Los otros chavales de Alsasua

En los últimos años hemos visto cómo se ha convertido en un lugar común la idea de que en España muchas jóvenes no pueden elegir libremente sus estudios. Las chicas están infrarrepresentadas en las carreras que ahora llamamos STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, en inglés), y esto no obedecería a unas preferencias distintas que dan lugar a elecciones individuales sino que, más allá de un dato estadístico, se trataría de un problema social que habría que combatir. Según este discurso, la sociedad debería promover campañas para concienciar a las chicas de que son capaces de superar con éxito ese tipo de carreras, y los profesores deberíamos animar a nuestras alumnas a elegir el bachillerato científico, a pesar de que ya suelen ser mayoría en las aulas de bachillerato biosanitario.

Normalmente, cuando se habla de este tipo de obstáculos se hace en abstracto, desde la estadística. En parte porque son difícilmente observables: expectativas sociales y familiares, autoestima, presión de grupo, falta de referentes. Muchas veces no se trata tanto de cuestiones reales enunciadas por las propias alumnas como de hipótesis de quienes analizan el problema, y aun así no faltan artículos académicos, campañas en los centros y en las redes sociales, espacio en los programas electorales y tribunas en la prensa para intentar encontrar una solución.

Sin embargo, también existen obstáculos concretos. Tan concretos que se puede poner nombre a las alumnas que se tienen que enfrentar a ellos. Por ejemplo: Preslava Nikolaeva Nikolova, Geer Wang y Hajar Boukhlik. Las tres han cursado este año 4º de la ESO en Alsasua, Navarra. Y a las tres se les ha impedido seguir estudiando en Alsasua, porque las autoridades educativas decidieron eliminar el bachillerato en castellano para el próximo curso. A última hora se produjo un amago de rectificación en el Departamento de Educación debido al revuelo mediático, pero las familias tenían muchas dudas respecto al futuro y a la situación en la que quedarían, y finalmente optaron por matricularlas en Pamplona. La historia detrás de estas decisiones es interesante y refleja a la perfección cuál es el modelo educativo de los nacionalistas para los alumnos castellanoparlantes de Navarra y el País Vasco.

La dirección del instituto comunicó en marzo a las familias que Inspección había decidido no seguir ofertando 1º de Bachillerato en castellano. Tras las quejas de algunos profesores del centro, el Departamento de Educación del Gobierno de Navarra comunicó que sólo habían recibido dos peticiones para bachillerato en castellano, y que por eso dejarían de ofrecerlo. Este año dieciséis alumnos del instituto de Alsasua han cursado 4º de la ESO en esa lengua, de los cuales siete lo han hecho en el itinerario académico, orientado al Bachillerato. Y cinco de esos alumnos, las tres chicas y dos chicos, Denis Ordóñez y Roberto Jerez, enviaron el 24 de junio una carta al Diario de Navarra para explicar su situación. Cuando se matricularon en 1º de ESO lo hicieron porque el centro ofrecía la opción de continuar allí el Bachillerato en castellano, la lengua que dominan y en la que pueden expresarse y aprender. Y en marzo vieron cómo el centro eliminaba esa posibilidad y los invitaba a matricularse directamente en Pamplona, para no tener después problemas a la hora de conseguir una plaza. El centro, trasladando la decisión del departamento de Educación, en manos del Partido Socialista de Navarra, invitaba a los alumnos a hacer cien kilómetros al día si querían seguir recibiendo educación en castellano. Y así es como se pudo decir después que no había prematrículas: sencillamente se llevó a cabo una campaña para evitar que las hubiera.

Podríamos hablar ahora de brecha lingüística, de los costes extra que tienen que soportar algunos alumnos o incluso de que el obstáculo al que tendrán que hacer frente estas alumnas no sólo es observable sino que se mide en kilómetros. Pero creo que es mejor hablar de los objetivos del proceso educativo.

