Los oportunistas atacan de nuevo

Esta vez han tardado más de lo esperado, pero los lobis económicos ya están aquí con las recetas de siempre. Ahora, con la reducción de las indemnizaciones por despido. Dicen presentar sus propuestas en defensa del interés general, para reducir la temporalidad y para crear más empleos. O sea, con el fariseísmo y con la misma falta de rigor y de escrúpulos de siempre.
Facilitar el despido, que es lo que pretenden, no puede presentarse como una medida de reactivación. Hasta los menos informados saben que las causas de esta crisis económica global no están en el coste salarial, en el que se incluyen las indemnizaciones, ni en la supuesta rigidez del mercado de trabajo. Lo que ahoga la economía es la indigestión provocada por la bacanal inmobiliaria, la falta de financiación de las empresas y la caída del consumo de las familias. Por eso, todo lo que sea apretar el cinturón de los trabajadores, con propuestas de congelación salarial o reducción de las indemnizaciones, es una barbaridad social, al hacer pagar la crisis a quienes no son sus culpables, sino sus víctimas. Y en el terreno económico no haría más que profundizar en una de las causas propias, no importadas, de esta crisis.

Es cierto que en estos años se ha construido un modelo social que ha incentivado el consumo por encima de nuestras posibilidades, gracias al dinero barato. También lo es que en los próximos años --y no serán pocos-- nuestro ritmo de vida deberá acomodarse a nuestros ingresos reales. Pero eso no significa que se aproveche la crisis para transferir rentas salariales a beneficios empresariales, como pretenden algunos. Es cierto que hay un desequilibrio en la protección frente al despido entre fijos y temporales, pero es falso que reducir la protección de los que la mantienen mejoraría el empleo de los parados o la protección de los temporales. Solo serviría para igualar por la banda baja el nivel de protección y para incrementar los beneficios empresariales.

Quienes hacen estas propuestas saben que su argumentación no se aguanta por ningún lado. No es en el Estatuto de los Trabajadores --que es el que fija el coste de las indemnizaciones-- donde hay que buscar las causas de la temporalidad. Las causas están en el peso que tienen en nuestra economía sectores productivos inestables y con grandes oscilaciones temporales, como la construcción y el turismo. También en una cultura empresarial que basa su competitividad en la desregulación y la precariedad. Y en empresas que no valoran adecuadamente la formación y la implicación de sus trabajadores.

Las evidencias las tenemos por doquier. Vean, si no. Con la misma ley y la misma indemnización para toda España, las tasas de temporalidad van del 21,7% de Catalunya al 41,5% de Andalucía. Con la misma ley, la temporalidad en España oscila entre el 12% en el sector de los servicios financieros y seguros, el 16% en la industria, cerca del 40% en la hostelería, el 51% en la construcción y el 60% en el campo. Incluso en un mismo sector económico, las tasas de temporalidad son muy distintas entre comunidades autónomas, y tienen mucho que ver con su nivel de empleo y de paro y, sobre todo, con su estructura productiva.

Cuando el ciclo del empleo es alcista, la temporalidad comienza subiendo. Si hay dificultades para encontrar trabajadores, las empresas tienden a fidelizarlos. Cuando aparece la crisis, el ajuste se hace en primer lugar con los temporales y el porcentaje de estos en las empresas se reduce. Y el círculo se cierra cuando aumenta el ejército de reserva de mano de obra y las empresas vuelven a contratar temporales, que suponen más facilidades para el despido y más disciplina laboral, aunque menos implicación. Curiosamente, si comparamos sectores sometidos a la competencia internacional, como el industrial o el financiero, nuestra tasa de temporalidad no plantea ningún diferencial significativo con la de los países de la UE.

Es nuestro modelo económico lo que hay que cambiar, no las leyes. No es con una reducción de la protección como saldremos de la crisis. Otra cosa es que todos actuemos con la máxima responsabilidad, especialmente en la negociación colectiva, que deberá atender, más que nunca, a la realidad diversa de cada empresa y sector. Y, para ello, la cláusula de revisión salarial, lejos de ser un problema, es la solución para garantizar el poder adquisitivo de los incrementos salariales pactados sin incidir negativamente en las tendencias inflacionistas. Todo eso lo saben los poderes económicos. Pero, ante la incapacidad para adoptar medidas estructurales que propicien un cambio de nuestro tejido productivo, apuestan por el ajuste laboral, con el que incrementar los excedentes empresariales a costa de los salarios.

Los hay que ante la crisis buscan oportunidades con las que crear empleo y riqueza: son los verdaderos empresarios. Otros se comportan como meros oportunistas y aprovechan el clima de crisis generado para presentar expedientes de regulación de empleo no justificados o presionar a la baja salarios y indemnizaciones, para recuperar el valor en bolsa de sus sociedades. Esos son los especuladores de siempre, que aprovechan el ciclo económico a la baja para continuar ganando. Cerrémosles el paso.

Joan Coscubiela, secretario general de Comisiones Obreras de Catalunya.