos dijeron, explícitamente, que no querían un único partido al frente, teníamos el deber de encontrar una fórmula para que de hecho gobernara más de un único partido. La hemos encontrado.

Ése es el análisis pragmático. Ahora bien, lo que, en mi opinión, nos ha sorprendido también esta semana a todos los que estamos en el Ejecutivo es la fuerza del acuerdo de principios. Ningún gobierno, ya sea una coalición de partidos o una coalición de rivales, como en los gabinetes de Blair y Brown, tiene la más mínima posibilidad de sobrevivir sin un conjunto fundamental de supuestos y aspiraciones comunes.

Tanto David Cameron como yo entendemos que la plasmación unificadora de este Gobierno es que en Gran Bretaña el poder debe desagregarse hoy en día de forma más justa: del centro de Whitehall -sede del Gobierno y la Administración- a la sociedad civil; ponerlo en manos de los pacientes, los padres y los alumnos en los servicios públicos; proteger los derechos y libertades del pueblo de la interferencia arbitraria del estado; movilizar a la sociedad mediante una justicia mayor en la fiscalidad y en el sistema educativo. En pocas palabras, repartir el poder y las oportunidades entre los ciudadanos en lugar de acumular autoridad en el Gobierno.

Ésta es la razón por la que vamos a transformar el sistema impositivo, para permitir que las personas con ingresos bajos y medios se queden con una mayor parte del dinero que ganan. Mediante recortes de gasto en diversas áreas gubernamentales, vamos a tener la posibilidad de obtener los recursos para financiar nuestro incentivo por alumno, un programa que premiará con financiación adicional a las escuelas públicas que admitan estudiantes procedentes de medios sociales desfavorecidos. Ello servirá como inestimable ayuda para los miles de niños que todavía no reciben el apoyo individual que necesitan en la escuela. La educación lo es todo en la creación de una sociedad verdaderamente móvil.

Vamos a abrir oportunidades también en nuestra economía. El reto inmediato es atajar el déficit que nos amenaza. Habrá que tomar decisiones impopulares en los meses y años venideros para tapar el agujero negro de nuestras finanzas. Para el Gobierno, el gran reto será hacer eso mientras no deja de proteger los servicios vulnerables de primera línea y apuntalar la confianza en nuestro sistema financiero.

Sin embargo, también podemos empezar a levantar una nueva economía, al mismo tiempo que ponemos orden en el desastre que ha quedado después del hundimiento de la vieja. George Osborne y Vince Cable van a elaborar planes de reforma de nuestro quebrantado sistema bancario para que los préstamos apoyen a la economía real y los bancos no tengan que asumir nunca más riesgos injustificados. En lugar de ello, vamos a apoyar el crecimiento sostenible y equilibrado de todos los sectores en todas las regiones y a fomentar las industrias verdes, que son tan esenciales para nuestro futuro en común.

Vamos a supervisar una innovadora desagregación del poder, más allá de Westminster [el Parlamento] y Whitehall, en favor de los ayuntamientos, los colectivos y los hogares a todo lo largo y ancho de la nación, de manera que, allá donde sea posible, los ciudadanos tengan la palabra sobre las decisiones que afectan a sus vidas.

Lo más importante es que ya se han terminado las incursiones incesantes del Estado en las vidas de los individuos. Desde echar marcha atrás en la vigilancia excesiva hasta poner fin a la criminalización de inocentes, vamos a restablecer y proteger nuestras libertades civiles que tanto nos ha costado ganar.

Yo llamo liberalismo a este programa. Es posible que otros le pongan otro nombre a eso pero, cualquiera que sea el término que usted prefiera, es nuestra mejor garantía de una sociedad justa.

Estos son los argumentos que yo he defendido a lo largo de toda mi vida política. Efectivamente, a medida que la coalición avance camino adelante, habrá algunos choques y algunos arañazos a lo largo del trayecto; ya ha habido cesiones importantes por ambas partes y, por supuesto, será necesario que haya más. Desde luego, no, no contamos todavía con todas las respuestas a las preguntas inevitables que nos encontraremos. Si bien vamos a ser francos con todo aquello que nos diferencia, también somos conscientes de que nuestra fuerza, la fuerza que ahora se necesita para producir el cambio que se necesita en Gran Bretaña, depende de que seamos la suma de nuestras partes. Desde nuestras tradiciones diferentes, podemos ir en busca de un sencillo objetivo que compartimos: éste va a ser el Gobierno que devuelva el poder a los británicos.

Nick Clegg, líder del partido liberal-demócrata y viceprimer ministro del nuevo Gobierno británico.