Los alumnos que llegan a Bachillerato lo hacen esperando que al finalizar los dos cursos serán personas más maduras, que habrán sido capaces de enfrentarse a cuestiones complejas y también que habrán aprendido no sólo hechos, sino las relaciones que existen entre distintos hechos. Son conscientes de que tienen por delante dos cursos difíciles y de que, si el profesor hace bien su trabajo, cada día se pondrá a prueba su capacidad de esfuerzo. A cambio esperan que el sistema educativo no ponga piedras en su camino sino, al contrario, las condiciones necesarias para que puedan aprovechar al máximo el tiempo que pasarán en el aula.

Esto, imagino, será lo habitual en España. No en Navarra y el País Vasco. En estas dos comunidades autónomas el sistema educativo no tiene como objetivo principal el crecimiento intelectual de los alumnos. Si fuera así no se darían situaciones como la que han tenido que afrontar Preslava Nikolaeva Nikolova, Denis Ordóñez, Geer Wang, Roberto Jerez y Hajar Boukhlik.

El Departamento de Educación de Navarra pretendía que estos alumnos recorrieran cien kilómetros al día para poder estudiar en castellano. Pretendía que hicieran eso o que se matricularan en euskera, con el coste que para ellos tendría. Entre esos costes, y no el menos importante, el impacto en su rendimiento académico y, por lo tanto, en sus notas. Notas de las que en un futuro cercano dependerán las posibilidades de acceder a la carrera que elijan, tal vez alguna de las que ahora llamamos STEM. Probablemente conseguirían ir aprobando las asignaturas, pero serían conscientes de que no estarían aprendiendo prácticamente nada. Asistirían a las clases de Filosofía, pero serían incapaces de comunicarse con fluidez ante el profesor y ante los demás alumnos. Tendrían la sensación de estar perdiendo el tiempo, de asistir diariamente a una rutina inútil. Inútil al menos para ellos; los nacionalistas podrían presumir de que todos los alumnos de Alsasua prefieren estudiar en euskera.

En algunas de las aulas en las que he dado clase durante los últimos años han aparecido cuestiones tan importantes como qué es lo que hace que algo sea justo o en qué consiste la igualdad en la sociedad. Los alumnos han podido aprender y discutir libremente sobre éstas y otras cuestiones, han podido preguntar dudas y han leído algún que otro texto interesante. Ese libremente es importante. Cuando digo que hemos podido tratar estas cuestiones con libertad no me refiero sólo a que no ha habido censura, coacciones o impedimentos a la hora de hacerlo; me refiero a que hemos podido hacerlo porque contábamos con una herramienta que lo hacía posible: una lengua común. Una lengua en la que todos, los alumnos y el profesor, éramos capaces de comunicarnos de manera eficaz. Solemos decir que la comunicación fluida en el aula, el aprovechamiento de las clases, la sensación de estar haciendo algo que es útil, que merece la pena y que deja un poso, tanto en los alumnos como en el profesor, es algo muy parecido a un lujo. Y esto, caracterizar la educación como un lujo o un privilegio, es algo que en algunas regiones de España está más cerca de la literalidad que de la exageración.

En una época en la que dedicamos tiempo y espacio a analizar incluso la incidencia en el rendimiento académico de factores como el calor o el ruido, cabe preguntarse por qué asumimos con normalidad que haya autoridades educativas que condenan a sus alumnos a elegir entre una educación a cien kilómetros o una educación incompleta. Desgraciadamente lo que ha pasado en Alsasua no es un caso aislado. Hay muchos otros alumnos en una situación similar que no aparecen en los medios y que no cuentan con profesores que los apoyen. El deber de nuestras autoridades educativas es procurar que los jóvenes de todas las regiones de España puedan estudiar en igualdad de condiciones, en las mejores condiciones.

Y el nuestro es vigilar que esas mismas autoridades cumplan su función, y denunciarlo cuando no lo hagan.

Óscar Monsalvo es profesor de Filosofía en Bachillerato.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *